Documento 2 - La Naturaleza de Dios

   
   Números de párrafo: Activar | Desactivar
Versión para imprimirVersión para imprimir

El libro de Urantia

Documento 2

La naturaleza de Dios

2:0.1 (33.1) DADO QUE el concepto más alto posible de Dios que tiene el hombre está comprendido dentro de la idea y el ideal humano de una personalidad primaria e infinita, es permisible y puede resultar útil estudiar ciertas características de la naturaleza divina que constituyen el carácter de la Deidad. La naturaleza de Dios se puede entender mejor mediante la revelación del Padre que Miguel de Nebadon expuso en sus múltiples enseñanzas y en su magnífica vida mortal en la carne. El hombre también puede comprender mejor la naturaleza divina si se considera a sí mismo como un hijo de Dios y contempla al Creador paradisiaco como su verdadero Padre espiritual.

2:0.2 (33.2) La naturaleza de Dios se puede estudiar en una revelación de ideas supremas, el carácter divino se puede concebir como una representación de ideales supernos, pero donde se puede encontrar la más esclarecedora y espiritualmente edificante de todas las revelaciones de la naturaleza divina es en la comprensión de la vida religiosa de Jesús de Nazaret, tanto antes como después de que lograra la plena consciencia de su divinidad. Si se toma la vida encarnada de Miguel como telón de fondo de la revelación de Dios al hombre, podemos intentar poner en símbolos verbales humanos ciertas ideas y ciertos ideales relativos a la naturaleza divina que podrían contribuir a esclarecer y unificar más el concepto humano de la naturaleza y el carácter de la personalidad del Padre Universal.

2:0.3 (33.3) En todos nuestros esfuerzos por ampliar y espiritualizar el concepto humano de Dios, nos vemos enormemente obstaculizados por la capacidad limitada de la mente del mortal. También obstaculizan seriamente nuestra tarea tanto las limitaciones del lenguaje como la pobreza del material que se puede utilizar como ejemplo o comparación en nuestros esfuerzos por describir los valores divinos y presentar los significados espirituales a la mente finita y mortal del hombre. Todos nuestros esfuerzos por ampliar el concepto humano de Dios serían casi inútiles de no ser por el hecho de que la mente del mortal está habitada por el Ajustador otorgado del Padre Universal y permeada por el Espíritu de la Verdad del Hijo Creador. Contando así con la presencia de estos espíritus divinos en el corazón del hombre para que me asistan en la ampliación del concepto de Dios, procedo con alegría a cumplir mi mandato de intentar describir más a fondo la naturaleza de Dios a la mente del hombre.

1. La infinitud de Dios

2:1.1 (33.4) «En lo tocante al Infinito, no podemos descubrirlo. Los pasos divinos no se conocen.» «Su entendimiento es infinito y su grandeza es inescrutable.» La luz cegadora de la presencia del Padre es tal que para sus criaturas humildes parece que «habita en densas tinieblas». No solo sus pensamientos y sus planes son inescrutables, sino que «hace cosas grandes y maravillosas sin cuento». «Dios es grande; no lo comprendemos, ni se puede averiguar el número de sus años.» «¿Morará verdaderamente Dios en la tierra? Contemplad, ni el cielo (el universo) ni el cielo de los cielos (el universo de universos) pueden contenerlo.» «¡Cuán inescrutables son sus juicios e indescifrables sus caminos!»

2:1.2 (34.1) «No hay más que un Dios, el Padre infinito, que es también un Creador fiel.» «El Creador divino es también el Disponedor Universal, la fuente y el destino de las almas. Él es el Alma Suprema, la Mente Primaria y el Espíritu Ilimitado de toda la creación.» «El Gran Controlador no comete errores. Resplandece en majestad y gloria.» «El Dios Creador está totalmente desprovisto de miedo y de enemistad. Es inmortal, eterno, autoexistente, divino y munificente.» «¡Cuán puro y bello, cuán profundo e insondable es el Ancestro superno de todas las cosas!» «El Infinito es excelentísimo porque se imparte a los hombres. Él es el principio y el fin, el Padre de todo propósito bueno y perfecto.» «Con Dios todas las cosas son posibles; el Creador eterno es la causa de las causas.»

2:1.3 (34.2) A pesar de la infinitud de las formidables manifestaciones de la personalidad eterna y universal del Padre, él es incondicionalmente autoconsciente de su infinitud y de su eternidad. Asimismo, conoce plenamente su perfección y su poder. Es el único ser del universo, aparte de sus seres divinos de igual rango, que experimenta una evaluación perfecta, adecuada y completa de sí mismo.

2:1.4 (34.3) El Padre satisface constante e indefectiblemente las diferencias de la demanda por él, según va cambiando esta demanda cada cierto tiempo en distintas secciones de su universo maestro. El gran Dios se conoce y se comprende a sí mismo, es infinitamente consciente de todos sus atributos primarios de perfección. Dios no es un accidente cósmico ni un experimentador de universos. Los Soberanos de los Universos pueden emprender aventuras, los Padres de las Constelaciones pueden experimentar, los cabezas de los sistemas pueden practicar, pero el Padre Universal ve el final desde el principio. Su plan divino y su propósito eterno abarcan y comprenden de hecho todos los experimentos y todas las aventuras de todos sus subordinados en todos los mundos, sistemas y constelaciones de todos los universos de sus vastos dominios.

2:1.5 (34.4) Nada es nuevo para Dios y ningún acontecimiento cósmico se produce nunca por sorpresa; él habita el círculo de la eternidad. Sus días no tienen principio ni fin. Para Dios no hay pasado, presente ni futuro; todo el tiempo es presente en cualquier momento dado. Él es el gran y único YO SOY.

2:1.6 (34.5) El Padre Universal es, absolutamente y sin restricciones, infinito en todos sus atributos, y este hecho, en y por sí mismo, lo aísla automáticamente de toda comunicación personal directa con los seres materiales finitos y con otras inteligencias humildes creadas.

2:1.7 (34.6) Todo esto hace necesaria la siguiente ordenación de disposiciones para establecer contacto y comunicación con sus múltiples criaturas. Primero, en las personalidades de los Hijos de Dios del Paraíso quienes, aunque perfectos en divinidad, comparten también con frecuencia la naturaleza de la misma carne y hueso de las razas planetarias haciéndose uno de vosotros y uno con vosotros. De este modo Dios se hace hombre, por así decirlo, como ocurrió en el otorgamiento de Miguel que fue llamado indistintamente Hijo de Dios e Hijo del Hombre. En segundo lugar están las personalidades del Espíritu Infinito, los diversos órdenes de huestes seráficas y otras inteligencias celestiales que se acercan a los seres materiales de origen humilde y de tantos modos los asisten y sirven. Y en tercer lugar están los Monitores de Misterio impersonales, los Ajustadores del Pensamiento, el don real del mismo gran Dios, que son enviados para morar en el interior de seres humanos como los de Urantia, enviados sin anunciarse y sin explicación. Descienden desde las alturas de la gloria en una profusión sin fin para agraciar y habitar las mentes humildes de aquellos mortales que poseen la capacidad de tener consciencia de Dios o el potencial para ello.

2:1.8 (35.1) De estas y muchas otras maneras, de maneras desconocidas para vosotros que escapan por completo a la comprensión finita, el Padre del Paraíso desciende amorosa y voluntariamente, y además modifica, diluye y atenúa su infinitud para poder acercarse a la mente finita de sus hijos criaturas. Así, a través de una serie de distribuciones de personalidad cada vez menos absolutas, al Padre infinito le es posible disfrutar de un contacto estrecho con las diversas inteligencias de los muchos dominios de su extenso universo.

2:1.9 (35.2) Todo esto lo ha hecho, lo hace ahora y lo seguirá haciendo por siempre jamás sin desmerecer en lo más mínimo el hecho y la realidad de su infinitud, su eternidad y su primacía. Y estas cosas son absolutamente ciertas a pesar de la dificultad de entenderlas, del misterio que las envuelve o de la imposibilidad de que sean plenamente comprendidas por criaturas como las que moran en Urantia.

2:1.10 (35.3) Puesto que el Primer Padre es infinito en sus planes y eterno en sus propósitos, es inherentemente imposible para cualquier ser finito llegar a captar o comprender jamás en su plenitud estos planes y propósitos divinos. El hombre mortal puede vislumbrar los propósitos del Padre solo de vez en cuando, aquí y allá, cuando se revelan en relación con el desarrollo del plan de ascensión de la criatura en sus niveles sucesivos de progresión en el universo. Aunque el hombre no puede abarcar el significado de la infinitud, es totalmente seguro que el Padre infinito comprende plenamente y acepta amorosamente toda la finitud de todos sus hijos en todos los universos.

2:1.11 (35.4) El Padre comparte la divinidad y la eternidad con un gran número de los más altos seres del Paraíso, pero nos preguntamos si la infinitud y la consiguiente primacía universal las comparte plenamente con otros que no sean sus asociados de igual rango de la Trinidad del Paraíso. La infinitud de la personalidad debe abarcar necesariamente toda finitud de la personalidad. De ahí la verdad —la verdad literal— de la enseñanza que declara que «en Él vivimos y nos movemos y tenemos nuestro ser». Ese fragmento de la Deidad pura del Padre Universal que mora en el interior del hombre mortal es una parte de la infinitud de la Primera Gran Fuente y Centro, el Padre de Padres.

2. La perfección eterna del Padre

2:2.1 (35.5) Incluso vuestros antiguos profetas entendieron la eterna naturaleza circular, sin principio ni fin, del Padre Universal. Dios está literal y eternamente presente en su universo de universos. Habita el momento presente con toda su majestad absoluta y toda su grandeza eterna. «El Padre tiene vida en sí mismo, y esta vida es vida eterna.» A lo largo de todas las edades eternas ha sido el Padre quien «da a todos vida». Hay una perfección infinita en la integridad divina. «Yo soy el Señor; yo no cambio.» Nuestro conocimiento del universo de universos desvela no solo que él es el Padre de las luces, sino también que en su conducción de los asuntos interplanetarios «no hay variabilidad ni sombra de cambio». Él «declara el fin desde el principio». Dice: «Mi intención perdurará; haré todo lo que me complazca» «de acuerdo con el propósito eterno que me propuse en mi Hijo». Así, los planes y los propósitos de la Primera Fuente y Centro son como él mismo: eternos, perfectos e inalterables para siempre.

2:2.2 (35.6) En los mandatos del Padre hay compleción irrevocable y repleción perfecta. «Todo lo que Dios haga será para siempre; nada se le puede añadir ni nada quitar.» El Padre Universal no se arrepiente de sus propósitos originales de sabiduría y perfección. Sus planes son firmes, su intención inmutable y sus actos son divinos e infalibles. «Mil años a sus ojos son como el ayer cuando ha pasado y como una vigilia en la noche.» La perfección de la divinidad y la magnitud de la eternidad están para siempre más allá de la captación plena de la mente circunscrita del hombre mortal.

2:2.3 (36.1) En la ejecución de su propósito eterno puede parecer que las reacciones de un Dios inalterable varían a tenor de la actitud cambiante y las mentes volubles de sus inteligencias creadas, es decir, pueden variar de forma aparente y superficial. Pero debajo de la superficie y bajo todas las manifestaciones externas sigue estando presente el propósito inalterable, el plan perpetuo, del Dios eterno.

2:2.4 (36.2) Fuera, en los universos, la perfección tiene que ser necesariamente un término relativo, pero en el universo central y especialmente en el Paraíso, la perfección no está diluida. En ciertas fases es incluso absoluta. Las manifestaciones de la Trinidad varían la exteriorización de la perfección divina pero no la atenúan.

2:2.5 (36.3) La perfección primaria de Dios no consiste en una supuesta rectitud sino en la perfección inherente de la bondad de su naturaleza divina. Él es final, completo y perfecto. No hay nada que falte en la belleza y perfección de su carácter recto. Y todo el plan de existencias vivas de los mundos del espacio se centra en el propósito divino de elevar a todas las criaturas con voluntad al alto destino de la experiencia de compartir la perfección paradisiaca del Padre. Dios no es ni egocéntrico ni autosuficiente; no cesa nunca de otorgarse a todas las criaturas autoconscientes del vasto universo de universos.

2:2.6 (36.4) Dios es eterna e infinitamente perfecto, no puede conocer personalmente la imperfección en su propia experiencia, pero sí comparte la consciencia de toda la experiencia de imperfección de todas las criaturas luchadoras de los universos evolutivos de todos los Hijos Creadores del Paraíso. El toque personal y liberador del Dios de perfección cubre con su sombra el corazón y encircuita la naturaleza de todas las criaturas mortales que han ascendido al nivel de discernimiento moral del universo. De esta manera, así como a través de los contactos de la presencia divina, el Padre Universal participa de hecho en la experiencia con la inmadurez y la imperfección de la trayectoria evolutiva de todos los seres mortales de todo el universo.

2:2.7 (36.5) Las limitaciones humanas, el mal potencial, no son parte de la naturaleza divina. Pero la experiencia mortal con el mal y todas las relaciones del hombre con el mal son, con toda certeza, una parte de la autorrealización en constante expansión de Dios en los hijos del tiempo, esas criaturas de responsabilidad moral creadas o hechas evolucionar por cada Hijo Creador que sale del Paraíso.

3. Justicia y rectitud

2:3.1 (36.6) Dios es recto y por lo tanto es justo. «El Señor es recto en todos sus caminos.» «‘No sin causa he hecho todo lo que he hecho’, dice el Señor.» «Los juicios del Señor son totalmente verdaderos y rectos.» La justicia del Padre Universal no puede estar influida por las acciones y las actuaciones de sus criaturas, «pues no hay iniquidad en el Señor nuestro Dios, ni acepción de personas, ni aceptación de ofrendas».

2:3.2 (36.7) ¡Cuán vano es hacer apelaciones pueriles a un Dios semejante para que modifique sus inalterables decretos, de forma que podamos evitar las justas consecuencias del funcionamiento de sus sabias leyes naturales y de sus rectos mandatos espirituales! «No os engañéis: no es posible mofarse de Dios, pues fuere lo que fuere lo que un hombre siembre, eso recogerá.» Pero es verdad que, incluso en la justa recolección de una cosecha de maldades, la justicia divina está siempre atemperada por la misericordia. La sabiduría infinita es el árbitro eterno que determina las proporciones de justicia y de misericordia que se impondrán en cualquier circunstancia dada. El mayor castigo (en realidad una consecuencia inevitable) de la maldad y de la rebelión deliberada contra el gobierno de Dios es la pérdida de la existencia como súbdito individual de ese gobierno. El resultado final del pecado incondicional es la aniquilación. A fin de cuentas, esos individuos identificados con el pecado se han destruido a sí mismos al volverse totalmente irreales por abrazar la iniquidad. Sin embargo, la desaparición factual de tales criaturas se retrasa siempre hasta que el orden establecido de justicia vigente en ese universo haya sido plenamente acatado.

2:3.3 (37.1) El cese de la existencia se decreta habitualmente en el fallo de dispensación o de época emitido para el mundo o los mundos. En un mundo como Urantia se produce al final de una dispensación planetaria. El cese de la existencia se puede decretar en tales momentos por la acción paritaria de todos los tribunales con jurisdicción que van desde el consejo planetario, pasando por las cortes del Hijo Creador, hasta los tribunales de enjuiciamiento de los Ancianos de los Días. El mandato de disolución se origina en las cortes más altas del superuniverso a raíz de una confirmación ininterrumpida de los cargos procedente de la esfera de residencia del malhechor. Y entonces, cuando la sentencia de extinción se ha confirmado en lo alto, la ejecución se lleva a cabo mediante la acción directa de los jueces que residen en la sede del superuniverso y actúan desde allí.

2:3.4 (37.2) Cuando esta sentencia se confirma finalmente, el ser identificado con el pecado pasa a ser instantáneamente como si no hubiera sido. No hay resurrección de dicha suerte, es perpetua y eterna. Los factores de energía viva de la identidad se resuelven, mediante las transformaciones del tiempo y las metamorfosis del espacio, en los potenciales cósmicos de donde emergieron en su momento. En cuanto a la personalidad del inicuo, queda privada de un vehículo en el que continuar la vida por el fracaso de la criatura en hacer las elecciones y tomar las decisiones finales que le habrían asegurado la vida eterna. Cuando el abrazo continuo al pecado de la mente asociada culmina en su identificación completa con la iniquidad, ocurre que con el cese de la vida, con la disolución cósmica, dicha personalidad aislada es absorbida en la sobrealma de la creación y pasa a convertirse en parte de la experiencia en evolución del Ser Supremo. No vuelve a aparecer nunca más como una personalidad. Su identidad pasa a ser como si nunca hubiera sido. En el caso de una personalidad habitada por un Ajustador, los valores experienciales de espíritu sobreviven en la realidad del Ajustador que sigue existiendo.

2:3.5 (37.3) En toda contienda que se produzca en el universo entre niveles actuales de realidad, la personalidad de nivel más alto triunfará a la larga sobre la personalidad de nivel más bajo. Este resultado inevitable de las controversias del universo es inherente al hecho de que la divinidad de la cualidad es igual al grado de realidad o actualidad de cualquier criatura con voluntad. El mal puro, el error completo, el pecado intencionado y la iniquidad sin atenuantes son inherente y automáticamente suicidas. Tales actitudes de irrealidad cósmica pueden sobrevivir en el universo debido solo a una misericordiosa tolerancia transitoria, a la espera de la acción de los mecanismos que determinan la justicia y establecen la equidad de los tribunales de recto juicio del universo.

2:3.6 (37.4) El mandato de los Hijos Creadores en los universos locales es de creación y de espiritualización. Estos Hijos se dedican a ejecutar eficazmente el plan paradisiaco de ascensión progresiva de los mortales, a rehabilitar a los rebeldes y a los pensadores equivocados. Pero cuando todos sus esfuerzos amorosos son rechazados definitivamente y para siempre, el decreto final de disolución es ejecutado por fuerzas que actúan bajo la jurisdicción de los Ancianos de los Días.

4. La misericordia divina

2:4.1 (38.1) La misericordia es simplemente justicia atemperada por esa sabiduría que surge de la perfección del conocimiento y del reconocimiento pleno de la debilidad natural y de los obstáculos ambientales de las criaturas finitas. «Nuestro Dios está lleno de compasión, es clemente, paciente y rico en misericordia.» Por eso, «quienquiera que invoque al Señor será salvado», «pues él perdonará abundantemente». «La misericordia del Señor es desde la eternidad hasta la eternidad». Sí, «su misericordia perdura para siempre». «Yo soy el Señor que ejerce la amorosa benevolencia, el juicio y la rectitud en la tierra, pues en estas cosas me complazco.» «Ni aflijo voluntariamente ni apeno a los hijos de los hombres», pues soy «el Padre de las misericordias y el Dios de todo consuelo».

2:4.2 (38.2) Dios es inherentemente amable, naturalmente compasivo y sempiternamente misericordioso. Y no es necesario ejercer influencia alguna sobre el Padre para suscitar su amorosa benevolencia. La necesidad de la criatura es totalmente suficiente para asegurar el flujo pleno de las tiernas misericordias del Padre y de su gracia salvadora. Puesto que Dios lo conoce todo acerca de sus hijos, es fácil para él perdonar. Cuanto mejor entienda el hombre a su prójimo, tanto más fácil le será perdonarlo e incluso amarlo.

2:4.3 (38.3) Solo el discernimiento de la sabiduría infinita permite a un Dios recto ministrar al mismo tiempo justicia y misericordia en cualquier situación dada del universo. El Padre celestial no se debate nunca entre actitudes contradictorias hacia sus hijos del universo. Dios nunca es víctima de conflictos de actitud. Su conocimiento de todas las cosas dirige infaliblemente su libre albedrío a elegir un comportamiento en el universo que satisface perfecta, igual y simultáneamente las exigencias de todos sus atributos divinos y las cualidades infinitas de su naturaleza eterna.

2:4.4 (38.4) La misericordia es el fruto natural e inevitable de la bondad y el amor. La naturaleza bondadosa de un Padre amoroso no podría negar en modo alguno el sabio ministerio de misericordia a todos y cada uno de los miembros de todos los grupos de sus hijos del universo. La unión de la justicia eterna y la misericordia divina constituye lo que en la experiencia humana se llamaría equidad.

2:4.5 (38.5) La misericordia divina representa una técnica equitativa de ajuste entre los niveles de perfección y de imperfección del universo. La misericordia es la justicia de la Supremacía adaptada a las situaciones de lo finito en evolución. Es la rectitud de la eternidad modificada para satisfacer los más altos intereses y el bienestar de los hijos del tiempo en el universo. La misericordia no es una contravención de la justicia, sino más bien una interpretación comprensiva de las demandas de la justicia suprema tal como se aplica equitativamente a los seres espirituales de menor rango y a las criaturas materiales de los universos en evolución. La misericordia es la justicia de la Trinidad del Paraíso sabia y amorosamente enviada a las múltiples inteligencias de las creaciones del tiempo y el espacio tal como es formulada por la sabiduría divina y determinada por la mente que todo lo sabe y el libre albedrío soberano del Padre Universal y de todos sus Creadores asociados.

5. El amor de Dios

2:5.1 (38.6) «Dios es amor». Por lo tanto, su única actitud personal hacia los asuntos del universo es siempre una reacción de afecto divino. El Padre nos ama lo suficiente como para otorgarnos su vida. «Hace que su sol salga sobre malos y buenos, y envía la lluvia a justos e injustos.»

2:5.2 (39.1) Se equivoca quien piense que son los sacrificios de sus Hijos o la intercesión de sus criaturas subordinadas lo que incita a Dios a amar a sus niños, «pues el Padre mismo os ama». Es precisamente por este afecto paternal por lo que Dios envía a los maravillosos Ajustadores para que moren en el interior de la mente de los hombres. El amor de Dios es universal. «Todo aquel que quiera puede venir». Él quisiera «que todos los hombres se salvaran mediante el conocimiento de la verdad». Él «no desea que ninguno perezca».

2:5.3 (39.2) Los Creadores son los primeros que intentan salvar al hombre de los desastrosos resultados de su necia transgresión de las leyes divinas. El amor de Dios es, por naturaleza, un afecto de padre. Por consiguiente a veces «nos disciplina en nuestro propio provecho, para que podamos ser partícipes de su santidad». Incluso en vuestras pruebas más duras recordad que «en todas nuestras aflicciones, él se aflige con nosotros».

2:5.4 (39.3) Dios es divinamente bondadoso con los pecadores. Cuando los rebeldes regresan a la rectitud son recibidos misericordiosamente, «pues nuestro Dios perdonará abundantemente». «Yo soy el que borra vuestras transgresiones por mi propio bien, y no recordaré vuestros pecados.» «Mirad qué tipo de amor nos ha otorgado el Padre para que seamos llamados hijos de Dios.»

2:5.5 (39.4) En definitiva, la mayor prueba de la bondad de Dios, y la razón suprema para amarlo es el don del Padre que mora en tu interior: el Ajustador que tan pacientemente aguarda la hora en que ambos os hagáis eternamente uno. Aunque buscando no puedes encontrar a Dios, si te sometes a la dirección del espíritu que mora en tu interior serás guiado infaliblemente, paso a paso, vida a vida, de universo en universo y de edad en edad, hasta que te encuentres finalmente en presencia de la personalidad paradisiaca del Padre Universal.

2:5.6 (39.5) ¡Qué gran sinrazón es no adorar a Dios porque las limitaciones de la naturaleza humana y los impedimentos de haber sido creados materiales os impiden verlo! Entre vosotros y Dios hay una enorme distancia (espacio físico) que atravesar. Existe igualmente un gran abismo de diferenciación espiritual que es necesario salvar. Pero a pesar de todo lo que os separa física y espiritualmente de la presencia personal y paradisiaca de Dios, deteneos a ponderar el hecho solemne de que Dios vive dentro de vosotros. Él, a su propia manera, ya ha salvado el abismo. Ha enviado algo de sí mismo, su espíritu, para que viva en vosotros y comparta vuestros esfuerzos en vuestra carrera eterna en el universo.

2:5.7 (39.6) Se me hace fácil y agradable adorar a alguien que es tan grande y al mismo tiempo está dedicado con tanto afecto al ministerio de elevar a sus criaturas humildes. Amo naturalmente a alguien que es tan poderoso como creador y controlador de lo creado y sin embargo tan perfecto en bondad y tan fiel en la amorosa benevolencia que nos cubre constantemente con su sombra. Creo que amaría a Dios exactamente igual si no fuera tan grande y poderoso mientras fuera tan bueno y misericordioso. Todos nosotros amamos al Padre más por su naturaleza que en reconocimiento de sus asombrosos atributos.

2:5.8 (39.7) Cuando observo a los Hijos Creadores y a sus administradores subordinados luchar tan valientemente contra las múltiples dificultades del tiempo inherentes a la evolución de los universos del espacio, descubro que siento un afecto grande y profundo por esos gobernantes menores de los universos. En definitiva, creo que todos nosotros, incluyendo los mortales de los mundos, amamos al Padre Universal y a todos los demás seres, divinos o humanos, porque percibimos que estas personalidades nos aman de verdad. La experiencia de amar es, en buena parte, respuesta directa a la experiencia de ser amado. Al saber que Dios me ama, debería seguir amándolo supremamente aun cuando estuviera despojado de todos sus atributos de supremacía, ultimidad y absolutidad.

2:5.9 (40.1) El amor del Padre nos sigue ahora y por todo el círculo sin fin de las edades eternas. Al ponderar la naturaleza amorosa de Dios, solo hay una reacción razonable y natural de la personalidad: amaréis cada vez más a vuestro Hacedor, brindaréis a Dios un afecto análogo al de un niño por su padre terrenal. Pues igual que un padre, un padre real, un padre verdadero ama a sus hijos, así ama el Padre Universal a sus hijos e hijas creados y busca por siempre su bienestar.

2:5.10 (40.2) Pero el amor de Dios es un afecto parental inteligente y con visión de futuro. El amor divino actúa en asociación unificada con la sabiduría divina y con todas las demás características infinitas de la naturaleza perfecta del Padre Universal. Dios es amor, pero el amor no es Dios. La mayor manifestación del amor divino hacia los seres mortales se observa en el otorgamiento de los Ajustadores del Pensamiento, pero donde podéis ver la mayor revelación del amor del Padre es en la vida de otorgamiento de su Hijo Miguel, que vivió en la tierra la vida espiritual ideal. El Ajustador que mora en el interior es quien individualiza el amor de Dios para cada alma humana.

2:5.11 (40.3) Casi me duele a veces verme obligado a retratar el afecto divino del Padre celestial por sus hijos del universo mediante el símbolo verbal humano amor. ¡Este término, aun cuando connota efectivamente el concepto más elevado que tiene el hombre de las relaciones mortales de respeto y de entrega, designa con demasiada frecuencia relaciones humanas totalmente innobles e indignas de ser conocidas por ninguna palabra que se utilice también para indicar el afecto incomparable del Dios vivo por sus criaturas del universo! Lamento profundamente no poder emplear algún término superno y exclusivo que transmita a la mente del hombre la verdadera naturaleza y la belleza exquisita del significado del afecto divino del Padre del Paraíso.

2:5.12 (40.4) Cuando el hombre pierde de vista el amor de un Dios personal, el reino de Dios se convierte simplemente en el reino del bien. A pesar de la unidad infinita de la naturaleza divina, el amor es la característica dominante de todos los tratos personales de Dios con sus criaturas.

6. La bondad de Dios

2:6.1 (40.5) En el universo físico podemos ver la belleza divina, en el mundo intelectual podemos percibir la verdad eterna, pero la bondad de Dios se encuentra solo en el mundo espiritual de la experiencia religiosa personal. En su verdadera esencia la religión es una fe confiada en la bondad de Dios. En filosofía Dios puede ser grande y absoluto, incluso de algún modo inteligente y personal, pero en religión Dios debe ser también moral, debe ser bueno. El hombre podría temer a un Dios grande, pero solo puede amar a un Dios bueno y confiar en él. Esta bondad de Dios es parte de la personalidad de Dios y su plena revelación aparece solo en la experiencia religiosa personal de los hijos creyentes de Dios.

2:6.2 (40.6) La religión implica que el supramundo que tiene naturaleza de espíritu es consciente de las necesidades fundamentales del mundo humano y responde a ellas. La religión evolutiva puede llegar a ser ética, pero solo la religión revelada llega a ser verdadera y espiritualmente moral. El antiguo concepto de Dios como Deidad dominada por una moralidad regia fue elevado por Jesús al nivel afectuosamente conmovedor de la íntima moralidad familiar de la relación padre-hijo. No hay ninguna más tierna ni más bella en la experiencia de los mortales.

2:6.3 (41.1) La «riqueza de la bondad de Dios lleva al hombre errado al arrepentimiento». «Todo don bueno y todo don perfecto vienen del Padre de las luces.» «Dios es bueno; es el refugio eterno del alma de los hombres.» «El Señor Dios es misericordioso y clemente. Es paciente y rico en bondad y verdad.» «¡Probad y ved que el Señor es bueno! Bendito el hombre que confía en él.» «El Señor es clemente y lleno de compasión. Él es el Dios de salvación.» «Sana al desconsolado y venda las heridas del alma. Es el benefactor todopoderoso del hombre.»

2:6.4 (41.2) El concepto de Dios como juez-rey, aunque fomentó un alto canon moral y creó un pueblo respetuoso de la ley como colectivo, dejó al creyente individual en una triste posición de inseguridad respecto a su estatus en el tiempo y en la eternidad. Los profetas hebreos posteriores proclamaron que Dios era un Padre para Israel. Jesús reveló a Dios como el Padre de cada ser humano. Todo el concepto que tiene el mortal de Dios está iluminado trascendentalmente por la vida de Jesús. La generosidad es inherente al amor parental. Dios ama no a la manera de un padre, sino como padre. Él es el Padre del Paraíso de todas las personalidades del universo.

2:6.5 (41.3) La rectitud implica que Dios es la fuente de la ley moral del universo. La verdad pone de manifiesto a Dios como revelador, como maestro. Pero el amor da y ansía afecto, busca una camaradería comprensiva como la que existe entre padre e hijo. El pensamiento divino puede ser rectitud, pero la actitud de un padre es amor. La suposición errónea de que la rectitud de Dios era irreconciliable con el amor desinteresado del Padre celestial presuponía ausencia de unidad en la naturaleza de la Deidad y condujo directamente a la elaboración de la doctrina de la expiación, que es una afrenta filosófica tanto a la unidad de Dios como a su libre albedrío.

2:6.6 (41.4) El afectuoso Padre celestial, cuyo espíritu mora en el interior de sus hijos de la tierra, no es una personalidad dividida —una de justicia y otra de misericordia— ni se requiere un mediador para conseguir el favor o el perdón del Padre. La rectitud divina no está dominada por una estricta justicia punitiva. Dios como padre trasciende a Dios como juez.

2:6.7 (41.5) Dios no es nunca iracundo o vengativo, ni está enojado. Es verdad que la sabiduría refrena a menudo su amor y que la justicia condiciona su misericordia rechazada. Su amor por la rectitud no puede evitar mostrarse como un odio igual por el pecado. El Padre no es una personalidad inconsecuente; la unidad divina es perfecta. En la Trinidad del Paraíso hay unidad absoluta a pesar de las identidades eternas de los iguales en rango a Dios.

2:6.8 (41.6) Dios ama al pecador y odia el pecado: tal afirmación es cierta filosóficamente, pero Dios es una personalidad trascendente y las personas solo pueden amar y odiar a otras personas. El pecado no es una persona. Dios ama al pecador porque el pecador es una realidad de personalidad (potencialmente eterna). En cambio Dios no adopta ninguna actitud personal hacia el pecado porque el pecado no es una realidad espiritual, no es personal y por lo tanto, solo la justicia de Dios tiene conocimiento de su existencia. El amor de Dios salva al pecador, la ley de Dios destruye el pecado. Esta actitud de la naturaleza divina podría cambiar si al final el pecador se identificara completamente con el pecado, al igual que la misma mente del mortal puede también identificarse plenamente con el Ajustador espíritu que mora en su interior. Dicho mortal identificado con el pecado se volvería entonces totalmente no espiritual en su naturaleza (y por lo tanto personalmente irreal) y experimentaría la extinción final del ser. La irrealidad, incluso la incompleción de la naturaleza de las criaturas, no puede existir para siempre en un universo progresivamente real y crecientemente espiritual.

2:6.9 (42.1) Frente al mundo de la personalidad se descubre que Dios es una persona amorosa; frente al mundo espiritual es un amor personal; en la experiencia religiosa es ambas cosas. El amor identifica la disposición volitiva de Dios. La bondad de Dios descansa en el fondo del libre albedrío divino: la tendencia universal a amar, mostrar misericordia, manifestar paciencia y ministrar perdón.

7. La verdad y la belleza divina

2:7.1 (42.2) Todo conocimiento finito y toda comprensión por parte de las criaturas son relativos. La información y los datos, incluso los procedentes de fuentes elevadas, solo son relativamente completos, localmente exactos y personalmente verdaderos.

2:7.2 (42.3) Los hechos físicos son bastante uniformes, pero la verdad es un factor vivo y flexible en la filosofía del universo. Las comunicaciones de las personalidades en evolución solo son parcialmente sabias y relativamente verídicas, ya que su certeza solo puede llegar hasta los límites de la experiencia personal de dichas personalidades. Lo que puede parecer totalmente cierto en un lugar puede ser solo relativamente cierto en otro segmento de la creación.

2:7.3 (42.4) La verdad divina, la verdad final, es uniforme y universal, pero el relato de las cosas espirituales tal como lo cuentan los numerosos individuos procedentes de distintas esferas puede variar a veces en sus detalles. Esto se debe a la relatividad ya mencionada, tanto de la compleción del conocimiento y de la repleción de la experiencia personal, como de la duración y extensión de esa experiencia. Es cierto que las leyes y decretos, los pensamientos y actitudes de la Primera Gran Fuente y Centro son eterna, infinita y universalmente ciertos, pero al mismo tiempo su aplicación y ajuste a cada universo, sistema, mundo e inteligencia creada está en consonancia con los planes y las técnicas de los Hijos Creadores cuando actúan en sus respectivos universos, y además en armonía con los planes y los procedimientos locales del Espíritu Infinito y de todas las demás personalidades celestiales asociadas.

2:7.4 (42.5) La falsa ciencia del materialismo sentenciaría al hombre mortal a convertirse en un marginado del universo. Ese conocimiento parcial es potencialmente malo, es conocimiento compuesto a la vez de bien y de mal. La verdad es bella porque es a la vez repleta y simétrica. Cuando el hombre busca la verdad persigue lo divinamente real.

2:7.5 (42.6) Los filósofos cometen su error más grave cuando son inducidos a la falacia de la abstracción, a la práctica de centrar la atención sobre un aspecto de la realidad y dictaminar luego que dicho aspecto aislado es toda la verdad. El filósofo sabio buscará siempre el diseño creativo preexistente que está detrás de todos los fenómenos universales. El pensamiento creador precede invariablemente a la acción creativa.

2:7.6 (42.7) La autoconsciencia intelectual puede descubrir la belleza de la verdad, su cualidad espiritual, no solo por la coherencia filosófica de sus conceptos, sino más certera y seguramente por la respuesta infalible del Espíritu de la Verdad omnipresente. La felicidad sigue al reconocimiento de la verdad porque esta puede ser representada, puede ser vivida. La desilusión y la pena acompañan al error porque al no ser una realidad, no se puede realizar en la experiencia. La verdad divina se conoce mejor por su sabor espiritual.

2:7.7 (42.8) La búsqueda eterna es hacia la unificación, hacia la coherencia divina. El extenso universo físico es coherente en la Isla del Paraíso. El universo intelectual es coherente en el Dios de la mente, el Actor Conjunto. El universo espiritual es coherente en la personalidad del Hijo Eterno. Pero el mortal aislado del tiempo y el espacio es coherente en Dios Padre a través de la relación directa entre el Ajustador del Pensamiento que mora en su interior y el Padre Universal. El Ajustador del hombre es un fragmento de Dios y busca sempiternamente la unificación divina. Es coherente con y en la Deidad del Paraíso de la Primera Fuente y Centro.

2:7.8 (43.1) Percibir la belleza suprema es descubrir e integrar la realidad: percibir la bondad divina en la verdad eterna que es la belleza última. Incluso el encanto del arte humano consiste en la armonía de su unidad.

2:7.9 (43.2) El gran error de la religión hebrea fue que no supo asociar la bondad de Dios con las verdades factuales de la ciencia y la belleza atractiva del arte. Según progresaba la civilización y la religión seguía por el mismo desacertado camino de poner demasiado énfasis en la bondad de Dios excluyendo relativamente la verdad y descuidando la belleza, se fue desarrollando en ciertos tipos de hombres una tendencia creciente a apartarse del concepto abstracto y disociado de bondad aislada. La moralidad exagerada y aislada de la religión moderna, que no consigue retener la devoción y la lealtad de muchos hombres del siglo veinte, se rehabilitaría si además de sus mandatos morales, diera la misma consideración a las verdades de la ciencia, de la filosofía y de la experiencia espiritual así como a las bellezas de la creación física, al atractivo del arte intelectual y a la grandeza de lograr un carácter auténtico.

2:7.10 (43.3) El desafío religioso de esta edad va dirigido a aquellos hombres y mujeres con visión interior espiritual y capacidad de mirar al futuro que se atrevan a construir una filosofía del vivir nueva y atractiva a partir de los conceptos modernos de verdad cósmica, belleza universal y bondad divina ampliados y perfectamente integrados. Tal visión nueva y recta de la moralidad atraerá todo lo que es bueno en la mente del hombre y desafiará a lo que hay de mejor en el alma humana. La verdad, la belleza y la bondad son realidades divinas, y a medida que el hombre asciende la escala del vivir espiritual, estas cualidades supremas del Eterno se coordinan y unifican cada vez más en Dios, que es amor.

2:7.11 (43.4) Toda verdad —material, filosófica o espiritual— es a la vez bella y buena. Toda belleza real —arte material o simetría espiritual— es a la vez verdadera y buena. Toda bondad auténtica —ya sea moralidad personal, equidad social o ministerio divino— es igualmente verdadera y bella. La salud, la cordura y la felicidad son integraciones de la verdad, la belleza y la bondad tal como se combinan en la experiencia humana. Esos niveles del vivir eficiente se alcanzan mediante la unificación de los sistemas de energía, los sistemas de ideas y los sistemas de espíritu.

2:7.12 (43.5) La verdad es coherente, la belleza atractiva, la bondad estabilizadora. Y cuando estos valores de lo que es real se coordinan en la experiencia de la personalidad, el resultado es un alto tipo de amor condicionado por la sabiduría y caracterizado por la lealtad. El propósito real de toda educación en el universo es coordinar de la mejor manera a los hijos aislados de los mundos con las realidades más amplias de su experiencia en expansión. La realidad es finita en el nivel humano, infinita y eterna en los niveles más altos y divinos.

2:7.13 (43.6) [Presentado por un Consejero Divino que actúa por la autoridad de los Ancianos de los Días de Uversa.]

INFORMACIÓN SOBRE LA FUNDACIÓN

Versión para imprimirVersión para imprimir

Urantia Foundation, 533 W. Diversey Parkway, Chicago, IL 60614, USA
Teléfono: (fuera de EUA y Canada) +1-773-525-3319
© Urantia Foundation. Reservados todos los derechos