Documento 144 - En Gilboa y en la Decápolis

   
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El libro de Urantia

Documento 144

En Gilboa y en la Decápolis

144:0.1 (1617.1) DURANTE los meses de septiembre y octubre estuvieron retirados en un campamento aislado en las laderas del monte Gilboa. Jesús pasó ahí el mes de septiembre a solas con sus apóstoles dedicado a enseñarles e instruirles sobre las verdades del reino.

144:0.2 (1617.2) Jesús y sus apóstoles se retiraron en ese momento a los límites de Samaria y la Decápolis por varias razones. Los dirigentes religiosos de Jerusalén eran muy hostiles. Herodes Antipas seguía manteniendo preso a Juan sin atreverse ni a liberarlo ni a ejecutarlo, y seguía sospechando que Juan y Jesús estaban asociados de alguna manera. Estas circunstancias desaconsejaban cualquier actuación tanto en Judea como en Galilea. Había una tercera razón: la creciente tensión entre los líderes de los discípulos de Juan y los apóstoles de Jesús, que iba empeorando a medida que crecía el número de creyentes.

144:0.3 (1617.3) Jesús sabía que su trabajo preliminar de enseñanza y predicación casi había terminado, que el siguiente paso sería el comienzo del esfuerzo pleno y final de su vida en la tierra, y no quería causar ningún tipo de tensión o malestar a Juan el Bautista al poner en marcha su misión. Por eso había decidido pasar algún tiempo retirado preparando a sus apóstoles, y hacer después algún trabajo silencioso en las ciudades de la Decápolis hasta que Juan fuera o bien ejecutado o bien liberado para unirse a ellos en un esfuerzo conjunto.

1. El campamento de Gilboa

144:1.1 (1617.4) A medida que pasaba el tiempo los doce se fueron entregando más a Jesús y comprometiendo de forma creciente con el trabajo del reino. Su entrega era más que nada pura lealtad personal. No podían captar sus complejas enseñanzas; no alcanzaban a comprender la naturaleza de Jesús ni la importancia de su otorgamiento en la tierra.

144:1.2 (1617.5) Jesús explicó claramente a sus apóstoles que se habían retirado por tres razones:

144:1.3 (1617.6) 1. Para confirmar su comprensión del evangelio del reino y su fe en ese evangelio.

144:1.4 (1617.7) 2. Para dar tiempo a que se calmara la oposición a su actividad, tanto en Judea como en Galilea.

144:1.5 (1617.8) 3. Para esperar el destino de Juan el Bautista.

144:1.6 (1617.9) Durante esta temporada en Gilboa, Jesús contó a los doce muchas cosas sobre sus primeros años de vida y sobre sus experiencias en el monte Hermón. También les reveló algo de lo que sucedió en las colinas durante los cuarenta días siguientes a su bautismo, y les recomendó expresamente que no contaran a nadie estas experiencias hasta después de su regreso al Padre.

144:1.7 (1618.1) Aprovecharon esas semanas de septiembre para descansar, charlar y recordar sus experiencias desde que Jesús los llamó para el servicio. También hicieron un verdadero esfuerzo por coordinar lo que el Maestro les había enseñado hasta entonces. En cierta medida, todos tenían la sensación de que esa sería su última temporada larga de descanso. Se daban cuenta de que su siguiente actuación pública, bien en Judea o bien en Galilea, marcaría el comienzo de la proclamación final del reino venidero, pero tenían poca o ninguna idea de lo que sería este reino cuando llegara. Juan y Andrés pensaban que el reino ya había llegado. Pedro y Santiago creían que estaba aún por llegar. Natanael y Tomás se declaraban francamente preocupados. Mateo, Felipe y Simón Zelotes estaban confusos e indecisos. Los gemelos se mantenían felizmente al margen de la controversia y Judas Iscariote guardaba un evasivo silencio.

144:1.8 (1618.2) Jesús pasó gran parte de este tiempo a solas en la montaña cercana al campamento. A veces se llevaba a Pedro, Santiago o Juan, pero casi siempre se iba a orar o comulgar en soledad. Tras el bautismo de Jesús y los cuarenta días en las colinas de Perea, no se puede decir que estos periodos de comunión con su Padre fueran de oración ni tampoco que Jesús estuviera adorando, en cambio es totalmente correcto considerarlos como periodos de comunión personal con su Padre.

144:1.9 (1618.3) El tema central de las conversaciones de todo el mes de septiembre fue la oración y la adoración. Después de haber hablado de la adoración durante varios días, Jesús terminó pronunciando su memorable discurso sobre la oración en respuesta a la petición de Tomás: «Maestro, enséñanos a orar».

144:1.10 (1618.4) Juan había enseñado una oración a sus discípulos, una oración para la salvación en el reino venidero. Aunque Jesús nunca prohibió a sus seguidores que emplearan la forma de orar de Juan, los apóstoles notaron muy pronto que su Maestro no era muy partidario de orar con expresiones establecidas y oraciones formales. Sin embargo los creyentes les pedían constantemente que les enseñaran a orar, y los doce estaban deseando saber qué forma de petición le parecería bien a Jesús. Precisamente por esta necesidad de una petición sencilla para la gente corriente, Jesús consintió en ese momento en responder al requerimiento de Tomás y enseñarles una forma sugestiva de oración. El Maestro les dio esta lección una tarde de la tercera semana de su estancia en el monte Gilboa.

2. El discurso sobre la oración

144:2.1 (1618.5) «Juan os enseñó una forma sencilla de oración: ‘¡Oh Padre, límpianos de pecado, muéstranos tu gloria, revela tu amor y haz que tu espíritu santifique nuestros corazones para siempre, amén!’. Os enseñó esta oración para que tuvierais algo que enseñar a la multitud. Su intención no era que utilizarais esta petición establecida y formal como expresión de vuestra propia alma en oración.

144:2.2 (1618.6) «La oración es una expresión enteramente espontánea y personal de la actitud del alma hacia el espíritu; la oración debería ser una comunión de filiación y una expresión de camaradería. La oración, cuando está dictada por el espíritu, conduce al progreso espiritual cooperativo. La oración ideal es una forma de comunión espiritual que conduce a la adoración inteligente. El rezo verdadero es la actitud sincera de extender la mano hacia el cielo para alcanzar vuestros ideales.

144:2.3 (1619.1) «La oración es el aliento del alma y debería conduciros a perseverar en el intento de descubrir la voluntad del Padre. Si alguno de vosotros llama a casa de su vecino a media noche diciendo: ‘Amigo, préstame tres panes porque ha venido a verme un amigo mío que está de viaje y no tengo nada que ofrecerle’, y vuestro vecino responde: ‘No me molestes, la puerta ya está cerrada, mis hijos y yo estamos acostados y no puedo levantarme a darte pan’, vosotros insistiréis explicándole que vuestro amigo tiene hambre y que no tenéis nada que darle. Os digo que aunque vuestro vecino no se levante para daros el pan por ser amigo vuestro, se levantará para que dejéis de molestarlo y os dará tantos panes como necesitéis. Por lo tanto, si la insistencia consigue los favores incluso del hombre mortal, cuánto más vuestra insistencia en el espíritu conseguirá para vosotros el pan de vida de las manos generosas del Padre del cielo. Os lo repito: pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama a la puerta de la salvación se le abrirá.

144:2.4 (1619.2) «¿Qué padre de entre vosotros, si su hijo le hace una petición poco razonable, no le dará lo que sabe como padre que conviene al hijo en vez de atender a su petición insensata? Si el niño necesita un pan, ¿le daréis una piedra solo porque os la ha pedido sin saber? Si vuestro hijo necesita un pez, ¿le daréis una serpiente de agua porque resulta que ha aparecido una en la red con el pescado y el niño la pide tontamente? Si vosotros que sois mortales y finitos sabéis cómo responder a las peticiones y dais a vuestros hijos cosas buenas y convenientes, ¡¿cuánto más dará vuestro Padre celestial el espíritu y muchas bendiciones adicionales a aquellos que se lo pidan?! Los hombres deben orar siempre sin desanimarse nunca.

144:2.5 (1619.3) «Dejadme contaros la historia de cierto juez que vivía en una ciudad perversa. Este juez no temía a Dios ni respetaba a los hombres. En esa ciudad vivía una viuda necesitada que acudía constantemente a este juez injusto para decirle: ‘Protégeme de mi adversario’. Durante algún tiempo no quiso atenderla, pero luego se dijo para sus adentros: ‘Aunque ni temo a Dios ni respeto a los hombres, será mejor que haga justicia con esta viuda para que deje ya de cansarme con sus continuas reclamaciones’. Os cuento estas historias para animaros a perseverar en la oración, no para daros la idea de que vuestras peticiones pueden hacer cambiar al Padre justo y recto de arriba. Vuestra perseverancia no es para ganar el favor de Dios sino para cambiar vuestra actitud en la tierra y ampliar la receptividad de vuestra alma al espíritu.

144:2.6 (1619.4) «Pero cuando oráis, ponéis tan poca fe. Una fe auténtica moverá las montañas de las dificultades materiales que pudiera haber en el sendero de la expansión del alma y del progreso espiritual.»

3. La oración del creyente

144:3.1 (1619.5) Pero los apóstoles aún no estaban satisfechos; querían que Jesús les diera una oración modelo que pudieran enseñar a los nuevos discípulos. Después de escuchar este discurso sobre la oración, Santiago Zebedeo dijo: «Muy bien, Maestro, pero la forma de oración que necesitamos no es tanto para nosotros como para los nuevos creyentes que nos la piden sin cesar: ‘Enseñadnos orar de forma que sea aceptable al Padre del cielo’».

144:3.2 (1619.6) Cuando Santiago hubo terminado de hablar, Jesús dijo: «Si eso es lo que deseáis, voy a daros la oración que enseñé a mis hermanos y hermanas en Nazaret»:

144:3.3 (1620.1) Padre nuestro que estás en los cielos,

144:3.4 (1620.2) Santificado sea tu nombre.

144:3.5 (1620.3) Que venga tu reino; que se haga tu voluntad

144:3.6 (1620.4) En la tierra como en el cielo.

144:3.7 (1620.5) Danos hoy nuestro pan para mañana;

144:3.8 (1620.6) Refresca nuestras almas con el agua de vida.

144:3.9 (1620.7) Y perdónanos nuestras deudas

144:3.10 (1620.8) Como nosotros también hemos perdonado a nuestros deudores.

144:3.11 (1620.9) Sálvanos de la tentación, líbranos del mal,

144:3.12 (1620.10) Y haznos cada vez más perfectos como tú mismo.

144:3.13 (1620.11) No es de extrañar que los apóstoles quisieran que Jesús les enseñara una oración modelo para los creyentes. Juan el Bautista había enseñado a sus seguidores varias oraciones; todos los grandes maestros habían formulado oraciones para sus alumnos. Los maestros religiosos de los judíos tenían unas veinticinco o treinta oraciones establecidas que recitaban en las sinagogas e incluso en las esquinas de las calles. Jesús era particularmente reacio a orar en público; los doce le habían oído orar muy pocas veces hasta ese momento. Observaban que pasaba noches enteras orando o adorando y tenían mucha curiosidad por conocer su método o su forma de orar. Se encontraban en verdaderos apuros cuando las multitudes les pedían que les enseñaran a orar como Juan había enseñado a sus discípulos.

144:3.14 (1620.12) Jesús enseñó a los doce a orar siempre en secreto; a apartarse para orar en algún lugar tranquilo de la naturaleza o a solas en sus habitaciones con la puerta cerrada.

144:3.15 (1620.13) Después de la muerte de Jesús y de su ascensión al Padre, se convirtió en práctica de muchos creyentes terminar el llamado padrenuestro añadiendo: «En el nombre de nuestro Señor Jesucristo». Más tarde se perdieron dos líneas en las copias y se añadió a esta oración una frase que decía: «Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria para siempre».

144:3.16 (1620.14) Jesús dio esta oración a los apóstoles de forma colectiva, tal como la había rezado la familia de Nazaret. Nunca enseñó una oración personal formal, solo peticiones grupales, familiares o sociales, y nunca lo hizo por su propia iniciativa.

144:3.17 (1620.15) Jesús enseñó que la oración eficaz debe ser:

144:3.18 (1620.16) 1. Altruista: no solamente para uno mismo.

144:3.19 (1620.17) 2. Creyente: conforme a la fe.

144:3.20 (1620.18) 3. Sincera: honrada de corazón.

144:3.21 (1620.19) 4. Inteligente: según la luz.

144:3.22 (1620.20) 5. Confiada: sometida a la voluntad infinitamente sabia del Padre.

144:3.23 (1620.21) Cuando Jesús pasaba noches enteras orando en la montaña, oraba sobre todo por sus discípulos, y en especial por los doce. El Maestro oraba muy poco por sí mismo, aunque practicaba mucho una adoración cuya naturaleza era la comunión comprensiva con su Padre del Paraíso.

4. Más sobre la oración

144:4.1 (1620.22) Después del discurso sobre la oración los apóstoles siguieron haciendo preguntas al Maestro durante muchos días sobre esta importantísima práctica de adoración. La instrucción que dio Jesús esos días a los apóstoles sobre la oración y la adoración se podría resumir y exponer en lenguaje moderno como sigue:

144:4.2 (1621.1) La repetición ferviente y anhelante de cualquier súplica, cuando esa oración es la expresión sincera de un hijo de Dios y es rezada con fe, por muy desatinada o imposible de atender que sea, no deja nunca de expandir la receptividad espiritual del alma.

144:4.3 (1621.2) Recordad en todos vuestros rezos que la filiación es un don. Ningún niño tiene que hacer nada para ganar el estatus de hijo o hija. El hijo terrestre llega a la existencia por voluntad de sus padres. De la misma manera, el hijo de Dios llega a la gracia y a la nueva vida del espíritu por voluntad del Padre del cielo. Por eso el reino de los cielos —la filiación divina— se debe recibir como lo haría un niño pequeño. La rectitud —el desarrollo progresivo del carácter— se gana, pero la filiación se recibe por la gracia y a través de la fe.

144:4.4 (1621.3) La oración condujo a Jesús a la supercomunión de su alma con los Regidores Supremos del universo de universos. La oración conducirá a los mortales de la tierra a la comunión de la verdadera adoración. La capacidad espiritual de receptividad del alma determina la cantidad de bendiciones celestiales que uno puede hacer suyas y comprender conscientemente como respuesta a la oración.

144:4.5 (1621.4) La oración, junto con la adoración que la acompaña, es un método de despegarse de la rutina diaria de la vida, del monótono trajín de la existencia material. Es una vía para acercarse a la realización espiritualizada de uno mismo y al logro de una individualidad intelectual y religiosa.

144:4.6 (1621.5) La oración es un antídoto contra la introspección nociva. La oración tal como la enseñó el Maestro aporta al alma por lo menos este beneficio. Jesús utilizó siempre la benéfica influencia de orar por sus semejantes. El Maestro solía orar normalmente en plural, no en singular. Jesús solo oró por sí mismo en los grandes momentos de crisis de su vida terrenal.

144:4.7 (1621.6) La oración es el aliento de la vida del espíritu en medio de la civilización material de las razas de la humanidad. La adoración es la salvación para las generaciones de mortales en busca de placer.

144:4.8 (1621.7) Se podría decir que orar equivale a recargar las baterías espirituales del alma, y en cambio adorar sería sintonizar el alma para captar las difusiones en el universo del espíritu infinito del Padre Universal.

144:4.9 (1621.8) La oración es la mirada sincera y anhelante del hijo hacia su Padre espíritu; es un proceso psicológico que consiste en sustituir la voluntad humana por la voluntad divina. La oración forma parte del plan divino de transformar lo que es en lo que debería ser.

144:4.10 (1621.9) Una de las razones por las cuales Pedro, Santiago y Juan, que acompañaron tantas veces a Jesús en sus largas noches de vigilia, nunca le oyeron rezar es que su Maestro casi nunca ponía sus oraciones en palabras habladas. Jesús hacía casi toda su oración en silencio: en su espíritu y en su corazón.

144:4.11 (1621.10) De todos los apóstoles, Pedro y Santiago son los que estuvieron más cerca de comprender las enseñanzas del Maestro sobre la oración y la adoración.

5. Otras formas de oración

144:5.1 (1621.11) Durante el resto de su estancia en la tierra Jesús habló algunas veces a los apóstoles sobre otras formas de oración, pero solo lo hizo para ilustrar otras cuestiones y les insistió en que no enseñaran a las multitudes estas «oraciones parábola». Muchas de ellas provenían de otros planetas habitados, aunque Jesús no reveló este hecho a los doce. Entre estas oraciones estaban las siguientes:

144:5.2 (1622.1) Padre nuestro en quien consisten los dominios del universo,

144:5.3 (1622.2) Ensalzado sea tu nombre y glorificado tu carácter.

144:5.4 (1622.3) Tu presencia nos envuelve y tu gloria se manifiesta

144:5.5 (1622.4) Imperfectamente a través de nosotros, así como se muestra perfecta en lo alto.

144:5.6 (1622.5) Danos las fuerzas vivificantes de la luz en este día,

144:5.7 (1622.6) Y no nos dejes errar por las sendas perversas de nuestra imaginación,

144:5.8 (1622.7) Pues tuya es la gloriosa presencia interior, el poder perpetuo,

144:5.9 (1622.8) Y para nosotros, el don eterno del amor infinito de tu Hijo.

144:5.10 (1622.9) Así sea y es en verdad para siempre.

* * *

144:5.12 (1622.10) Progenitor y creador nuestro que estás en el centro del universo,

144:5.13 (1622.11) Otórganos tu naturaleza y danos tu carácter.

144:5.14 (1622.12) Haznos tus hijos e hijas por la gracia

144:5.15 (1622.13) Y glorifica tu nombre por nuestro logro eterno.

144:5.16 (1622.14) Danos tu espíritu ajustador y controlador para que viva y habite dentro de nosotros

144:5.17 (1622.15) Para que podamos hacer tu voluntad en esta esfera así como las ángeles cumplen tus mandatos en la luz.

144:5.18 (1622.16) Susténtanos en nuestro progreso por la senda de la verdad en este día.

144:5.19 (1622.17) Líbranos de la inercia, del mal y de toda transgresión pecaminosa.

144:5.20 (1622.18) Sé paciente con nosotros así como nosotros mostramos amor y bondad hacia nuestros semejantes.

144:5.21 (1622.19) Derrama en nuestro corazón de criaturas el espíritu de tu misericordia.

144:5.22 (1622.20) Condúcenos con tu propia mano, paso a paso, por el incierto laberinto de la vida,

144:5.23 (1622.21) Y cuando llegue nuestro final, acoge en tu propio seno nuestro espíritu fiel.

144:5.24 (1622.22) Así sea, que se haga tu voluntad y no nuestros deseos.

* * *

144:5.26 (1622.23) Padre nuestro celestial, perfecto y justo,

144:5.27 (1622.24) Guía y dirige nuestro viaje en este día.

144:5.28 (1622.25) Santifica nuestros pasos y coordina nuestros pensamientos.

144:5.29 (1622.26) Condúcenos siempre por los caminos del progreso eterno.

144:5.30 (1622.27) Llénanos de sabiduría hasta la plenitud del poder

144:5.31 (1622.28) Y vitalízanos con tu energía infinita.

144:5.32 (1622.29) Inspíranos con la consciencia divina de

144:5.33 (1622.30) La presencia y la guía de las huestes seráficas.

144:5.34 (1622.31) Guíanos siempre hacia arriba por el sendero de la luz;

144:5.35 (1622.32) Justifícanos plenamente el día del gran juicio.

144:5.36 (1622.33) Haznos semejantes a ti en gloria eterna

144:5.37 (1622.34) Y recíbenos en tu servicio sin fin en lo alto.

* * *

144:5.39 (1622.35) Padre nuestro que estás en el misterio,

144:5.40 (1622.36) Revélanos tu carácter santo.

144:5.41 (1622.37) Concede a tus hijos de la tierra

144:5.42 (1622.38) Ver el camino, la luz y la verdad en este día.

144:5.43 (1622.39) Muéstranos el sendero del progreso eterno,

144:5.44 (1622.40) Y danos la voluntad de caminar por él.

144:5.45 (1622.41) Establece dentro de nosotros tu reinado divino

144:5.46 (1622.42) Y otórganos así el pleno dominio de nuestro yo.

144:5.47 (1622.43) No dejes que nos extraviemos por sendas de tinieblas y de muerte;

144:5.48 (1622.44) Llévanos junto a las aguas de vida para siempre.

144:5.49 (1622.45) Escucha estas oraciones nuestras por tu propio bien;

144:5.50 (1622.46) Complácete en hacernos cada vez más semejantes a ti.

144:5.51 (1623.1) Al final, en nombre del Hijo divino,

144:5.52 (1623.2) Recíbenos en los brazos eternos.

144:5.53 (1623.3) Así sea, que se haga tu voluntad y no la nuestra.

* * *

144:5.55 (1623.4) Glorioso Padre y Madre aunados en un solo progenitor,

144:5.56 (1623.5) Que seamos leales a tu naturaleza divina.

144:5.57 (1623.6) Que tu propio yo viva de nuevo en nosotros y a través de nosotros

144:5.58 (1623.7) Mediante el don y el otorgamiento de tu espíritu divino.

144:5.59 (1623.8) Te reproduciremos imperfectamente en esta esfera

144:5.60 (1623.9) Así como te muestras arriba en perfección y majestad.

144:5.61 (1623.10) Danos tu dulce ministerio de hermandad día tras día

144:5.62 (1623.11) Y condúcenos en todo momento por la senda del servicio por amor.

144:5.63 (1623.12) Que tu paciencia hacia nosotros sea siempre inagotable

144:5.64 (1623.13) Así como nosotros manifestamos tu paciencia a nuestros hijos.

144:5.65 (1623.14) Danos la sabiduría divina que hace bien todas las cosas,

144:5.66 (1623.15) Y el amor infinito que es amable con todas las criaturas.

144:5.67 (1623.16) Otórganos tu paciencia y tu amorosa benevolencia,

144:5.68 (1623.17) Para que nuestra caridad envuelva a los débiles del mundo.

144:5.69 (1623.18) Y cuando finalice nuestra carrera, haz de ella un honor para tu nombre,

144:5.70 (1623.19) Un placer para tu buen espíritu y una satisfacción para los que ayudan a nuestra alma.

144:5.71 (1623.20) Padre amoroso, que el bien eterno de tus hijos mortales no sea el que queremos nosotros sino el que tú deseas.

144:5.72 (1623.21) Así sea.

* * *

144:5.74 (1623.22) Fuente siempre fiel y todopoderoso Centro nuestro,

144:5.75 (1623.23) Venerado y santificado sea el nombre de tu Hijo misericordioso.

144:5.76 (1623.24) Tu generosidad y tus bendiciones han descendido sobre nosotros,

144:5.77 (1623.25) Para que podamos hacer tu voluntad y cumplir tus mandatos.

144:5.78 (1623.26) Danos en todo momento el sustento del árbol de la vida;

144:5.79 (1623.27) Refréscanos día tras día con las aguas vivas de ese río.

144:5.80 (1623.28) Condúcenos paso a paso fuera de las tinieblas y hacia la luz divina.

144:5.81 (1623.29) Renueva nuestra mente por las transformaciones del espíritu que mora en nuestro interior,

144:5.82 (1623.30) Y cuando nos llegue nuestro final como mortales,

144:5.83 (1623.31) Acógenos en ti y envíanos a la eternidad.

144:5.84 (1623.32) Corónanos con las diademas celestiales del servicio fructífero,

144:5.85 (1623.33) Y glorificaremos al Padre, al Hijo y a la Santa Influencia.

144:5.86 (1623.34) Que así sea, en todo un universo sin fin.

* * *

144:5.88 (1623.35) Padre nuestro que habitas en los lugares secretos del universo,

144:5.89 (1623.36) Honrado sea tu nombre, venerada tu misericordia y respetado tu juicio.

144:5.90 (1623.37) Que el sol de la rectitud brille sobre nosotros al mediodía,

144:5.91 (1623.38) Y también te suplicamos que guíes nuestros pasos inseguros al anochecer.

144:5.92 (1623.39) Condúcenos de la mano por los caminos que tú elijas,

144:5.93 (1623.40) Y no nos abandones cuando el camino sea difícil y las horas oscuras.

144:5.94 (1623.41) No nos olvides como nosotros tantas veces te olvidamos.

144:5.95 (1623.42) Pero sé misericordioso y ámanos como nosotros deseamos amarte.

144:5.96 (1623.43) Míranos desde arriba con benevolencia y perdónanos con misericordia

144:5.97 (1623.44) Así como nosotros perdonamos en justicia a los que nos afligen y nos hieren.

144:5.98 (1624.1) Que el amor, la entrega y el otorgamiento del Hijo majestuoso,

144:5.99 (1624.2) Nos lleven a la vida eterna con tu misericordia y tu amor sin fin.

144:5.100 (1624.3) Que el Dios de los universos nos otorgue la medida plena de su espíritu;

144:5.101 (1624.4) Danos la gracia de someternos a las directrices de este espíritu.

144:5.102 (1624.5) Por el ministerio de amor de las dedicadas huestes seráficas

144:5.103 (1624.6) Que el Hijo nos guíe y nos conduzca hasta el final de la edad.

144:5.104 (1624.7) Haznos cada vez más semejantes a ti

144:5.105 (1624.8) Y cuando llegue nuestro final recíbenos en el abrazo eterno del Paraíso.

144:5.106 (1624.9) Que así sea, en nombre del Hijo de otorgamiento

144:5.107 (1624.10) Y para honor y gloria del Padre Supremo.

144:5.108 (1624.11) Aunque los apóstoles no estaban autorizados a utilizar estas lecciones sobre la oración en sus enseñanzas públicas, se beneficiaron mucho de todas estas revelaciones en su experiencia religiosa personal. Jesús empleó estos y otros modelos de oración como ejemplos para la instrucción íntima de los doce, y hemos sido expresamente autorizados a transcribir estos siete modelos de oración en este relato.

6. La conferencia con los apóstoles de Juan

144:6.1 (1624.12) Hacia principios de octubre Felipe y otros apóstoles fueron a comprar comida a una aldea cercana y se encontraron allí con algunos de los apóstoles de Juan el Bautista, pues Juan, siguiendo el precedente de Jesús y ante la insistencia de Abner, el jefe de sus leales partidarios, acababa de nombrar apóstoles a doce de sus principales discípulos. Este encuentro fortuito en la plaza del mercado tuvo como resultado una conferencia de tres semanas en el campamento de Gilboa entre los apóstoles de Jesús y los de Juan. Jesús estuvo presente durante toda la primera semana de esta conferencia conjunta, pero se ausentó de Gilboa durante las dos últimas.

144:6.2 (1624.13) Para el comienzo de la segunda semana de octubre Abner había congregado a los demás apóstoles de Juan en el campamento de Gilboa y estaba preparado para reunirse en consejo con los de Jesús. Durante tres semanas, estos veinticuatro hombres se reunieron tres veces al día y seis días por semana. La primera semana Jesús se mezclaba con ellos durante los recesos entre las sesiones de mañana, tarde y noche. Ellos hubieran querido que el Maestro estuviera en las reuniones y presidiera sus deliberaciones conjuntas, pero él se negó rotundamente a participar en sus debates aunque accedió a hablarles en tres ocasiones. Estas alocuciones de Jesús a los veinticuatro trataron sobre empatía, cooperación y tolerancia.

144:6.3 (1624.14) Andrés y Abner presidieron alternativamente estas reuniones conjuntas de los dos grupos apostólicos llenas de dificultades que debatir y problemas que resolver. Los apóstoles acudían una y otra vez a Jesús con estos conflictos, pero él se limitaba a decir: «Yo solo me ocupo de vuestros problemas personales y puramente religiosos. Soy el representante del Padre para los individuos, no para los grupos. Si tenéis dificultades personales en vuestras relaciones con Dios, venid a mí; os escucharé y os aconsejaré para solucionar vuestro problema. En cambio, a la hora de coordinar interpretaciones humanas divergentes de las cuestiones religiosas y socializar la religión, os toca a vosotros resolver todos los problemas que surjan, aunque tendréis siempre mi interés y mi comprensión. Cuando lleguéis a vuestras conclusiones sobre estos asuntos carentes de importancia espiritual, y siempre que estéis todos de acuerdo, os prometo de antemano mi aprobación plena y toda mi cooperación. Ahora me iré de aquí durante dos semanas para no estorbaros en vuestras deliberaciones. No os inquietéis por mí, volveré con vosotros. Estaré ocupado en los asuntos de mi Padre, pues tenemos otros mundos además de este».

144:6.4 (1625.1) Dicho esto, Jesús bajó por la ladera de la montaña y no volvieron a verlo en dos semanas. Nunca supieron dónde fue ni qué hizo durante ese tiempo. Al principio los veinticuatro se encontraron tan desconcertados por la ausencia del Maestro que fueron incapaces de centrarse seriamente en sus problemas, pero al cabo de una semana estaban otra vez enfrascados en las discusiones sin poder recurrir a la ayuda de Jesús.

144:6.5 (1625.2) El primer acuerdo de la conferencia fue adoptar la oración que Jesús acababa de enseñarles. Votaron por unanimidad que esta sería la oración que ambos grupos de apóstoles enseñarían a los creyentes.

144:6.6 (1625.3) Luego decidieron que mientras Juan viviera, libre o encarcelado, ambos grupos de doce apóstoles seguirían haciendo su labor por separado y que celebrarían reuniones conjuntas de una semana cada tres meses en lugares por acordar en su momento.

144:6.7 (1625.4) Pero su principal problema era la cuestión del bautismo, que se había complicado todavía más cuando Jesús se negó a pronunciarse al respecto. Por fin acordaron que mientras Juan viviera —o hasta que modificaran esta decisión de manera conjunta— solo los apóstoles de Juan bautizarían a los creyentes y solo los apóstoles de Jesús darían la instrucción final a los nuevos discípulos. En consecuencia, desde aquel momento hasta la muerte de Juan, dos apóstoles de Juan acompañaron a Jesús y a sus apóstoles para bautizar a los creyentes, pues el consejo conjunto había votado por unanimidad que el bautismo había de convertirse en el paso inicial y signo exterior de la alianza con los asuntos del reino.

144:6.8 (1625.5) Acto seguido acordaron que, en caso de morir Juan, sus apóstoles se presentarían ante Jesús para ponerse bajo su dirección y que no seguirían bautizando a menos que fueran autorizados por Jesús o sus apóstoles.

144:6.9 (1625.6) Después votaron que, en caso de morir Juan, los apóstoles de Jesús empezarían a bautizar con agua como emblema del bautismo del Espíritu divino. La cuestión de si el arrepentimiento debía ligarse o no a la predicación del bautismo, se dejó como opcional y no se tomó ninguna decisión vinculante para ambos grupos. Los apóstoles de Juan predicaban: «Arrepentíos y sed bautizados», y los apóstoles de Jesús proclamaban: «Creed y sed bautizados».

144:6.10 (1625.7) Esta es la historia del primer intento de los seguidores de Jesús por coordinar esfuerzos divergentes, conciliar diferencias de opinión, organizar proyectos colectivos, legislar las observancias externas y socializar las prácticas religiosas personales.

144:6.11 (1625.8) En estas reuniones se consideraron muchas otras cuestiones de menor importancia y se resolvieron por unanimidad. Esas dos semanas fueron una experiencia verdaderamente notable para los veinticuatro hombres que se vieron obligados a afrontar problemas y solucionar dificultades sin Jesús. Aprendieron a diferir, debatir, contender, orar y transigir, a respetar el punto de vista del otro y a practicar al menos algún grado de tolerancia hacia sus opiniones de buena fe.

144:6.12 (1625.9) La tarde de su debate final sobre asuntos financieros regresó Jesús. Después de enterarse de sus deliberaciones y escuchar sus decisiones dijo: «Estas son vuestras conclusiones, y yo os ayudaré a cada uno a poner en práctica el espíritu de vuestras decisiones conjuntas».

144:6.13 (1626.1) A los dos meses y medio fue ejecutado Juan, y hasta entonces sus apóstoles permanecieron con Jesús y los doce. Todos trabajaron juntos y bautizaron a los creyentes en las ciudades de la Decápolis durante este periodo. El 2 de noviembre del año 27 d. C. desmontaron el campamento de Gilboa.

7. En las ciudades de la Decápolis

144:7.1 (1626.2) Durante los meses de noviembre y diciembre Jesús y los veinticuatro trabajaron calladamente en las ciudades griegas de la Decápolis, principalmente en Escitópolis, Gerasa, Abila y Gadara. Este fue realmente el final del periodo preliminar en el que se hicieron cargo del trabajo y de la organización de Juan. La religión socializada de una nueva revelación paga siempre el precio de transigir con las formas y costumbres establecidas por la religión precedente que intenta salvar. El bautismo fue el precio que pagaron los discípulos de Jesús por adoptar como grupo religioso socializado a los seguidores de Juan el Bautista. Los seguidores de Juan, al unirse a los de Jesús, renunciaron a casi todo excepto al bautismo con agua.

144:7.2 (1626.3) En esta misión por las ciudades de la Decápolis Jesús hizo poca predicación pública. Dedicó casi todo el tiempo a instruir a los veinticuatro y mantuvo muchas reuniones exclusivas con los doce apóstoles de Juan. Poco a poco fueron entendiendo mejor por qué Jesús no iba a visitar a Juan a la cárcel ni se esforzaba por conseguir su libertad, en cambio nunca lograron comprender por qué se negaba a hacer obras maravillosas y a mostrar los signos externos de su autoridad divina. Antes de ir al campamento del Gilboa habían creído en Jesús sobre todo por el testimonio de Juan, pero pronto empezaron a creer como resultado de su contacto personal con el Maestro y sus enseñanzas.

144:7.3 (1626.4) Durante esos dos meses los apóstoles trabajaron casi siempre de dos en dos, uno de Jesús con uno de Juan. El apóstol de Juan bautizaba, el apóstol de Jesús instruía y ambos predicaban el evangelio del reino tal como ellos lo entendían. Así ganaron muchas almas entre aquellos gentiles y judíos apóstatas.

144:7.4 (1626.5) Abner, el jefe de los apóstoles de Juan, se convirtió en fervoroso creyente en Jesús, y más tarde fue nombrado director de un grupo de setenta maestros encargados por el Maestro de predicar el evangelio.

8. El campamento cerca de Pella

144:8.1 (1626.6) A finales de diciembre se instalaron todos cerca del Jordán a la altura de Pella, donde reanudaron la enseñanza y la predicación. A este campamento acudían tanto judíos como gentiles a escuchar el evangelio. Una tarde, mientras Jesús enseñaba a la multitud, unos amigos íntimos de Juan trajeron al Maestro el último mensaje que recibiría del Bautista.

144:8.2 (1626.7) Juan llevaba ya año y medio encarcelado, y Jesús había actuado con mucha discreción durante casi todo este tiempo, por eso no era de extrañar que Juan se preguntara qué estaba pasando con el reino. Los amigos de Juan interrumpieron la enseñanza de Jesús para decirle: «Juan el Bautista nos envía a preguntarte: ¿eres tú verdaderamente el Libertador o hemos de esperar a otro?».

144:8.3 (1626.8) Jesús hizo una pausa para responder a los amigos de Juan: «Volved y decid a Juan que no ha sido olvidado. Decidle lo que habéis visto y oído, que se predica a los pobres la buena nueva». Después de hablar un poco más con los mensajeros de Juan, Jesús se volvió hacia la multitud y dijo: «No creáis que Juan duda del evangelio del reino. Solo se informa para dar seguridad a sus discípulos, que son también mis discípulos. Juan no es débil. A vosotros que oísteis predicar a Juan antes de que Herodes lo encarcelara os pregunto: ¿Qué visteis en Juan? ¿Un junco sacudido por el viento? ¿Un hombre de humor caprichoso vestido con finos ropajes? Los que viven regaladamente y van lujosamente ataviados suelen estar en las cortes de los reyes y en las mansiones de los ricos. Pero ¿qué visteis al contemplar a Juan? ¿Un profeta? Sí, yo os lo digo, y mucho más que un profeta. De Juan estaba escrito: ‘He aquí que envío a mi mensajero delante de tu faz; él preparará el camino delante de ti’.

144:8.4 (1627.1) «En verdad, en verdad os digo que entre los nacidos de mujer no hay nadie más grande que Juan el Bautista; sin embargo, incluso el más pequeño en el reino de los cielos es más grande, porque ha nacido del espíritu y sabe que se ha convertido en hijo de Dios.»

144:8.5 (1627.2) Muchos de los que escucharon a Jesús ese día recibieron el bautismo de Juan y dieron así testimonio público de su entrada en el reino. A partir de aquel día los apóstoles de Juan se adhirieron firmemente a Jesús. Este suceso marcó la unión real entre los seguidores de Juan y los de Jesús.

144:8.6 (1627.3) Después de hablar con Abner, los mensajeros volvieron hacia Maqueronte para contárselo todo a Juan. Al oír las palabras que le había dedicado Jesús y el mensaje de Abner, Juan se sintió muy reconfortado y fortalecido en su fe.

144:8.7 (1627.4) Esa misma tarde Jesús prosiguió su enseñanza, diciendo: «¿Con qué compararé a esta generación? Muchos de vosotros no recibiréis ni el mensaje de Juan ni mi enseñanza. Sois como niños jugando en la plaza del mercado que dan voces a sus compañeros y les dicen: ‘Tocamos la flauta para vosotros y no bailasteis; plañimos y no llorasteis’. Lo mismo sucede con algunos de vosotros. Juan no comía ni bebía, y dijeron que tenía un diablo. El Hijo del Hombre come y bebe, y esa misma gente dice: ‘¡Mirad, es glotón y bebedor, amigo de publicanos y pecadores!’. En verdad, la sabiduría es justificada por sus hijos.

144:8.8 (1627.5) «Parece que el Padre del cielo ha ocultado algunas de estas verdades a los sabios y altivos, y las ha revelado a los niños pequeños. Pero el Padre hace bien todas las cosas; el Padre elige sus propios métodos para revelarse al universo. Venid pues, todos los que estáis cansados y agobiados, y encontraréis descanso para vuestras almas. Haced vuestro el yugo divino y experimentaréis la paz de Dios que sobrepasa toda comprensión.»

9. La muerte de Juan el Bautista

144:9.1 (1627.6) Juan el Bautista fue ejecutado por orden de Herodes Antipas la noche del 10 de enero del año 28 d. C. Algunos discípulos de Juan que habían ido a Maqueronte se enteraron al día siguiente y fueron a pedir a Herodes el cuerpo de Juan. Lo depositaron primero en un sepulcro para enterrarlo más tarde en Sebaste, el pueblo de Abner. El 12 de enero salieron hacia el norte en dirección al campamento de los apóstoles de Juan y Jesús cerca de Pella y contaron a Jesús la muerte de Juan. Al oír la noticia Jesús despidió a la multitud, reunió a los veinticuatro y les dijo: «Juan ha muerto decapitado por orden de Herodes. Reuníos esta noche en consejo y arreglad vuestros asuntos como corresponde. Ya no habrá más dilación. Ha llegado la hora de proclamar el reino abiertamente y con poder. Mañana saldremos para Galilea»

144:9.2 (1627.7) Y así, el 13 de enero del año 28 d. C., Jesús y los apóstoles, acompañados por unos veinticinco discípulos, salieron por la mañana temprano hacia Cafarnaúm y se alojaron esa noche en casa de Zebedeo.

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