Documento 151 - La temporada de enseñanza a la orilla del mar

   
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El libro de Urantia

Documento 151

La temporada de enseñanza a la orilla del mar

151:0.1 (1688.1) EL 10 DE MARZO ya estaban todos los grupos de predicadores e instructores reunidos en Betsaida. Muchos de ellos salieron a pescar el jueves por la noche y el viernes, y el día del sabbat escucharon en la sinagoga el discurso de un anciano judío de Damasco sobre la gloria del padre Abraham. Jesús pasó la mayor parte de ese sabbat a solas en las colinas. Ese sábado por la noche habló durante más de una hora a los grupos reunidos sobre «la misión de la adversidad y el valor espiritual de la decepción». Fue una reunión memorable, y sus oyentes no olvidaron nunca esta lección del Maestro.

151:0.2 (1688.2) Jesús no se había recuperado del todo de la pena de su reciente rechazo en Nazaret; los apóstoles observaban cierta tristeza en su actitud normalmente alegre. Santiago y Juan estuvieron con él casi todo el tiempo, ya que Pedro estaba demasiado ocupado con las muchas responsabilidades relacionadas con el bienestar y la dirección del nuevo cuerpo de evangelistas. Durante este tiempo de espera antes de salir hacia Jerusalén para celebrar la Pascua, las mujeres se dedicaron a ir de casa en casa por Cafarnaúm y sus alrededores enseñando el evangelio y atendiendo a los enfermos.

1. La parábola del sembrador

151:1.1 (1688.3) Hacia esta época Jesús empezó a emplear el método de las parábolas para enseñar a las multitudes que solían reunirse a su alrededor. Ese domingo no madrugó casi nadie del grupo porque se habían quedado hablando con el Maestro hasta muy entrada la noche, así que Jesús se fue hasta la orilla del mar y se sentó en una barca, la vieja barca de pesca de Andrés y Pedro que estaba siempre a su disposición, para meditar sobre el siguiente paso en el trabajo de extender el reino. Pero el Maestro no iba a estar solo mucho tiempo porque enseguida empezó a llegar la gente de Cafarnaúm y de los pueblos cercanos. Para las diez de la mañana había casi mil personas cerca de la embarcación de Jesús pidiendo a voces su atención. Pedro, que ya se había levantado, se abrió paso hasta la barca para preguntar a Jesús: «Maestro, ¿les hablo?». Jesús respondió: «No, Pedro, les voy a contar una historia». Entonces empezó a exponer la parábola del sembrador, una de las primeras de una larga serie de parábolas destinadas a las multitudes que lo seguían. Esta embarcación tenía un asiento elevado y Jesús se sentó en él, pues era costumbre sentarse para enseñar. Pedro pronunció primero unas breves palabras y luego Jesús se dirigió así a la multitud congregada en la orilla:

151:1.2 (1688.4) «Un sembrador salió a sembrar, y al sembrar, algunas semillas cayeron al borde del camino, donde fueron pisoteadas y se las comieron las aves. Otras semillas cayeron en pedregales donde había poca tierra y brotaron inmediatamente porque no tenían profundidad de tierra, pero cuando salió el sol se secaron porque no tenían raíces para absorber humedad. Otras semillas cayeron entre espinos, y los espinos crecieron con ellas y las ahogaron, de modo que no dieron fruto. Otras semillas cayeron en tierra buena y crecieron, y unas produjeron treinta, otras sesenta y otras ciento por uno.» Al terminar la parábola dijo a la multitud: «El que tenga oídos para oír, que oiga».

151:1.3 (1689.1) Cuando oyeron a Jesús enseñar así a la gente los apóstoles y los que estaban con ellos se extrañaron mucho, y después de comentarlo entre ellos durante todo el día, Mateo preguntó a Jesús al caer la tarde en el jardín de Zebedeo: «Maestro, ¿cuál es el significado de las oscuras palabras que diriges a la multitud? ¿Por qué hablas en parábolas a los que buscan la verdad?». Jesús contestó:

151:1.4 (1689.2) «Todo este tiempo os he instruido con paciencia. A vosotros se os ha concedido conocer los misterios del reino de los cielos, pero a las multitudes sin discernimiento y a los que buscan nuestra destrucción los misterios del reino les serán presentados en parábolas a partir de ahora. Lo haremos así para que los que desean realmente entrar en el reino puedan captar el significado de la enseñanza y encontrar la salvación, mientras que los que escuchan solo para atraparnos se vean más confundidos, puesto que verán sin ver y oirán sin oír. Hijos, ¿no percibís la ley del espíritu que dicta que al que tiene se le dará para que tenga en abundancia, pero al que no tiene aun lo que tiene se le quitará? Por eso en adelante hablaré mucho a la gente en parábolas, de manera que nuestros amigos y los que desean conocer la verdad encuentren lo que buscan, mientras que nuestros enemigos y los que no aman la verdad escuchen sin entender. Mucha de esta gente no sigue el camino de la verdad. El profeta describió bien a todas esas almas sin discernimiento cuando dijo: ‘Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible, son duros de oído y han cerrado sus ojos para no percibir la verdad y comprenderla en su corazón’.»

151:1.5 (1689.3) Los apóstoles no entendieron del todo el significado de las palabras del Maestro. Mientras Andrés y Tomás seguían hablando con Jesús, Pedro y los demás apóstoles se reunieron en otra parte del jardín para comentar a fondo sobre este asunto.

2. La interpretación de la parábola

151:2.1 (1689.4) Pedro y su grupo llegaron a la conclusión de que la parábola del sembrador era una alegoría con un significado oculto en cada uno de sus elementos, así que decidieron pedir a Jesús que se la explicara. Pedro se acercó al Maestro y le dijo: «No podemos captar el significado de esta parábola y deseamos que nos la expliques, puesto que dices que se nos han dado a conocer los misterios del reino». Jesús respondió así a Pedro: «Hijo, no deseo ocultarte nada, pero prefiero que me cuentes primero lo qué habéis estado hablando; ¿cuál es tu interpretación de la parábola?».

151:2.2 (1689.5) Después de un momento de silencio Pedro dijo: «Maestro, hemos hablado mucho sobre la parábola, y he llegado a esta interpretación: El sembrador es el predicador del evangelio; la semilla es la palabra de Dios. La semilla que cayó al borde del camino representa a los que no entienden la enseñanza del evangelio. Los pájaros que se comieron la semilla sobre la tierra endurecida representan a Satanás, o el maligno, que arrebata lo que se ha sembrado en el corazón de estos ignorantes. La semilla caída en el pedregal, que nace rápidamente, representa a las personas superficiales y poco reflexivas que reciben con gozo el mensaje de la buena nueva, pero la verdad no echa raíces en su comprensión más profunda. Su devoción dura poco ante las aflicciones y persecuciones. Estos creyentes tropiezan cuando aparecen los problemas; sucumben en el momento de la tentación. La semilla caída entre espinos representa a los que escuchan la palabra de buena gana, pero los afanes de este mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra de la verdad y no da fruto. En cambio la semilla caída en tierra buena, que rinde treinta, sesenta o ciento por uno, representa a los que, al oír la verdad, la reciben con distintos grados de aprecio —según sus diversas dotes intelectuales— y por eso manifiestan distintos grados de experiencia religiosa».

151:2.3 (1690.1) Tras escuchar la interpretación de Pedro, Jesús preguntó a los demás apóstoles si tenían otras sugerencias sobre la parábola. El único que respondió a esta invitación fue Natanael diciendo: «Maestro, aunque veo muchas cosas buenas en la interpretación de Simón Pedro, no estoy de acuerdo en todo. Mi idea de esta parábola sería: La semilla representa al evangelio del reino y el sembrador simboliza a los mensajeros del reino. Las semillas que cayeron en tierra dura al borde del camino representan a los que han oído hablar poco del evangelio, a los que son indiferentes al mensaje y a los que han endurecido sus corazones. Los pájaros del cielo que se comieron las semillas al borde del camino representan nuestros hábitos de vida, la tentación del mal y los deseos de la carne. Las semillas que cayeron en terreno pedregoso simbolizan a las personas impresionables que reciben rápidamente la nueva enseñanza y abandonan la verdad con la misma rapidez cuando se enfrentan a las dificultades y las realidades de vivir conforme a esta verdad; les falta percepción espiritual. Las semillas que cayeron entre espinos representan a los que se sienten atraídos por las verdades del evangelio; están dispuestos a seguir sus enseñanzas, pero el orgullo del mundo, los celos, la envidia y las angustias de la existencia humana se lo impiden. Las semillas que cayeron en tierra buena y dieron, unas treinta, otras sesenta y otras ciento por uno representan los diversos grados naturales de aptitud para comprender la verdad y responder a sus enseñanzas espirituales por parte de hombres y mujeres que poseen diferentes dotaciones de iluminación espiritual».

151:2.4 (1690.2) Cuando Natanael hubo terminado de hablar, los apóstoles y sus compañeros entablaron un acalorado debate, unos a favor de la interpretación de Pedro y otros, casi igual de numerosos, de la de Natanael. Mientras tanto, Pedro y Natanael se habían retirado a la casa, donde se enzarzaron en una intensa discusión para convencer al otro y hacerle cambiar de opinión.

151:2.5 (1690.3) El Maestro dejó que la confusión alcanzara su punto de máxima expresión y luego los convocó con unas palmadas. Cuando estuvieron todos reunidos en torno a él, les dijo: «Antes de comentaros esta parábola, ¿tiene alguno de vosotros algo que decir?». Hubo un momento de silencio, y Tomás dijo: «Sí, Maestro, quiero decir unas palabras. Recuerdo que una vez nos previniste contra esto mismo. Nos recomendaste que empleáramos historias verdaderas, no fábulas, como ejemplos en nuestra predicación; que eligiéramos la historia más adecuada para ilustrar únicamente la verdad central y esencial que queríamos enseñar a la gente, y que, después de haber utilizado así la historia, no intentáramos hacer una aplicación espiritual de todos los detalles menores contenidos en la historia que habíamos contado. Opino que tanto Pedro como Natanael se equivocan al intentar interpretar esta parábola. Admiro su habilidad para estas cosas, pero estoy convencido de que todos esos intentos de reflejar todos los aspectos de una parábola natural en analogías espirituales solo pueden crear confusión y distorsionar considerablemente la comprensión del verdadero propósito de la parábola. Y esto lo prueba claramente el hecho de que hace una hora estábamos todos de acuerdo y ahora estamos divididos en dos grupos enfrentados por opiniones diferentes sobre esta parábola. A mi modo de ver, cada grupo se agarra tanto a su opinión que se nubla nuestra capacidad de captar plenamente la gran verdad que querías transmitir cuando presentaste esta parábola a la multitud y nos pediste después que la comentáramos».

151:2.6 (1691.1) Las palabras de Tomás calmaron los ánimos de todos y les recordaron lo que Jesús les había enseñado en ocasiones anteriores. Antes de que Jesús tomara la palabra, Andrés se levantó y dijo: «Estoy convencido de que Tomás tiene razón, y me gustaría que nos dijera lo que significa para él la parábola del sembrador». Jesús asintió con un gesto, y Tomás dijo: «Hermanos, no quisiera prolongar esta discusión, pero si así lo deseáis, os diré que pienso que esta parábola fue dicha para enseñarnos una gran verdad. Y es que, por mucho que nos esforcemos en ejecutar nuestra misión divina con eficacia y fidelidad, el éxito de nuestra enseñanza del evangelio del reino será muy variable, y que todas estas diferencias de resultado serán consecuencia directa de las condiciones inherentes a las circunstancias de nuestro ministerio, condiciones sobre las que tenemos poco o ningún control».

151:2.7 (1691.2) Esta explicación de Tomás dejó prácticamente convencidos a casi todos sus compañeros de predicación, e incluso Pedro y Natanael iban a hablar con él, cuando Jesús se levantó y dijo: «Muy bien Tomás, has captado el verdadero significado de las parábolas, pero Pedro y Natanael os han hecho a todos el mismo bien al mostraros de forma real el peligro de intentar convertir mis parábolas en alegorías. Podéis dejar volar la imaginación especulativa dentro de vuestro corazón y muchas veces será provechoso, pero cometeréis un error si intentáis incorporar esas conclusiones a vuestra enseñanza pública».

151:2.8 (1691.3) Una vez disipada la tensión, Pedro y Natanael se felicitaron mutuamente por sus interpretaciones, y todos los apóstoles menos los gemelos Alfeo se aventuraron a hacer una interpretación de la parábola del sembrador antes de retirarse a dormir. Incluso Judas Iscariote ofreció una interpretación muy verosímil. Los doce solían intentar muchas veces descifrar entre ellos las parábolas del Maestro como si fueran alegorías, pero nunca más volvieron a tomarse en serio esas especulaciones. Fue una sesión muy provechosa para los apóstoles y sus compañeros, sobre todo porque a partir de entonces Jesús emplearía cada vez más parábolas en su enseñanza pública.

3. Más sobre las parábolas

151:3.1 (1691.4) El método de la parábola encajaba muy bien con la mentalidad de los apóstoles, tanto es así que se pasaron toda la tarde siguiente hablando de parábolas. Jesús inició la conversación de la noche diciendo: «Amados míos, cuando enseñéis debéis adaptar siempre vuestra presentación de la verdad a la mente y el corazón de los que os escuchan. Cuando os encontréis ante una multitud de intelectos y temperamentos variados no podréis emplear palabras diferentes para cada clase de oyente, pero sí podréis contar una historia para transmitir vuestra enseñanza. Y así cada grupo, incluso cada individuo, podrá hacer su propia interpretación de vuestra parábola según sus propias dotes intelectuales y espirituales. Haced que vuestra luz brille, pero hacedlo con sabiduría y buen criterio. Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija o la pone debajo de una cama, sino sobre un candelero para que todos puedan ver la luz. Os diré que no hay nada oculto en el reino de los cielos que no haya de ser manifestado; ni tampoco hay secretos que al final no se den a conocer. Todas esas cosas acabarán saliendo a la luz. No penséis solo en las multitudes y en su forma de escuchar la verdad; prestad también atención a vuestra propia forma de escuchar. Recordad lo que os he dicho muchas veces: Al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará incluso lo que cree que tiene».

151:3.2 (1692.1) Esta continuación de las conversaciones sobre el tema de las parábolas y las instrucciones adicionales sobre su interpretación se pueden resumir y expresar en términos modernos como sigue:

151:3.3 (1692.2) 1. Jesús no era partidario de emplear fábulas ni alegorías para enseñar las verdades del evangelio, en cambio recomendó la libre utilización de parábolas, y en especial de parábolas tomadas de la naturaleza. Insistió sobre el valor de utilizar la analogía existente entre el mundo natural y el espiritual como uno de los medios de enseñar la verdad. Aludió con frecuencia a lo natural como «la sombra irreal y fugaz de las realidades del espíritu».

151:3.4 (1692.3) 2. Jesús narró tres o cuatro parábolas tomadas de las escrituras hebreas, y llamó la atención sobre el hecho de que este método de enseñanza no era del todo nuevo. Sin embargo, él lo renovó por su forma de emplearlo a partir de entonces.

151:3.5 (1692.4) 3. Al enseñar a los apóstoles el valor de las parábolas, Jesús subrayó los aspectos siguientes:

151:3.6 (1692.5) La parábola hace un llamamiento simultáneo a niveles muy distintos de la mente y el espíritu. La parábola estimula la imaginación, desafía al discernimiento y provoca el pensamiento crítico; promueve la simpatía sin despertar antagonismos.

151:3.7 (1692.6) La parábola lleva a la percepción de lo desconocido partiendo de cosas conocidas. La parábola utiliza lo material y lo natural como medio de presentar lo espiritual y lo supramaterial.

151:3.8 (1692.7) Las parábolas favorecen la toma de decisiones morales imparciales. La parábola salva muchos prejuicios e introduce con elegancia nuevas verdades en la mente, y todo ello despertando un mínimo de reacciones defensivas de resentimiento personal.

151:3.9 (1692.8) Rechazar la verdad contenida en la analogía de una parábola requiere una acción intelectual consciente que se oponga directamente al juicio recto y la decisión equitativa de la persona. La parábola conduce a forzar el pensamiento a través del sentido del oído.

151:3.10 (1692.9) El uso de la parábola como medio de enseñanza permite al maestro presentar verdades nuevas e incluso sorprendentes, evitando al mismo tiempo en gran medida toda controversia y todo conflicto externo con la tradición y la autoridad establecida.

151:3.11 (1693.1) La parábola posee además la ventaja de estimular en el oyente el recuerdo de la verdad contenida en su enseñanza cuando se encuentre más adelante con las mismas escenas que le son familiares.

151:3.12 (1693.2) Jesús intentó así dar a conocer a sus seguidores muchas de las razones que le llevaban a utilizar cada vez más las parábolas en su enseñanza pública.

151:3.13 (1693.3) Hacia el final de la lección de la noche Jesús hizo su primer comentario sobre la parábola del sembrador. Dijo que la parábola se refería a dos cosas. En primer lugar, era una revisión de su propio ministerio hasta ese momento y un pronóstico de lo que le esperaba durante el resto de su vida en la tierra. En segundo lugar, era también una alusión a lo que los apóstoles y otros mensajeros del reino podían esperar en su ministerio, de generación en generación, con el paso del tiempo.

151:3.14 (1693.4) Jesús recurrió también a las parábolas como la mejor manera de refutar las elaboradas afirmaciones de los líderes religiosos de Jerusalén empeñados en demostrar que contaba con la colaboración de los demonios y del príncipe de los diablos. La asociación con la naturaleza echaba por tierra esta acusación porque la gente de entonces consideraba que todos los fenómenos naturales provenían de la acción directa de seres espirituales y fuerzas sobrenaturales. Además, este método de enseñanza le permitía proclamar verdades esenciales a los que deseaban conocer el mejor camino, al tiempo que proporcionaba a sus enemigos menos oportunidades de encontrar motivos de ofensa y acusación.

151:3.15 (1693.5) Antes de despedir al grupo para pasar la noche, Jesús dijo: «Os voy a contar ahora la última parte de la parábola del sembrador. Quiero probaros para saber cómo recibiréis esto: El reino de los cielos es también como un hombre que echó buena semilla en la tierra, y mientras dormía de noche y se afanaba de día, la semilla brotó y creció, y aunque no sabía cómo había ocurrido, la planta dio fruto. Primero salió la hoja, luego la espiga y luego el grano entero en la espiga. Y cuando el grano estuvo maduro, metió la hoz y recogió la cosecha. El que tenga oídos para oír, que oiga».

151:3.16 (1693.6) Los apóstoles dieron muchas vueltas en la cabeza a estas palabras, pero el Maestro nunca volvió a referirse a este epílogo de la parábola del sembrador.

4. Más parábolas junto al mar

151:4.1 (1693.7) Al día siguiente Jesús volvió a predicar a la gente desde la embarcación y dijo: «El reino de los cielos es como un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormía, vino su enemigo y sembró malas hierbas entre el trigo y huyó. Cuando el trigo brotó y produjo grano aparecieron también las malas hierbas, y entonces los siervos del dueño fueron a decirle: ‘Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿de dónde, pues, tiene malas hierbas?’ El dueño les respondió: ‘Un enemigo ha hecho esto’. Y los siervos le dijeron: ‘¿Quieres que vayamos y arranquemos las malas hierbas?’. Pero él les dijo: ‘No, no sea que al recogerlas arranquéis también el trigo. Dejad que ambas crezcan juntas hasta la cosecha, y al tiempo de la siega diré a los segadores: recoged primero las malas hierbas y atadlas en manojos para quemarlas, pero el trigo recogedlo en mi granero’».

151:4.2 (1693.8) Después de algunas preguntas de la gente, Jesús contó otra parábola: «El reino de los cielos es como un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. La semilla de mostaza es en verdad la más pequeña de todas las simientes, pero cuando ha crecido es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de modo que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas».

151:4.3 (1694.1) «El reino de los cielos es también semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó fermentado.»

151:4.4 (1694.2) «El reino de los cielos es también como un tesoro escondido en un campo que un hombre descubrió. Lleno de gozo fue a vender todo lo que poseía para tener dinero para comprar el campo.»

151:4.5 (1694.3) «El reino de los cielos es también como un mercader que busca perlas finas, y al encontrar una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía para poder comprar la perla extraordinaria.»

151:4.6 (1694.4) «Asimismo, el reino de los cielos es semejante a una red barredera que fue echada al mar y recogió peces de toda clase. Cuando se llenó los pescadores la sacaron a la playa, donde se sentaron para escoger el pescado, y recogieron los buenos en canastas pero echaron fuera los malos.»

151:4.7 (1694.5) Jesús contó a las multitudes muchas otras parábolas. De hecho, a partir de esa época casi siempre empleó este método para enseñar a las masas. Después de hablar en parábolas al público, aprovechaba las clases vespertinas para explicar sus enseñanzas con más profundidad y detenimiento a los apóstoles y evangelistas.

5. La visita a Queresa

151:5.1 (1694.6) La muchedumbre siguió creciendo a lo largo de la semana. El sabbat, Jesús se retiró rápidamente a las colinas, pero el domingo por la mañana volvió el gentío. Jesús les habló al comienzo de la tarde, después de la predicación de Pedro, y al terminar dijo a sus apóstoles: «Estoy cansado de las multitudes; crucemos a la otra orilla para poder descansar un día».

151:5.2 (1694.7) Mientras atravesaban el lago se levantó una de las tempestades violentas y repentinas que son características del mar de Galilea, sobre todo en esa época del año. Esta masa de agua está a unos doscientos metros por debajo del nivel del mar, rodeada por riberas altas, sobre todo hacia el oeste, con gargantas abruptas que van desde las colinas hasta el lago. Durante el día se forma una bolsa de aire caliente sobre el lago, y al ponerse el sol el aire frío de las gargantas tiene tendencia a precipitarse sobre el lago. Estos vendavales se forman de repente y a veces se desvanecen con la misma rapidez.

151:5.3 (1694.8) Fue precisamente uno de estos vendavales vespertinos lo que sorprendió a la embarcación que llevaba a Jesús a la otra orilla esa tarde de domingo. Otras tres embarcaciones con algunos de los evangelistas más jóvenes le iban a la zaga. La tempestad era intensa, aunque muy localizada en esa zona del lago, pues no había indicio de tormenta en la costa oeste. El viento era tan fuerte que las olas empezaron a barrer la embarcación. El fuerte viento había arrancado la vela antes de que los apóstoles pudieran recogerla, y ahora dependían enteramente de sus remos mientras bogaban penosamente hacia la costa, que estaba a unos dos kilómetros y medio de distancia.

151:5.4 (1694.9) Jesús, mientras tanto, dormía en la popa bajo un pequeño cobertizo. El Maestro estaba cansado cuando salieron de Betsaida, y les había propuesto pasar a la otra orilla para poder descansar. Estos antiguos pescadores, remeros fuertes y experimentados, peleaban contra uno de los peores temporales de su vida; el viento y las olas zarandeaban la embarcación como un barco de juguete, pero Jesús seguía durmiendo tranquilamente. Pedro estaba en el remo de la derecha cerca de la popa, y al ver que la barca se llenaba de agua, soltó el remo y fue al cobertizo a zarandear a Jesús. Al despertarlo le dijo: «Maestro, ¿no ves que estamos en plena tormenta? Si no nos salvas, pereceremos todos».

151:5.5 (1695.1) Jesús salió de su cobertizo a la lluvia, miró primero a Pedro, y luego escudriñó la oscuridad hacia los esforzados remeros y volvió otra vez la mirada hacia Simón Pedro, que en su agitación aún no había retomado el remo. Jesús dijo a Pedro: «¿Por qué tenéis todos tanto miedo? ¿Dónde está vuestra fe? Paz, estad tranquilos». Apenas había hecho Jesús este reproche a Pedro y a los demás apóstoles, apenas había insistido a Pedro en que buscara la paz y tranquilizara su alma atribulada, la atmósfera recuperó su equilibrio y sobrevino una gran calma. Las olas furiosas se aplacaron de inmediato, desaparecieron los oscuros nubarrones tras el aguacero y las estrellas del cielo brillaron en lo alto. A nuestro juicio, todo esto fue pura coincidencia pero los apóstoles, y en especial Simón Pedro, nunca dejaron de considerar el episodio como un milagro de la naturaleza. Era muy fácil para los hombres de aquel tiempo creer en milagros de la naturaleza, puesto que creían firmemente que toda la naturaleza era un fenómeno controlado directamente por fuerzas espirituales y seres sobrenaturales.

151:5.6 (1695.2) Jesús explicó claramente a los doce que había hablado a sus espíritus atribulados y se había dirigido a sus mentes sacudidas por el miedo, que no había dado ninguna orden a los elementos, pero fue inútil. Los seguidores del Maestro se empeñaron siempre en interpretar a su manera todos estos acontecimientos fortuitos. A partir de ese día persistieron en considerar que el Maestro tenía poder absoluto sobre los elementos naturales. Pedro no se cansó nunca de contar que «hasta el viento y el mar le obedecían».

151:5.7 (1695.3) Ya bien entrada la noche, Jesús y sus compañeros alcanzaron la orilla. Como la noche estaba tranquila y hermosa, todos se quedaron a descansar en las barcas y no fueron a tierra hasta que salió el sol. Cuando se hubieron reunido, unos cuarenta en total, Jesús dijo: «Iremos a aquellas colinas y nos quedaremos unos días para reflexionar sobre los problemas del reino del Padre».

6. El lunático de Queresa

151:6.1 (1695.4) Aunque la mayor parte de la costa este del lago subía en pendiente suave hacia las tierras altas, en ese punto concreto había una ladera empinada, y en algunos lugares la costa caía a pique hasta el lago. Jesús apuntó hacia la falda de la colina cercana diciendo: «Subamos por esa ladera para desayunar, y podremos descansar y hablar en alguno de los refugios».

151:6.2 (1695.5) Toda esta ladera estaba llena de cavernas excavadas en la roca, y muchos de estos nichos eran antiguos sepulcros. Hacia la mitad de la ladera, en una pequeña planicie relativamente llana, estaba el cementerio de la pequeña aldea de Queresa. Cuando el grupo de Jesús pasó cerca de este cementerio, un lunático que vivía en las cavernas de la ladera corrió hacia ellos. Este demente, muy conocido en aquellos parajes, estuvo en otro tiempo encadenado en una de las grutas, pero hacía mucho que había roto sus ataduras y vagaba a su antojo entre las tumbas y los sepulcros abandonados.

151:6.3 (1696.1) Este hombre, llamado Amós, padecía locura intermitente. Tenía periodos relativamente largos en los que se ponía ropa y se comportaba bastante bien con sus semejantes. En uno de esos intervalos de lucidez había ido a Betsaida, donde escuchó la predicación de Jesús y los apóstoles y empezó a creer a medias en el evangelio del reino. Pero luego volvió a entrar en la fase trastornada de su enfermedad y huyó hacia las tumbas, donde gemía, clamaba a gritos y aterrorizaba a todo el que pasaba por ahí.

151:6.4 (1696.2) Cuando Amós reconoció a Jesús cayó a sus pies y exclamó: «Te conozco, Jesús, pero estoy poseído por muchos demonios y te suplico que no me atormentes». Este hombre estaba convencido de que sus crisis mentales periódicas se debían a la acción de espíritus malignos o impuros que entraban en él y dominaban su mente y su cuerpo. Pero sus trastornos eran más que nada emocionales, su cerebro no estaba gravemente enfermo.

151:6.5 (1696.3) Jesús bajó la mirada hacia el hombre agazapado como un animal a sus pies, se inclinó, lo tomó de la mano, lo levantó y le dijo: «Amós, no estás poseído por ningún demonio; ya has oído la buena nueva de que eres hijo de Dios. Te ordeno que salgas de esta crisis». Cuando Amós oyó a Jesús decir estas palabras, se produjo tal transformación en su intelecto que recobró inmediatamente el juicio y el control normal de sus emociones. Para entonces se había congregado ya un buen número de personas procedentes de la aldea cercana, y también se unieron al público unos porqueros que venían de las tierras altas situadas más arriba. Todos se sorprendieron al ver al lunático en su sano juicio sentado con Jesús y sus seguidores y conversando libremente con ellos.

151:6.6 (1696.4) Mientras los porqueros corrían hacia la aldea para divulgar la noticia de que el lunático había sido amansado, los perros cargaron contra una pequeña piara de unos treinta cerdos que se había quedado sin guarda y los empujaron hacia el precipicio, de modo que la mayoría cayeron al mar. Este acontecimiento fortuito, unido a la presencia de Jesús y a la curación supuestamente milagrosa del lunático, dio origen a la leyenda de que Jesús había curado a Amós expulsando de él a una legión de demonios, y que esos demonios se habían metido en la piara de cerdos y los habían despeñado en el mar. Antes del final del día los porqueros habían publicado la noticia a los cuatro vientos y toda la aldea la creyó. Amós se creyó la historia sin la menor duda, porque vio a los cerdos caer por el precipicio poco después de haber recuperado su equilibrio mental, y se convenció definitivamente de que se habían llevado consigo a los mismos espíritus malignos que lo habían atormentado y afligido durante tanto tiempo. Esto contribuyó en gran medida a que su curación fuera permanente. Es igualmente cierto que todos los apóstoles de Jesús (salvo Tomás) creyeron que el episodio de los cerdos estaba directamente relacionado con la curación de Amós.

151:6.7 (1696.5) Jesús no consiguió descansar como pretendía. Estuvo asediado casi todo el día por los que acudieron atraídos por la noticia de la curación de Amós, y por la historia de que los demonios habían salido del lunático para meterse en la piara de cerdos. Y así, el martes por la mañana temprano después de una sola noche de descanso, Jesús y sus amigos fueron despertados por una delegación de los criadores de cerdos para pedirles que se marcharan. El portavoz de estos gentiles dijo a Pedro y Andrés: «Pescadores de Galilea, alejaos de nosotros y llevaos a vuestro profeta. Sabemos que es un hombre santo, pero los dioses de nuestro país no lo conocen, y corremos el riesgo de perder muchos cerdos. Vuestra presencia nos da miedo, por eso os rogamos que os vayáis de aquí». Al oír esto, Jesús dijo a Andrés: «Volvamos a casa».

151:6.8 (1697.1) Cuando estaban a punto de marcharse, Amós suplicó a Jesús que le permitiera volver con ellos, pero el Maestro no accedió. Jesús dijo a Amós: «No olvides que eres hijo de Dios. Vuelve con tu gente y muéstrales las grandes cosas que Dios ha hecho por ti». Y Amós fue publicando por todas partes que Jesús había expulsado a una legión de demonios de su alma atribulada, y que estos espíritus malignos se habían metido en una piara de cerdos y los habían arrastrado a su destrucción inmediata. No paró hasta que hubo publicado en todas las ciudades de la Decápolis las grandes cosas que Jesús había hecho por él.

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