Documento 102 - Los fundamentos de la fe religiosa

   
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El libro de Urantia

Documento 102

Los fundamentos de la fe religiosa

102:0.1 (1118.1) PARA EL materialista no creyente el hombre es un simple accidente evolutivo. Sus esperanzas de supervivencia penden de una ficción de la imaginación mortal; sus miedos, amores, anhelos y creencias no son más que reacciones asociadas a la yuxtaposición fortuita de ciertos átomos de materia sin vida. No hay despliegue de energía ni expresión de confianza que pueda transportarlo más allá de la tumba. Las obras piadosas y el genio inspirador de los mejores hombres están condenados a extinguirse con la muerte, la larga noche solitaria de olvido eterno y extinción del alma. La única recompensa del hombre por vivir y esforzarse bajo el sol temporal de la existencia mortal es una desesperanza sin nombre. Cada día de la vida aprieta de forma lenta y segura el nudo de un destino despiadado impuesto por un universo material hostil e implacable como insulto supremo a todo lo que es bello, noble, bueno y elevado en el deseo humano.

102:0.2 (1118.2) Pero este no es el fin ni el destino eterno del hombre. Esta concepción no es más que el grito desesperado del alma errante perdida en la oscuridad espiritual, que sigue luchando valerosamente entre las sofisterías mecanicistas de una filosofía material y se encuentra cegada por la confusión y las distorsiones de una erudición compleja. Esta oscura condena y este destino desesperado se disipan para siempre y por completo ante un solo despliegue valiente de fe por parte del más humilde e indocto de los hijos de Dios en la tierra.

102:0.3 (1118.3) Esta fe salvadora nace en el corazón humano cuando la consciencia moral del hombre se da cuenta de que los valores humanos pueden ser trasladados en la experiencia del mortal de lo material a lo espiritual, de lo humano a lo divino, del tiempo a la eternidad.

1. Las seguridades de la fe

102:1.1 (1118.4) La acción del Ajustador del Pensamiento explica que el sentido primitivo y evolutivo del deber dé paso a una fe más alta y más cierta en las realidades eternas de la revelación. Tiene que haber hambre de perfección en el corazón humano para que pueda desarrollar su capacidad de comprender las sendas de la fe que conducen al logro supremo. Si un hombre elige hacer la voluntad divina, conocerá el camino de la verdad. Es literalmente cierto que «hay que conocer las cosas humanas para poder amarlas, pero hay que amar las cosas divinas para poder conocerlas». Sin embargo, las dudas honradas y los cuestionamientos sinceros no son pecado; estas actitudes solo suponen un retraso en el viaje progresivo hacia el logro de la perfección. La confianza del niño abre al hombre las puertas del reino del ascenso celestial, pero solo podrá progresar si practica firmemente la fe robusta y convencida del adulto.

102:1.2 (1119.1) La razón de la ciencia está basada en los hechos observables del tiempo. La fe de la religión se fundamenta en el programa de la eternidad para el espíritu. La verdadera sabiduría nos exhorta a permitir que la fe lleve a cabo mediante la visión interior religiosa y la transformación espiritual lo que el conocimiento y la razón no pueden hacer por nosotros.

102:1.3 (1119.2) Como consecuencia del aislamiento provocado por la rebelión, la revelación de la verdad en Urantia se ha mezclado demasiadas veces con nociones procedentes de cosmologías parciales y transitorias. La verdad se mantiene inalterable de generación en generación, pero las enseñanzas sobre el mundo físico que se asocian a ella varían de día en día y de año en año. La verdad eterna no debe ser menospreciada por el hecho de haber sido relacionada circunstancialmente con ideas obsoletas sobre el mundo material. Cuanta más ciencia sepáis, menos seguros estaréis; cuanta más religión tengáis, más seguros estaréis.

102:1.4 (1119.3) Las certezas de la ciencia proceden enteramente del intelecto; las certezas de la religión surgen de los fundamentos mismos de la personalidad completa. La ciencia apela a la comprensión de la mente; la religión apela a la lealtad y la entrega de cuerpo, mente y espíritu, es decir, de toda la personalidad.

102:1.5 (1119.4) Dios es tan totalmente real y tan absoluto que no se puede ofrecer ningún signo material de prueba ni ninguna demostración de supuestos milagros como testimonio de su realidad. Lo conoceremos siempre porque confiamos en él, y nuestra creencia en él está enteramente basada en nuestra participación personal en las manifestaciones divinas de su realidad infinita.

102:1.6 (1119.5) El Ajustador del Pensamiento que mora en el interior despierta infaliblemente en el alma del hombre una auténtica hambre de búsqueda de la perfección junto con una curiosidad de amplio alcance que solo se pueden satisfacer adecuadamente mediante la comunión con Dios, la fuente divina de ese Ajustador. El alma hambrienta del hombre se niega a satisfacerse con nada que no sea la realización personal del Dios vivo. Sea Dios lo que fuere además de una personalidad moral perfecta y superior, en nuestro concepto hambriento y finito no puede ser nada menos.

2. La religión y la realidad

102:2.1 (1119.6) Las mentes atentas y las almas discernidoras reconocen la religión cuando la encuentran en la vida de sus semejantes. La religión no necesita definición; todos conocemos sus frutos sociales, intelectuales, morales y espirituales. Y esto se debe a que la religión es propiedad de la raza humana; no es producto de la cultura. También es cierto que nuestra percepción de la religión sigue siendo humana y está, por lo tanto, sujeta al cautiverio de la ignorancia, la esclavitud de la superstición, los engaños de los sofismas y los espejismos de la falsa filosofía.

102:2.2 (1119.7) Una de las características peculiares de la verdadera seguridad religiosa es que, a pesar del carácter absoluto de sus afirmaciones y la firmeza de su actitud, el espíritu de su expresión es tan templado y equilibrado que no transmite la menor imposición o exaltación egoísta del propio yo. La sabiduría de la experiencia religiosa es en cierto modo una paradoja, porque además de ser originaria del humano proviene del Ajustador. La fuerza religiosa no es producto de las prerrogativas personales del individuo sino resultado de la asociación sublime del hombre con la fuente sempiterna de toda sabiduría. Y así es como las palabras y los hechos de la verdadera religión no contaminada adquieren una autoridad convincente para todos los mortales esclarecidos.

102:2.3 (1119.8) Es difícil identificar y analizar los factores de una experiencia religiosa, pero es fácil observar que las personas que practican así la religión llevan adelante sus vidas como si estuvieran ya en presencia del Eterno. Los creyentes reaccionan ante esta vida temporal como si la inmortalidad estuviese ya a su alcance. En la vida de esos mortales hay una originalidad válida y una espontaneidad de expresión que los segrega para siempre de sus semejantes imbuidos exclusivamente de la sabiduría del mundo. Las personas religiosas parecen vivir eficazmente liberadas del acoso de la prisa y de las tensiones dolorosas propias de las vicisitudes inherentes a las corrientes transitorias del tiempo. Muestran una estabilización de la personalidad y una tranquilidad de carácter que las leyes de la fisiología, la psicología o la sociología no alcanzan a explicar.

102:2.4 (1120.1) El tiempo es un elemento invariable en el logro del conocimiento; las dotaciones de la religión son asequibles en el acto, aunque existe el factor importante del crecimiento en la gracia, que supone un avance claro en todas las fases de la experiencia religiosa. El conocimiento es una búsqueda eterna: siempre estáis aprendiendo sin conseguir llegar nunca al conocimiento pleno de la verdad absoluta. El conocimiento en sí no puede proporcionar certeza absoluta, solo la probabilidad creciente de acercarse a ella, en cambio el alma religiosa espiritualmente iluminada sabe, y sabe ahora. Pero esta certeza profunda y decisiva no lleva a la persona religiosa sensata a desinteresarse de los altibajos del progreso de la sabiduría humana, que está ligada por su extremo material al lento desarrollo de la ciencia.

102:2.5 (1120.2) Incluso los descubrimientos de la ciencia no son verdaderamente reales en la consciencia de la experiencia humana hasta que se desentrañan y correlacionan, hasta que sus hechos relevantes adquieren significado efectivo al incorporarse a los circuitos de las corrientes de pensamiento de la mente. El hombre mortal ve incluso su entorno físico desde el nivel de la mente, desde la perspectiva del registro psicológico de la mente. Por eso no es de extrañar que el hombre haga una interpretación muy unificada del universo e intente después identificar la unidad de energías de su ciencia con la unidad de espíritu de su experiencia religiosa. La mente es unidad; la consciencia mortal vive en el nivel de la mente y percibe las realidades universales con los ojos de la dotación de mente. La perspectiva de la mente no revela la unidad existencial de la fuente de la realidad, la Primera Fuente y Centro, pero puede describir y a veces describe al hombre la síntesis experiencial de energía, mente y espíritu en el Ser Supremo y como Ser Supremo. Pero la mente no puede lograr nunca esta unificación de la diversidad de la realidad si no es firmemente consciente de las cosas materiales, de los significados intelectuales y de los valores espirituales. Solo hay unidad en la armonía de la triunidad de la realidad funcional, y solo en la unidad se satisface la personalidad al percatarse de la constancia y la coherencia cósmica.

102:2.6 (1120.3) A través de la filosofía es como mejor se encuentra la unidad en la experiencia humana. Y aunque el cuerpo del pensamiento filosófico se fundamenta necesariamente en hechos materiales, la visión interior espiritual del mortal es el alma y la energía de la verdadera dinámica filosófica.

102:2.7 (1120.4) El hombre evolutivo no siente ninguna inclinación natural hacia el trabajo duro. En su experiencia vital, seguir el ritmo impuesto por los imperiosos afanes y exigencias de una experiencia religiosa progresiva supone una actividad incesante de crecimiento espiritual, expansión intelectual, ampliación factual y servicio social. Sin una personalidad muy activa no puede haber religión real, por eso los más indolentes prefieren muchas veces engañarse a sí mismos escudándose en el falso refugio de doctrinas y dogmas religiosos estereotipados para ahorrarse los esfuerzos de las actividades verdaderamente religiosas. Pero la religión verdadera está viva. La cristalización intelectual de los conceptos religiosos equivale a una muerte espiritual. No podéis concebir una religión sin ideas, pero cuando la religión se reduce tan solo a una idea deja de ser religión y se convierte simplemente en una especie de filosofía humana.

102:2.8 (1121.1) Existen además otros tipos de almas inestables y poco disciplinadas que tienden a utilizar las ideas sentimentales de la religión para evadirse de las exigencias molestas del vivir. Cuando algunos mortales apocados e inseguros intentan huir de la presión incesante de la vida evolutiva, la religión, tal como la conciben, parece ofrecer el refugio más cercano, la mejor vía de escape. Pero la religión tiene la misión de preparar al hombre para enfrentarse valiente, incluso heroicamente, a las vicisitudes de la vida. La religión es la dotación suprema del hombre evolutivo, la única cosa que le permite seguir adelante y «mantenerse firme como si viera al Invisible». Sin embargo el misticismo se convierte a menudo en una especie de retiro de la vida para quienes rehúyen las actividades más vigorosas de una vida religiosa en las arenas abiertas de la sociedad y el comercio humanos. La verdadera religión debe actuar. La actividad es fruto de la religión cuando el hombre tiene realmente religión, o más bien cuando acepta realmente ser poseído por ella. La religión no se contentará nunca con meros pensamientos o sentimientos inactivos.

102:2.9 (1121.2) No se nos oculta que la religión actúa muchas veces de forma insensata e incluso irreligiosa, pero actúa. ¡Las aberraciones de la convicción religiosa han provocado persecuciones sangrientas, pero la religión hace algo siempre y en todo lugar; es dinámica!

3. El conocimiento, la sabiduría y la visión interior

102:3.1 (1121.3) Las deficiencias intelectuales y las carencias educativas obstaculizan inevitablemente el logro religioso superior porque un entorno tan empobrecido para la naturaleza espiritual priva a la religión de su principal canal de contacto filosófico con el mundo del conocimiento científico. Los factores intelectuales de la religión son importantes, aunque su desarrollo excesivo puede convertirse a veces en un obstáculo muy incómodo. La labor de la religión está siempre sujeta a una necesidad paradójica: necesita utilizar eficazmente el pensamiento al tiempo que descarta la utilidad espiritual de todo pensar.

102:3.2 (1121.4) La especulación religiosa es inevitable y siempre perjudicial; la especulación falsea invariablemente su objetivo. La especulación tiende a traducir la religión en algo material o humanista, y así, además de interferir directamente con la claridad del pensamiento lógico, hace indirectamente que la religión aparezca como una función del mundo temporal, del mismo mundo con el que debería estar en eterno contraste. Aquí radican las paradojas que caracterizarán siempre a la religión, paradojas derivadas de la ausencia de una conexión experiencial entre los niveles material y espiritual del universo —la mota de la morontia— la sensibilidad superfilosófica necesaria para discernir la verdad y percibir la unidad.

102:3.3 (1121.5) Los sentimientos materiales, las emociones humanas, conducen directamente a acciones materiales, a actos egoístas. Las percepciones religiosas, las motivaciones espirituales, conducen directamente a acciones religiosas, a actos desinteresados de servicio social y benevolencia altruista.

102:3.4 (1121.6) El deseo religioso es la búsqueda hambrienta de la realidad divina. La experiencia religiosa es hacer realidad la consciencia de haber encontrado a Dios. Y cuando un ser humano encuentra a Dios, el triunfo de su descubrimiento le hace sentir una efervescencia tan indescriptible dentro del alma que se ve impulsado a buscar un contacto de servicio por amor con sus semejantes menos iluminados, no para manifestar que ha encontrado a Dios, sino para permitir que el desbordamiento de eterna bondad que rebosa de su propia alma reavive y ennoblezca a sus semejantes. La verdadera religión genera un mayor servicio social.

102:3.5 (1122.1) La ciencia, el conocimiento, conduce a la consciencia de los hechos; la religión, la experiencia, conduce a la consciencia de los valores; la filosofía, la sabiduría, conduce a la consciencia coordinada; la revelación (el sustituto de la mota de la morontia) conduce a la consciencia de la verdadera realidad. A su vez la coordinación de la consciencia de los hechos, los valores y la verdadera realidad constituye la percepción consciente de la realidad de la personalidad, lo máximo del ser, junto con la creencia en la posibilidad de la supervivencia de esa misma personalidad.

102:3.6 (1122.2) El conocimiento lleva a situar a los hombres, a formar estratos y castas sociales. La religión lleva a servir a los hombres y crea así la ética y el altruismo. La sabiduría lleva a una comunión mejor y más alta tanto de ideas como con nuestros semejantes. La revelación libera a los hombres y los encamina hacia la aventura eterna.

102:3.7 (1122.3) La ciencia clasifica a los hombres, la religión ama a los hombres como os amáis a vosotros mismos, la sabiduría hace justicia a los hombres en su diferenciación, pero la revelación glorifica al hombre y le muestra su capacidad para asociarse con Dios.

102:3.8 (1122.4) La ciencia se esfuerza en vano por crear la hermandad de la cultura; la religión engendra la hermandad del espíritu. La filosofía intenta alcanzar la hermandad de la sabiduría; la revelación describe la hermandad eterna, el Cuerpo de la Finalización del Paraíso.

102:3.9 (1122.5) El conocimiento genera orgullo en el hecho de la personalidad; la sabiduría es la consciencia del significado de la personalidad; la religión es la experiencia de percibir el valor de la personalidad; la revelación es la seguridad de la supervivencia de la personalidad.

102:3.10 (1122.6) La ciencia busca identificar, analizar y clasificar las partes segmentadas del cosmos ilimitado. La religión capta la idea del todo, la totalidad del cosmos. La filosofía intenta identificar los segmentos materiales de la ciencia con el concepto de visión interior espiritual del todo. Y así como la filosofía fracasa en este intento, la revelación triunfa al afirmar que el círculo cósmico es universal, eterno, absoluto e infinito. Este cosmos del Infinito YO SOY es por lo tanto sin fin, sin límites y lo incluye todo: sin tiempo, sin espacio y sin restricciones. Damos testimonio de que el Infinito YO SOY es también el Padre de Miguel de Nebadon y el Dios de la salvación humana.

102:3.11 (1122.7) La ciencia señala a la Deidad como un hecho; la filosofía presenta la idea de un Absoluto; la religión ve a Dios como personalidad espiritual amorosa. La revelación afirma la unidad del hecho de la Deidad, la idea del Absoluto y la personalidad espiritual de Dios. Además presenta este concepto como nuestro Padre: el hecho universal de la existencia, la idea eterna de la mente y el espíritu infinito de la vida.

102:3.12 (1122.8) La persecución del conocimiento constituye la ciencia; la búsqueda de la sabiduría es la filosofía; el amor a Dios es la religión; el hambre por la verdad es una revelación. Pero es el Ajustador del Pensamiento residente quien confiere el sentimiento de realidad a la visión interior espiritual del cosmos del hombre.

102:3.13 (1122.9) En la ciencia la idea precede a la expresión de su realización; en la religión la experiencia de la realización precede a la expresión de la idea. Hay una inmensa diferencia entre la voluntad evolutiva de creer y el producto de la razón esclarecida, de la visión interior religiosa y de la revelación: la voluntad que cree.

102:3.14 (1122.10) En la evolución, la religión lleva con frecuencia al hombre a crear sus conceptos de Dios. La revelación muestra el fenómeno de Dios que hace evolucionar al hombre, mientras que en la vida terrenal de Cristo Miguel contemplamos el fenómeno de Dios que se revela al hombre. La evolución tiende a hacer a Dios semejante al hombre; la revelación tiende a hacer al hombre semejante a Dios.

102:3.15 (1122.11) La ciencia solo se satisface con causas primeras, la religión con la personalidad suprema y la filosofía con la unidad. La revelación afirma que estas tres son una y que todas son buenas. Lo real eterno es el bien del universo y no las ilusiones en el tiempo del mal en el espacio. En la experiencia espiritual de todas las personalidades siempre es verdad que lo real es el bien y que el bien es lo real.

4. El hecho de la experiencia

102:4.1 (1123.1) Gracias a la presencia del Ajustador del Pensamiento en vuestra mente, conocer la mente de Dios no tiene mayor misterio para vosotros que estar seguros de que sois conscientes de conocer a cualquier otra mente, humana o sobrehumana. La religión y la consciencia social tienen en común que ambas se basan en la consciencia de que hay otras mentes. El modo por el cual podéis aceptar la idea de otro como vuestra es el mismo que os permite «dejar que la mente que estaba en Cristo esté también en vosotros».

102:4.2 (1123.2) ¿Qué es la experiencia humana? Es simplemente toda interacción entre un yo activo e interrogante y cualquier otra realidad activa y externa. La masa de la experiencia está determinada por la profundidad de los conceptos más la totalidad del reconocimiento de la realidad de lo exterior. El movimiento de la experiencia es igual a la fuerza de la imaginación expectante más la agudeza del descubrimiento sensorial de las cualidades externas de la realidad contactada. El hecho de la experiencia se encuentra en la consciencia de uno mismo sumada a las existencias de otros: otras cosas, otras mentes y otros espíritus.

102:4.3 (1123.3) El hombre se da cuenta muy pronto de que no está solo ni en el mundo ni en el universo. Se desarrolla en él una consciencia espontánea y natural de que hay otras mentes en el entorno del yo. La fe transforma esta experiencia natural en religión, en el reconocimiento de Dios como realidad —fuente, naturaleza y destino—de las otras mentes. Pero este conocimiento de Dios es y seguirá siendo siempre una realidad de la experiencia personal. Si Dios no fuera una personalidad, no podría convertirse en parte viva de la experiencia religiosa real de una personalidad humana.

102:4.4 (1123.4) El elemento de error que aparece en la experiencia religiosa humana es directamente proporcional al contenido de materialismo que contamina el concepto espiritual del Padre Universal. La progresión del hombre en el universo como preespíritu consiste en la experiencia de despojarse de estas ideas erróneas sobre la naturaleza de Dios y sobre la realidad del espíritu puro y verdadero. La Deidad es más que espíritu, pero el planteamiento espiritual es el único posible para el hombre ascendente.

102:4.5 (1123.5) La oración es una parte indudable de la experiencia religiosa, pero las religiones modernas le han dado excesivo protagonismo en detrimento de la comunión de adoración, que es más esencial. La adoración intensifica y amplía el poder de reflexión de la mente. La oración puede enriquecer la vida, pero la adoración ilumina el destino.

102:4.6 (1123.6) La religión revelada es el elemento unificador de la existencia humana. La revelación unifica la historia, coordina la geología, la astronomía, la física, la química, la biología, la sociología y la psicología. La experiencia espiritual es el alma real del cosmos del hombre.

5. La supremacía del potencial intencional

102:5.1 (1123.7) Aunque establecer el hecho de creer no equivale a establecer el hecho de aquello en lo que se cree, la progresión evolutiva de las formas simples de vida hasta el estatus de personalidad demuestra, en cualquier caso, el hecho de la existencia inicial del potencial de personalidad. Y en los universos del tiempo lo potencial siempre tiene supremacía sobre lo actual. En el cosmos en evolución lo potencial es lo que ha de ser, y lo que ha de ser es el despliegue de los mandatos intencionales de la Deidad.

102:5.2 (1124.1) Esta misma supremacía de lo intencional aparece en la evolución de la ideación de la mente cuando el miedo animal primitivo se transmuta en una veneración de Dios cada vez más profunda y un creciente respeto reverencial hacia el universo. El hombre primitivo tenía más miedo religioso que fe. La supremacía de los potenciales de espíritu sobre las actualidades de mente se demuestra cuando este miedo cobarde se transforma en fe viva en las realidades espirituales.

102:5.3 (1124.2) Podéis interpretar en términos psicológicos la religión evolutiva, pero no la religión de origen espiritual experimentada de forma personal. La moralidad humana puede reconocer valores, pero solo la religión puede conservar, exaltar y espiritualizar esos valores. Con todo, la religión es algo más que moralidad hecha emoción. La religión es a la moralidad lo que el amor al deber, lo que la filiación a la servidumbre, lo que la esencia a la sustancia. La moralidad pone de manifiesto a un Controlador todopoderoso, una Deidad a quien servir; la religión pone de manifiesto a un Padre que es todo amor, un Dios a quien amar y adorar. Y esto se debe, una vez más, a que la potencialidad espiritual de la religión se impone sobre la actualidad del deber de la moralidad evolutiva.

6. La certeza de la fe religiosa

102:6.1 (1124.3) La eliminación del miedo religioso por la filosofía y el progreso continuo de la ciencia contribuyen considerablemente a la caída de los falsos dioses, y aunque la desaparición de esas deidades hechas por el hombre pueda nublar momentáneamente la visión espiritual, acaba destruyendo la ignorancia y la superstición que durante tanto tiempo oscurecieron al Dios vivo de amor eterno. La relación entre la criatura y el Creador es una experiencia viva, una fe religiosa dinámica que no está sujeta a ninguna definición precisa. Aislar una parte de la vida y llamarla religión es desintegrar la vida y desfigurar la religión. Y precisamente por eso, el Dios de adoración exige lealtad total o nada.

102:6.2 (1124.4) Puede que los dioses de los hombres primitivos no hayan sido más que sombras de ellos mismos. El Dios vivo es la luz divina cuyas interrupciones constituyen las sombras de creación de todo el espacio.

102:6.3 (1124.5) La persona religiosa versada en filosofía tiene fe en un Dios personal de salvación personal, en algo más que una realidad, un valor, un nivel de logro, un proceso ensalzado, una transmutación, lo último del espacio-tiempo, una idealización, la personalización de la energía, la entidad de la gravedad, una proyección humana, la idealización del yo, el empuje hacia arriba de la naturaleza, la inclinación a la bondad, el impulso hacia adelante de la evolución o una hipótesis sublime. La persona religiosa tiene fe en un Dios de amor. El amor es la esencia de la religión y la fuente inagotable de civilización superior.

102:6.4 (1124.6) En la experiencia religiosa personal, la fe transforma al Dios filosófico de la probabilidad en el Dios salvador de la certeza. El escepticismo puede cuestionar las teorías de la teología, pero la convicción de que la experiencia personal es digna de crédito confirma la verdad de toda creencia que se ha transformado en fe.

102:6.5 (1124.7) Un razonamiento sabio puede llevar a convicciones sobre Dios, pero el individuo se hace conocedor de Dios solo a través de su experiencia personal de la fe. En muchas cosas de la vida hay que considerar las probabilidades, pero en el contacto con la realidad cósmica se pueden experimentar certezas cuando sus valores y sus significados se abordan mediante una fe viva. El alma que conoce a Dios se atreve a decir «lo sé», incluso cuando el no creyente cuestiona este conocimiento de Dios y niega su certeza porque no está enteramente sustentada por la lógica intelectual. El creyente se limita a replicar a todos esos escépticos: «¿Cómo sabes que no sé?».

102:6.6 (1125.1) Aunque la razón puede siempre cuestionar la fe, la fe puede complementar siempre tanto a la razón como a la lógica. La razón crea la probabilidad que la fe puede transformar en certeza moral, incluso en experiencia espiritual. Dios es la primera verdad y el último hecho, por eso toda verdad se origina en él y todos los hechos existen en relación con él. Dios es la verdad absoluta. Se puede conocer a Dios como verdad, pero para comprender —para explicar— a Dios hay que explorar el hecho del universo de universos. El vasto abismo existente entre la experiencia de la verdad de Dios y la ignorancia del hecho de Dios solo se puede salvar mediante la fe viva. La razón por sí sola no puede armonizar la verdad infinita con el hecho universal.

102:6.7 (1125.2) La creencia puede mostrarse incapaz de resistir a la duda y soportar el miedo, pero la fe triunfa siempre sobre la duda porque la fe es viva y positiva a la vez. Lo positivo tiene siempre ventaja sobre lo negativo, la verdad sobre el error, la experiencia sobre la teoría, las realidades espirituales sobre los hechos aislados del tiempo y el espacio. La prueba convincente de esta certeza espiritual son los frutos sociales del espíritu que los creyentes, esas personas con fe, producen como resultado de su experiencia espiritual auténtica. Dijo Jesús: «Si amáis a vuestros semejantes como yo os he amado, todos los hombres sabrán que sois mis discípulos».

102:6.8 (1125.3) Para la ciencia Dios es una posibilidad, para la psicología algo deseable, para la filosofía una probabilidad, para la religión una certeza, una actualidad de la experiencia religiosa. La razón exige que una filosofía que no puede encontrar al Dios de la probabilidad sea muy respetuosa con esa fe religiosa que puede encontrar y encuentra al Dios de la certidumbre. Tampoco debería la ciencia descartar la experiencia religiosa tachándola de crédula, al menos mientras siga aferrándose a la suposición de que las dotaciones intelectuales y filosóficas del hombre emergieron de inteligencias cada vez menores cuanto más se retrocede en el tiempo hasta remontarse a su origen en una vida primitiva carente de todo pensamiento y de todo sentimiento.

102:6.9 (1125.4) Los hechos de la evolución no se deben contraponer a la verdad de que la experiencia espiritual de la vida religiosa del mortal conocedor de Dios es una certeza real. Los hombres inteligentes deberían dejar de razonar como niños e intentar utilizar la lógica consecuente del adulto, la lógica que tolera que el concepto de la verdad coexista con la observación de los hechos. El materialismo científico va a la quiebra cuando, ante cada fenómeno recurrente del universo, se empeña en saldar sus objeciones corrientes contabilizando lo reconocidamente superior dentro de lo reconocidamente inferior. La coherencia exige el reconocimiento de las actividades de un Creador intencional.

102:6.10 (1125.5) La evolución orgánica es un hecho; la evolución intencional o progresiva es una verdad que da coherencia a los fenómenos por otra parte contradictorios de los logros siempre ascendentes de la evolución. Cuanto más progrese un científico en la ciencia que ha elegido, más abandonará las teorías del hecho materialista en favor de la verdad cósmica del predominio de la Mente Suprema. El materialismo resta valor a la vida humana; el evangelio de Jesús enaltece sobremanera y exalta celestialmente a todos los mortales. La existencia mortal debe ser percibida como la experiencia fascinante y misteriosa de hacer realidad el encuentro de la mano humana tendida hacia arriba con la mano divina y salvadora tendida hacia abajo.

7. La certidumbre de lo divino

102:7.1 (1126.1) Puesto que el Padre Universal existe por sí mismo, también se explica por sí mismo; vive realmente en todo mortal racional. Pero no podéis estar seguros sobre Dios a menos que lo conozcáis; la filiación es la única experiencia que da certeza a la paternidad. El universo está cambiando en todas partes. Un universo cambiante es un universo dependiente; una creación así no puede ser ni final ni absoluta. Un universo finito depende totalmente del Último y del Absoluto. El universo y Dios no son idénticos; uno es la causa, el otro el efecto. La causa es absoluta, infinita, eterna e inalterable. El efecto es espaciotemporal y trascendental, pero siempre creciente y cambiante.

102:7.2 (1126.2) Dios es el único hecho autocausado del universo. Él es el secreto del orden, el plan y el propósito de toda la creación de seres y cosas. El universo, que es cambiante en todas partes, está regulado y estabilizado por leyes absolutamente inmutables, los hábitos de un Dios inmutable. El hecho de Dios, la ley divina, es inmutable; la verdad de Dios, su relación con el universo, es una revelación relativa siempre adaptable a la constante evolución del universo.

102:7.3 (1126.3) Pretender inventar una religión sin Dios es como pretender cosechar frutos sin árboles o tener hijos sin padres. No puede haber efectos sin causas; solo el YO SOY es no causado. El hecho de la experiencia religiosa implica a Dios, y este Dios de la experiencia personal tiene que ser una Deidad personal. No se puede rezar a una fórmula química, suplicar a una ecuación matemática, adorar a una hipótesis, confiar en un postulado, comulgar con un proceso, servir a una abstracción ni mantener una amistad entrañable con una ley.

102:7.4 (1126.4) Es verdad que muchos rasgos aparentemente religiosos pueden surgir de raíces no religiosas. El hombre puede negar a Dios intelectualmente y ser moralmente bueno, leal, filial, honrado e incluso idealista. El hombre puede injertar muchas ramas puramente humanistas en su naturaleza espiritual básica y dar así un fundamento aparente a sus argumentos a favor de una religión sin Dios, pero esta experiencia carece de valores de supervivencia, de conocimiento de Dios y de ascensión hacia Dios. De una experiencia mortal de este tipo solo cabe esperar frutos sociales, no espirituales. El injerto determina la naturaleza del fruto, a pesar de que el sustento vivo se extraiga de las raíces de la dotación divina original tanto de mente como de espíritu.

102:7.5 (1126.5) El distintivo intelectual de la religión es la certeza; su característica filosófica es la coherencia; sus frutos sociales son el amor y el servicio.

102:7.6 (1126.6) La persona que conoce a Dios no es ciega a las dificultades ni insensible a los obstáculos que se interponen en el camino de encontrar a Dios dentro del laberinto de la superstición, de la tradición y de las tendencias materialistas de los tiempos modernos. Ha afrontado todos estos impedimentos y ha triunfado sobre ellos, los ha superado con fe viva y ha alcanzado las alturas de la experiencia espiritual a pesar de ellos. Pero hay muchas otras personas que aun estando interiormente convencidas de la realidad de Dios, temen reivindicar su certeza ante el gran número de objetores que acumulan hábilmente argumentos contrarios y multiplican las dificultades de creer en Dios. No se requiere un gran intelecto para señalar defectos, hacer preguntas o poner objeciones, en cambio responder a esas preguntas y resolver esas dificultades exige brillantez mental. La certeza de la fe es el mejor procedimiento para afrontar todas estas discrepancias superficiales.

102:7.7 (1127.1) Si la ciencia, la filosofía o la sociología se atrevieran a dogmatizar contra los profetas de la verdadera religión, las personas conocedoras de Dios deberían responder a ese dogmatismo injustificado con un dogmatismo más alto de miras: la certeza de su experiencia espiritual personal. «Sé lo que he experimentado porque soy hijo del YO SOY». Si la experiencia personal de una persona de fe es cuestionada por un dogma, ese hijo nacido del Padre experimentable por la fe puede replicar con el dogma incuestionable de su filiación real con el Padre Universal.

102:7.8 (1127.2) Solo una realidad no cualificada, un absoluto, puede permitirse un dogmatismo consecuente. Quienes se pretenden dogmáticos caerán antes o después, si son consecuentes, en brazos del Absoluto de la energía, del Universal de la verdad y del Infinito del amor.

102:7.9 (1127.3) Si los planteamientos no religiosos de la realidad cósmica se atreven a cuestionar la certeza de la fe alegando su carácter no probado, la persona que vive la experiencia del espíritu puede alegar con el mismo dogmatismo que los hechos de la ciencia y las creencias de la filosofía tampoco están probados, porque son igualmente experiencias de la consciencia del científico o del filósofo.

102:7.10 (1127.4) De Dios, la más ineludible de todas las presencias, el más real de todos los hechos, la más viva de todas las verdades, el más amoroso de todos los amigos y el más divino de todos los valores, tenemos derecho a estar más seguros que de todas las experiencias del universo.

8. Las pruebas de la religión

102:8.1 (1127.5) La mejor prueba de la realidad y la eficacia de la religión consiste en el hecho de la experiencia humana; a saber, que el hombre, un ser temeroso y desconfiado por naturaleza, dotado de un fuerte instinto innato de conservación y un ansia imperiosa de sobrevivir tras la muerte, está dispuesto a confiar plenamente los intereses más profundos de su presente y de su futuro al cuidado y la dirección del poder y la persona que su fe designa como Dios. Esta es la única verdad central de toda religión. En cuanto a lo que dicho poder o dicha persona exigen del hombre a cambio de cuidar de él y salvarlo, no hay dos religiones que estén de acuerdo; de hecho, discrepan todas en mayor o menor medida.

102:8.2 (1127.6) El mejor criterio para valorar el estatus de una religión en la escala evolutiva son sus juicios morales y sus normas éticas. Cuanto más alto sea el nivel de cualquier religión, más alentará el progreso de la moralidad social y la cultura ética y se verá a su vez alentada por esta mejora constante. No se puede juzgar una religión por el estatus de su civilización concomitante sino a la inversa: se debe valorar más bien la naturaleza real de una civilización por la nobleza y pureza de su religión. Muchos de los maestros religiosos más notables del mundo han sido prácticamente analfabetos. No se necesita la sabiduría del mundo para profesar una fe salvadora en las realidades eternas.

102:8.3 (1127.7) La diferencia entre las religiones de las diversas épocas depende enteramente de las distintas formas que tiene el hombre de comprender la realidad y de reconocer los valores morales, las relaciones éticas y las realidades del espíritu.

102:8.4 (1127.8) La ética es el espejo social o racial externo que refleja fielmente el progreso, por lo demás no observable, de los desarrollos espirituales y religiosos internos. El hombre ha identificado siempre a Dios con lo mejor que conocía, con sus ideas más profundas y sus más altos ideales. Incluso la religión histórica ha creado siempre sus conceptos de Dios a partir de los valores más altos reconocidos en su tiempo. Toda criatura inteligente da el nombre de Dios a lo mejor y lo más alto que conoce.

102:8.5 (1128.1) Desde el punto de vista de la razón y de la expresión intelectual, la religión se ha atrevido siempre a criticar la civilización y el progreso evolutivo y los ha juzgado según sus propios criterios de cultura ética y progreso moral.

102:8.6 (1128.2) La religión personal precede a la evolución de la moralidad humana, en cambio la religión institucional ha ido lamentable e invariablemente a la zaga de la lenta evolución de los usos y costumbres de las razas humanas. La religión organizada se ha caracterizado siempre por un conservadurismo atrasado. Por regla general, los profetas han conducido a los pueblos hacia el desarrollo religioso y los teólogos lo han frenado. La religión, al ser una experiencia personal e interna, nunca puede anticiparse mucho a la evolución intelectual de las razas.

102:8.7 (1128.3) Por otra parte, la religión nunca se ve enaltecida por el recurso a lo que se ha dado en llamar milagroso. La búsqueda de milagros es un retroceso a los orígenes de las primitivas religiones mágicas. La verdadera religión no tiene nada que ver con supuestos milagros, y la religión revelada no presenta nunca milagros como prueba de autoridad. La religión está siempre arraigada y cimentada en la experiencia personal. Y vuestra religión más alta, la vida de Jesús, fue precisamente una experiencia personal de este tipo: el hombre, el hombre mortal, que busca a Dios y lo encuentra plenamente durante una corta vida en la carne, mientras que en esa misma experiencia humana aparece Dios que busca al hombre y lo encuentra, para la plena satisfacción del alma perfecta de supremacía infinita. He aquí la más alta religión revelada hasta ahora en el universo de Nebadon: la vida terrenal de Jesús de Nazaret.

102:8.8 (1128.4) [Presentado por un Melquisedec de Nebadon.]

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