Documento 124 - El final de la niñez de Jesús

   
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El libro de Urantia

Documento 124

El final de la niñez de Jesús

124:0.1 (1366.1) AUNQUE Jesús podría haberse beneficiado de mayores ventajas educativas en Alejandría que en Galilea, no pudo haber tenido un entorno más excelente para resolver los problemas de su propia vida con un mínimo de guía educativa, unido a la gran ventaja de estar en contacto permanente con tantos hombres y mujeres de todo tipo procedentes de todas las partes del mundo civilizado. Si se hubiera quedado en Alejandría, su educación habría estado dirigida por judíos según criterios exclusivamente judíos. En Nazaret obtuvo una educación y recibió una formación que le prepararon mejor para comprender a los gentiles y le dieron una idea más completa y equilibrada de los méritos relativos de los puntos de vista oriental o babilónico, y occidental o helénico de la teología hebrea.

1. El noveno año de Jesús (3 d. C.)

124:1.1 (1366.2) No se puede decir que Jesús estuviera nunca gravemente enfermo, pero ese año tuvo algunas de las dolencias menores de la niñez, igual que sus hermanos y su hermanita.

124:1.2 (1366.3) En la escuela seguía siendo un estudiante favorecido con una semana libre al mes, y seguía dividiendo este tiempo casi por igual entre viajar a las ciudades vecinas con su padre, estar en la granja de su tío al sur de Nazaret y salir a pescar desde Magdala.

124:1.3 (1366.4) El incidente más serio de la experiencia escolar de Jesús hasta entonces ocurrió a finales del invierno, cuando se atrevió a rebatir las enseñanzas del jazán sobre el carácter esencialmente idólatra de todas las imágenes, pinturas y dibujos. A Jesús le encantaba dibujar paisajes, así como modelar una gran variedad de objetos con arcilla de alfarero. Todas esas cosas estaban estrictamente prohibidas por la ley judía, pero hasta ese momento se las había arreglado para desarmar las objeciones de sus padres hasta el punto de que le habían permitido seguir haciéndolas.

124:1.4 (1366.5) El problema volvió a surgir en la escuela cuando uno de los alumnos más atrasados descubrió a Jesús haciendo un dibujo al carbón del profesor en el suelo del aula. Allí estaba el retrato tan claro como la luz del día, y muchos de los ancianos lo vieron antes de que el comité se presentara en casa de José para exigirle que hiciera algo por reprimir el desacato a la ley de su hijo mayor. Aunque no era la primera vez que José y María recibían quejas sobre las actividades de su polifacético y dinámico hijo, esta era la más grave de todas las acusaciones que se habían presentado hasta entonces contra él. Jesús estaba sentado en una gran piedra justo detrás de la puerta trasera, y desde ahí podía escuchar la condena de sus esfuerzos artísticos. Le molestó que culparan a su padre de sus presuntas fechorías, así que entró en la casa y se enfrentó sin miedo a sus acusadores. Los ancianos quedaron estupefactos. Algunos tomaron el incidente con humor, pero uno o dos de ellos parecían pensar que el chico era sacrílego, si no blasfemo. José estaba boquiabierto, María indignada, pero Jesús insistió en ser escuchado. Dijo lo que pensaba, sostuvo valientemente su punto de vista y anunció con pleno dominio de sí mismo que acataría las decisiones de su padre en este y en todos los demás asuntos controvertidos. El comité de ancianos salió de la casa en silencio.

124:1.5 (1367.1) María intentó influir sobre José para que permitiera a Jesús modelar arcilla en casa siempre que prometiera no hacer ninguna de estas actividades conflictivas en la escuela, pero José se sintió obligado a dictaminar que la interpretación rabínica del segundo mandamiento debía prevalecer. Y así, Jesús no volvió a dibujar ni modelar la imagen de nada desde aquel día mientras vivió en casa de su padre. Sin embargo nunca creyó que hacerlo estuviera mal, y renunciar a uno de sus pasatiempos favoritos constituyó una de las mayores pruebas de su joven vida.

124:1.6 (1367.2) A finales de junio Jesús subió por primera vez a la cima del monte Tabor con su padre. Era un día claro y el panorama, espléndido. Al chico de nueve años le pareció que, menos la India, África y Roma, estaba viendo el mundo entero.

124:1.7 (1367.3) Marta, la segunda hermana de Jesús, nació la noche del jueves 13 de septiembre. Tres semanas después de la llegada de Marta, José, que estaba en casa esa temporada, empezó a construir un anexo a la casa que fuera a la vez taller y dormitorio. También construyó un pequeño banco de trabajo para Jesús, que por primera vez en su vida tuvo sus propias herramientas. Trabajó en ese banco durante muchos años en sus ratos libres y se hizo experto en la fabricación de yugos.

124:1.8 (1367.4) Ese invierno y el siguiente fueron los más fríos en Nazaret desde hacía muchas décadas. Jesús había visto nieve en las montañas y había nevado varias veces en Nazaret, aunque se derretía enseguida, pero no había visto nunca hielo hasta ese invierno. El hecho de que el agua pudiera darse en forma sólida, líquida y gaseosa —había reflexionado mucho sobre el vapor que escapaba de las ollas en ebullición— dio al muchacho mucho que pensar sobre el mundo físico y su constitución. Y sin embargo, la personalidad encarnada en este joven que se desarrollaba era la que había creado y organizado todas esas cosas en todo un vasto universo.

124:1.9 (1367.5) El clima de Nazaret era suave. Enero era el mes más frío con una temperatura media que rondaba los 10 °C. Durante julio y agosto, los meses más calurosos, la temperatura oscilaba entre los 24 ° y los 32 °C. Desde las montañas hasta el Jordán y el valle del mar Muerto, el clima de Palestina iba de lo gélido a lo tórrido. Por eso los judíos estaban en cierto modo preparados para vivir en prácticamente todos y cada uno de los diversos climas del mundo.

124:1.10 (1367.6) Incluso durante los meses más calurosos del verano, una brisa fresca del mar soplaba habitualmente del oeste desde las 10 de la mañana hasta las 10 de la noche, aunque los terribles vientos cálidos procedentes del desierto oriental barrían ocasionalmente toda Palestina. Estas ráfagas calientes solían llegar en febrero y marzo, hacia el final de la estación lluviosa. En aquellos días la lluvia caía de noviembre a abril en refrescantes chaparrones, pero no llovía continuamente. Solo había dos estaciones en Palestina, el verano y el invierno, la estación seca y la lluviosa. Las flores empezaban a florecer en enero, y para el final de abril todo el país era un vergel florido.

124:1.11 (1367.7) En mayo de ese año Jesús ayudó por primera vez a cosechar el cereal en la granja de su tío. Antes de cumplir los trece años ya había conseguido averiguar algo sobre prácticamente todos los trabajos que realizaban los hombres y mujeres de la región de Nazaret, excepto el trabajo de los metales. Cuando se hizo mayor pasó varios meses en el taller de un herrero tras la muerte de su padre.

124:1.12 (1368.1) Cuando había poco trabajo y poco tráfico de caravanas, Jesús hacía muchos viajes de placer o de negocios con su padre a las ciudades cercanas de Caná, Endor y Naín. Incluso desde joven iba mucho a Séforis, a unos cinco kilómetros al noroeste de Nazaret. Desde el año 4 a. C. hasta alrededor del 25 d. C., esta ciudad fue la capital de Galilea y una de las residencias de Herodes Antipas.

124:1.13 (1368.2) Jesús seguía creciendo física, intelectual, social y espiritualmente. Sus viajes fuera de casa contribuyeron mucho a darle una comprensión mejor y más generosa de su propia familia. Hacia esa época sus propios padres empezaron a aprender de él a la vez que lo educaban. Ya desde su juventud, Jesús era un pensador original y un buen pedagogo. Estaba en conflicto permanente con la llamada «ley oral», pero procuraba siempre adaptarse a las prácticas de su familia. Se llevaba bastante bien con los niños de su edad, aunque muchas veces se desanimaba ante su lentitud mental. Antes de los diez años se había convertido en el líder de un grupo de siete muchachos que se asociaron para promover el logro de la madurez física, intelectual y religiosa. Jesús enseñó a estos chicos muchos juegos nuevos y varios métodos mejorados de recreo físico.

2. El décimo año (4 d. C.)

124:2.1 (1368.3) El cinco de julio, el primer sabbat del mes, mientras Jesús paseaba por el campo con su padre, expresó por primera vez sentimientos e ideas que indicaban que se estaba haciendo consciente de la naturaleza extraordinaria de su misión en la vida. José escuchó atentamente las importantísimas palabras de su hijo, pero hizo pocos comentarios y no le dio ninguna información. Al día siguiente Jesús tuvo una conversación parecida pero más larga con su madre. María escuchó las declaraciones del muchacho y tampoco ofreció información alguna. Pasaron casi dos años antes de que Jesús volviera a hablar a sus padres de esta revelación creciente dentro de su propia consciencia sobre la naturaleza de su personalidad y el carácter de su misión en la tierra.

124:2.2 (1368.4) En agosto ingresó en la escuela superior de la sinagoga. En la escuela creaba constantes problemas con sus insistentes preguntas y mantenía a todo Nazaret en un estado de mayor o menor revuelo. A sus padres les disgustaba la idea de prohibirle hacer esas inquietantes preguntas, y su profesor principal estaba muy interesado por la curiosidad, la visión interior y la sed de conocimiento del muchacho.

124:2.3 (1368.5) Los compañeros de juego de Jesús no veían nada sobrenatural en su conducta; era como ellos en casi todos los sentidos. Su interés por el estudio era algo más alto que la media, aunque no tan excepcional, y era evidente que hacía más preguntas en la escuela que los demás de su clase.

124:2.4 (1368.6) Puede que su rasgo más notable y sorprendente fuera su negativa a luchar por sus derechos. Al ser un muchacho tan bien desarrollado para su edad, sus compañeros de juego se extrañaban de que no hiciera nada por defenderse ni siquiera de las injusticias o de las agresiones personales. En cualquier caso, este rasgo suyo no le hizo sufrir gran cosa gracias a la amistad de su vecino Jacobo, el hijo del albañil socio de José. Jacobo, un gran admirador de Jesús, era un año mayor y se encargaba de que nadie se aprovechara de la aversión de Jesús por el enfrentamiento físico. Jesús fue atacado varias veces por jóvenes mayores y agresivos confiados en su notoria mansedumbre, pero encontraron siempre un rápido y contundente castigo de manos de su campeón espontáneo y defensor permanente, Jacobo el hijo del albañil.

124:2.5 (1369.1) Jesús solía ser considerado como el líder de los muchachos de Nazaret que se identificaban con los ideales más altos de su tiempo y generación. Era verdaderamente querido por sus compañeros de juventud, no solo porque era imparcial, sino también porque poseía una simpatía rara y comprensiva que era indicio de amor y rayaba en una discreta compasión.

124:2.6 (1369.2) Ese año empezó a mostrar una clara preferencia por la compañía de personas mayores. Le encantaba hablar sobre cosas culturales, educativas, sociales, económicas, políticas y religiosas con mentes de más edad, y sus interlocutores adultos quedaban tan cautivados por la profundidad de su razonamiento y la agudeza de sus observaciones que estaban siempre más que dispuestos a conversar con él. Hasta el momento en que tuvo que hacerse cargo de mantener a la familia, sus padres intentaron siempre que se relacionara con gente de su edad o de edades parecidas más que con las personas mayores y mejor informadas, por quienes mostraba tanta preferencia.

124:2.7 (1369.3) A finales de ese año estuvo pescando dos meses con su tío en el mar de Galilea y se le dio muy bien. Antes de llegar a adulto era ya un experto pescador.

124:2.8 (1369.4) Su desarrollo físico progresaba normalmente. En la escuela era un alumno adelantado y privilegiado; en casa se llevaba bastante bien con sus hermanos y hermanas menores, al tener la ventaja de ser más de tres años y medio mayor que el siguiente. En Nazaret tenían buena opinión de él, salvo los padres de algunos de los niños más torpes que tachaban muchas veces a Jesús de descarado y falto de la humildad y la reserva adecuadas a su juventud. Mostraba una tendencia creciente a dirigir los juegos de sus jóvenes amigos hacia cauces más serios y reflexivos. Era un maestro nato y le era imposible dejar de serlo, incluso cuando se suponía que estaba jugando.

124:2.9 (1369.5) José empezó muy pronto a instruir a Jesús en las diversas maneras de ganarse la vida y le explicó las ventajas de la agricultura sobre la industria y el comercio. Galilea era una región más bella y próspera que Judea, y allí la vida costaba alrededor de la cuarta parte de lo que costaba vivir en Judea y Jerusalén. Era una provincia de pueblos agrícolas y prósperas ciudades industriales con más de doscientos núcleos de población de más de cinco mil habitantes y treinta por encima de los quince mil.

124:2.10 (1369.6) Cuando hizo su primer viaje con su padre para observar la industria pesquera en el lago de Galilea, Jesús estaba prácticamente decidido a hacerse pescador. Más tarde, la estrecha relación con la profesión de su padre le indujo a convertirse en carpintero, y más tarde aún, una combinación de influencias le llevó a la decisión definitiva de convertirse en maestro religioso de un orden nuevo.

3. El undécimo año (5 d. C.)

124:3.1 (1369.7) Durante todo ese año el muchacho siguió viajando fuera de casa con su padre, además iba mucho a la granja de su tío y alguna vez fue a Magdala a pescar con el tío que se había instalado cerca de esa ciudad.

124:3.2 (1369.8) José y María tuvieron muchas veces la tentación de mostrar algún favoritismo especial por Jesús o de desvelar de algún otro modo su conocimiento de que era un hijo de la promesa, un hijo del destino, pero ambos padres eran extraordinariamente prudentes y sagaces en todos estos asuntos. Y las pocas veces que mostraron la más mínima preferencia hacia él, Jesús rechazó en el acto cualquier trato de favor.

124:3.3 (1370.1) Jesús pasaba mucho tiempo en la tienda de abastecimiento de las caravanas conversando con viajeros de todas las partes del mundo y adquirió así una cantidad de información sobre los asuntos internacionales sorprendente para su edad. Ese fue el último año que pudo disfrutar libremente de los juegos y la alegría juvenil. A partir de entonces las dificultades y las responsabilidades se multiplicaron rápidamente en la vida de este joven.

124:3.4 (1370.2) La tarde del miércoles 24 de junio del 5 d. C. nació Judá, el séptimo hijo, con un alumbramiento complicado. María estuvo tan enferma que José se quedó en casa durante varias semanas. Jesús estuvo muy ocupado con encargos para su padre y con las muchas obligaciones derivadas de la grave enfermedad de su madre. Desde entonces no volvería a recuperar nunca más la actitud infantil de sus primeros años. Cuando enfermó su madre —justo antes de cumplir los once años— se vio obligado a asumir las responsabilidades de hijo primogénito, que recayeron sobre sus hombros uno o dos años antes de lo normal.

124:3.5 (1370.3) El jazán pasaba una tarde a la semana con Jesús, ayudándolo a profundizar en las escrituras hebreas. Estaba muy interesado en sus progresos y dispuesto a ayudar a su prometedor alumno de muchas maneras. Este pedagogo judío ejerció una gran influencia sobre el desarrollo de su mente, pero no pudo comprender nunca por qué a Jesús le interesaban tan poco sus propuestas de ir a Jerusalén para continuar su educación bajo los doctos rabinos.

124:3.6 (1370.4) Hacia mediados de mayo el muchacho acompañó a su padre en un viaje de negocios a Escitópolis, la principal ciudad griega de la Decápolis, la antigua ciudad hebrea de Bet-seán. Por el camino José le fue contando muchas cosas de la antigua historia del rey Saúl, de los filisteos y de los acontecimientos posteriores de la turbulenta historia de Israel. Jesús se quedó enormemente impresionado por el aspecto limpio y la estructura bien ordenada de esta ciudad calificada de pagana. Se maravilló con el teatro al aire libre y admiró el hermoso templo de mármol dedicado a la adoración de los dioses «paganos». A José le inquietó mucho el entusiasmo del muchacho e intentó contrarrestar estas favorables impresiones ponderando la belleza y grandiosidad del templo judío de Jerusalén. Jesús había divisado muchas veces con curiosidad esta magnífica ciudad griega desde la colina de Nazaret y había indagado muchas veces sobre sus abundantes obras públicas y sus ornamentados edificios, pero su padre había evitado siempre responder a estas preguntas. Ahora se encontraban cara a cara con las bellezas de esta ciudad gentil, y José ya no podía esquivar las preguntas de Jesús.

124:3.7 (1370.5) Dio la casualidad de que precisamente en aquel momento se estaban celebrando en el anfiteatro de Escitópolis los juegos competitivos anuales y las exhibiciones públicas de destreza física entre las ciudades griegas de la Decápolis. Jesús insistió en que su padre lo llevara a ver los juegos, e insistió tanto que José no se atrevió a negárselo. El chico estaba emocionado con los juegos y se metió de lleno en el espíritu de las demostraciones de desarrollo físico y habilidad atlética. José estaba indescriptiblemente horrorizado ante el entusiasmo de su hijo por aquellas exhibiciones de vanagloria «pagana». Al terminar los juegos José se llevó la sorpresa de su vida cuando Jesús, además de mostrar su aprobación entusiasta, opinó que los jóvenes de Nazaret deberían poder beneficiarse así de unas actividades físicas saludables al aire libre. José habló larga y seriamente con Jesús sobre la naturaleza maléfica de esas prácticas, pero sabía muy bien que el muchacho no estaba convencido.

124:3.8 (1371.1) La única vez que Jesús vio a su padre enfadado con él fue aquella noche cuando estaban hablando de estas cosas en la habitación de la posada y el chico olvidó hasta tal punto las pautas del pensamiento judío que propuso empezar a promover la construcción de un anfiteatro en Nazaret en cuanto volvieran a casa. Cuando José escuchó a su hijo primogénito expresar unos sentimientos tan poco judíos, perdió su calma habitual y agarrando a Jesús por los hombros exclamó molesto: «Que no te vuelva a oír expresar un pensamiento tan perverso en toda tu vida, hijo mío». La explosión emotiva de su padre causó a Jesús un profundo sobresalto. No había sentido nunca hasta entonces la punzada personal de la indignación de José, y quedó conmocionado y estupefacto. Se limitó a contestar: «Muy bien, padre, así será», y nunca más volvió a hacer la más mínima alusión a los juegos y demás actividades atléticas de los griegos en vida de su padre.

124:3.9 (1371.2) Más adelante Jesús vería el anfiteatro griego de Jerusalén y comprendería lo odiosas que eran esas cosas desde el punto de vista judío. Sin embargo se esforzó durante toda su vida por integrar el concepto de un sano recreo en sus planes personales y, dentro de los límites permitidos por la práctica judía, también en el programa posterior de actividades regulares de sus doce apóstoles.

124:3.10 (1371.3) Al final de ese undécimo año Jesús era un joven vigoroso, bien desarrollado, moderadamente divertido y bastante despreocupado, pero a partir de ese año tuvo periodos cada vez más frecuentes dedicados específicamente a la meditación profunda y a la contemplación seria. Se dedicaba mucho a pensar sobre la manera de cumplir sus obligaciones familiares y obedecer al mismo tiempo a la llamada de su misión hacia el mundo. Para entonces ya había comprendido que su ministerio no iba a estar limitado a la mejora del pueblo judío.

4. El duodécimo año (6 d. C.)

124:4.1 (1371.4) Fue un año memorable en la vida de Jesús. Seguía progresando en la escuela y no se cansaba nunca de estudiar la naturaleza, al tiempo que se interesaba cada vez más por los métodos de la gente para ganarse la vida. Empezó a trabajar regularmente en el taller de carpintería de la casa y se le autorizó a administrar sus propios ingresos, un acuerdo muy excepcional en una familia judía. Ese año descubrió también la conveniencia de mantener esas cosas como secreto de familia. Empezó a darse cuenta de que su comportamiento había causado problemas en el pueblo y se fue volviendo cada vez más discreto a la hora de ocultar todo lo que pudiera diferenciarlo de sus compañeros.

124:4.2 (1371.5) Durante todo ese año pasó por muchos periodos de incertidumbre, incluso de auténtica duda, sobre la naturaleza de su misión. Su mente humana, al desarrollarse de forma natural, no captaba aún plenamente la realidad de su naturaleza dual. El hecho de que tuviera una sola personalidad hacía difícil que su consciencia pudiera reconocer el doble origen de los factores que componían la naturaleza asociada a esa misma y única personalidad.

124:4.3 (1371.6) A partir de entonces se llevó mejor con sus hermanos y hermanas. Tenía cada vez más tacto, se mostraba siempre compasivo y considerado por su bienestar y felicidad, y tuvo buenas relaciones con ellos hasta el comienzo de su ministerio público. En concreto, se llevó de maravilla con Santiago, Miriam y los dos más pequeños, Amós y Rut (aún no nacidos). Se llevó siempre bastante bien con Marta. Los disgustos que tuvo en casa surgieron de fricciones con José y sobre todo con Judá.

124:4.4 (1372.1) Para José y María no fue tarea fácil criar a esta combinación sin precedentes de divinidad y humanidad, y merecen el mayor reconocimiento por haber cumplido con tanta eficacia y fidelidad sus responsabilidades parentales. Los padres de Jesús se fueron dando cada vez más cuenta de que algo sobrehumano residía dentro de su hijo mayor, pero no pudieron imaginar ni por un instante que este hijo de la promesa fuera en verdad el creador efectivo de este universo local de cosas y seres. José y María vivieron y murieron sin enterarse de que su hijo Jesús era realmente el Creador del Universo encarnado en carne mortal.

124:4.5 (1372.2) Ese año Jesús prestó más atención que nunca a la música y siguió dando clase en casa a sus hermanos y hermanas. Hacia esta época empezó a distinguir con toda claridad la diferencia entre los puntos de vista de José y de María respecto a la naturaleza de su misión. Meditó mucho sobre las diferentes opiniones de sus padres y escuchaba muchas noches sus conversaciones haciéndose el dormido. Cada vez se inclinaba más por el parecer de su padre, y era inevitable que su madre se sintiera herida al darse cuenta de que su hijo iba rechazando gradualmente su orientación en las cuestiones relacionadas con su carrera en la vida. Con el paso de los años esta brecha de incomprensión fue creciendo. María comprendía cada vez menos el significado de la misión de Jesús, y esta madre buena se fue sintiendo cada vez más dolida porque su hijo preferido no cumplía sus expectativas más acariciadas.

124:4.6 (1372.3) José creía cada vez más en la naturaleza espiritual de la misión de Jesús. Y si no fuera por otras razones más importantes, parece una lástima que no pudiera haber vivido para ver cumplido su concepto del otorgamiento de Jesús en la tierra.

124:4.7 (1372.4) A la edad de doce años, durante su último curso en la escuela, Jesús reprochó a su padre la costumbre judía de tocar el trozo de pergamino clavado en la jamba de la puerta cada vez que se entraba o se salía de casa y besar después el dedo que había tocado el pergamino. Como parte de este ritual se acostumbraba a decir: «El Señor protegerá nuestra entrada y nuestra salida, de ahora en adelante y por siempre jamás». José y María habían explicado repetidas veces a Jesús las razones por las que estaba prohibido fabricar imágenes o hacer dibujos, alegando que estas creaciones se podrían utilizar con fines idólatras. Aunque Jesús nunca llegó a entender del todo estas prohibiciones contra las imágenes y los retratos, era muy coherente, así que hizo ver a su padre la naturaleza esencialmente idólatra de esta reverencia habitual al pergamino de la jamba de la puerta. Tras la objeción de Jesús, José quitó el pergamino.

124:4.8 (1372.5) Con el paso del tiempo Jesús contribuyó mucho a modificar las prácticas religiosas de su familia, como los rezos y otras costumbres. Muchas de estas cosas eran posibles en Nazaret porque su sinagoga estaba bajo la influencia de una escuela liberal de rabinos representada por Yose, el renombrado maestro de Nazaret.

124:4.9 (1372.6) Durante ese año y los dos siguientes Jesús sufrió mucha aflicción mental en su esfuerzo permanente por conciliar sus opiniones personales sobre las prácticas religiosas y la conducta social con las arraigadas creencias de sus padres. Vivía atormentado por el conflicto entre la fidelidad a sus propias convicciones y el deber de sumisión a sus padres que le dictaba su conciencia. Su mente juvenil se debatía entre dos mandatos supremos; por un lado: «Sé fiel a los dictados de tus más altas convicciones sobre la verdad y la rectitud» y por otro: «Honra a tu padre y a tu madre, pues te han dado la vida y te han criado». Sin embargo nunca eludió la responsabilidad de hacer cada día los ajustes necesarios entre la lealtad a sus convicciones personales y el deber hacia su familia, y obtuvo la satisfacción de armonizar cada vez más sus convicciones personales y sus obligaciones familiares en un concepto magistral de solidaridad colectiva basada en la lealtad, la equidad, la tolerancia y el amor.

5. Su decimotercer año (7 d. C.)

124:5.1 (1373.1) Ese año el muchacho de Nazaret entró en la adolescencia. Su voz empezó a cambiar, y otros rasgos mentales y físicos anunciaron la llegada de la madurez.

124:5.2 (1373.2) La noche del domingo 9 de enero del año 7 d. C. nació su hermano Amós. Judá no había cumplido los dos años y su hermana Rut estaba aún por llegar. Jesús tenía, por lo tanto, una numerosa familia de niños pequeños que quedó bajo su cuidado cuando su padre murió en accidente al año siguiente.

124:5.3 (1373.3) Fue hacia mediados de febrero cuando Jesús obtuvo la seguridad humana de que estaba destinado a desempeñar una misión en la tierra para iluminar al hombre y revelar a Dios. En la mente de este joven, que parecía un muchacho judío corriente de Nazaret, se estaban formulando decisiones de capital importancia unidas a planes de gran envergadura. La vida inteligente de todo Nebadon observaba con asombro y fascinación cómo empezaba a desplegarse todo esto en el pensamiento y la actuación del hijo del carpintero ya adolescente.

124:5.4 (1373.4) El primer día de la semana, el 20 de marzo del año 7 d. C., Jesús se graduó en el curso de formación de la escuela local vinculada a la sinagoga de Nazaret. Este era un gran acontecimiento en la vida de toda familia judía con aspiraciones: era el día en que se declaraba oficalmente al hijo primogénito «hijo del mandamiento» y primogénito rescatado del Señor Dios de Israel, «hijo del Altísimo» y servidor del Señor de toda la tierra.

124:5.5 (1373.5) El viernes de la semana anterior José había venido de Séforis, donde estaba encargado de construir un nuevo edificio público, para estar presente en esta feliz ocasión. El profesor de Jesús estaba convencido de que su atento y diligente alumno tenía por delante un destino destacado o alguna misión notable. Los ancianos, pese a todos sus problemas con las tendencias inconformistas de Jesús, estaban muy orgullosos del muchacho y ya habían empezado a hacer planes para que pudiera ir a Jerusalén a continuar su educación en las renombradas academias hebreas.

124:5.6 (1373.6) Cuando Jesús oía comentar alguna vez estos proyectos estaba cada vez más convencido de que no iría nunca a Jerusalén a estudiar con los rabinos. Lo que no podía imaginar era la inminente tragedia que pondría fin a todos esos planes y le haría asumir la responsabilidad de sostener y dirigir a una familia grande, que pronto constaría de cinco hermanos y tres hermanas además de él y su madre. La experiencia de Jesús al sacar adelante a esta familia fue más amplia y prolongada que la que se concedió a su padre José, y estuvo a la altura del criterio que establecería más adelante para sí mismo: convertirse en un maestro y hermano mayor sabio, paciente, comprensivo y eficaz para esta familia —su familia— tan repentinamente golpeada por el dolor de esta pérdida inesperada.

6. El viaje a Jerusalén

124:6.1 (1374.1) Habiendo llegado al umbral de la primera madurez y habiéndose graduado formalmente en las escuelas de la sinagoga, Jesús estaba facultado para ir a Jerusalén con sus padres a participar con ellos en la celebración de su primera Pascua. Ese año 7 d. C la fiesta de la Pascua caía en el sábado 9 de abril. Un grupo considerable (103 personas) se preparó para salir de Nazaret hacia Jerusalén por la mañana temprano del lunes 4 de abril. Se dirigieron hacia el sur en dirección de Samaria, pero al llegar a Jezreel giraron hacia el este y rodearon el Monte Gilboa hasta el valle del Jordán para evitar pasar por Samaria. José y su familia hubieran preferido atravesar Samaria por la ruta del pozo de Jacob y de Betel, pero dado que a los judíos no les gustaba tratar con los samaritanos, decidieron ir con sus vecinos por la ruta del valle del Jordán.

124:6.2 (1374.2) El temido Arquelao había sido depuesto, así que ya no había peligro en llevar a Jesús a Jerusalén. Habían pasado doce años desde que el primer Herodes intentara destruir al bebé de Belén, y a nadie se le ocurriría asociar aquella historia con este muchacho desconocido de Nazaret.

124:6.3 (1374.3) Poco antes de llegar al cruce de Jezreel dejaron a la izquierda el antiguo pueblo de Sunem, y Jesús volvió a oír hablar sobre la doncella más hermosa de Israel que vivió allí en otro tiempo y también sobre las obras maravillosas que Eliseo realizó en aquel lugar. Al pasar por Jezreel los padres de Jesús contaron las historias de Acab y Jezabel y las hazañas de Jehú. Al rodear el Monte Gilboa hablaron mucho sobre Saúl, que se quitó la vida en las faldas de esta montaña, sobre el rey David y sobre los acontecimientos asociados a este histórico lugar.

124:6.4 (1374.4) Cuando rodearon la base del Gilboa los peregrinos pudieron ver a la derecha la ciudad griega de Escitópolis. Contemplaron desde la distancia las estructuras de mármol, pero no se acercaron a la ciudad gentil para no contaminarse tanto que no pudieran participar en las próximas ceremonias solemnes y sagradas de la Pascua en Jerusalén. María no podía comprender por qué ni José ni Jesús hablaban de Escitópolis. No sabía nada de su controversia del año anterior porque nunca le habían contado el incidente.

124:6.5 (1374.5) Desde ahí la calzada bajaba directamente hacia el valle tropical del Jordán, y Jesús pudo contemplar admirado el continuo serpenteo del Jordán, con sus resplandecientes aguas onduladas en su fluir hacia el mar Muerto. Se fueron quitando las prendas de abrigo a medida que avanzaban hacia el sur por este valle tropical disfrutando de los exuberantes campos de cereal y de las bellas adelfas cargadas de flores rosadas; hacia el norte se perfilaba a lo lejos el macizo del monte Hermón coronado de nieve que dominaba majestuosamente el histórico valle. Poco más de tres horas después de haber pasado Escitópolis se encontraron con un manantial borboteante y acamparon para pasar ahí la noche bajo el cielo estrellado.

124:6.6 (1374.6) En su segundo día de viaje pasaron por el lugar donde el Jaboc desemboca en el Jordán desde el este, y mirando hacia el este aguas arriba por el valle de este río, rememoraron los días de Gedeón cuando los madianitas entraron en tropel en esta región para invadir el país. Hacia el final del segundo día de viaje acamparon cerca de la base de la montaña más alta que domina el valle del Jordán, el monte Sartaba, cuya cima estaba ocupada por la fortaleza alejandrina donde Herodes había encarcelado a una de sus esposas y enterrado a sus dos hijos estrangulados.

124:6.7 (1375.1) El tercer día pasaron por dos pueblos construidos recientemente por Herodes y observaron su arquitectura superior y sus hermosos jardines de palmeras. Al anochecer llegaron a Jericó donde se quedaron hasta el día siguiente. Aquella noche José, María y Jesús caminaron dos kilómetros y medio hasta el antiguo emplazamiento de Jericó donde Josué, por quien habían puesto su nombre a Jesús, realizó en otro tiempo sus renombradas hazañas según la tradición judía.

124:6.8 (1375.2) Durante el cuarto y último día de viaje la calzada se convirtió en una procesión continua de peregrinos. Empezaron a subir las cuestas que conducían a Jerusalén, y al acercarse a lo alto pudieron ver las montañas del otro lado del Jordán, y por el sur las aguas mansas del mar Muerto. Hacia la mitad de la subida a Jerusalén Jesús vio por primera vez el monte de los Olivos (tan importante de su vida posterior), y José le indicó que la Ciudad Santa estaba situada justo detrás de esa cresta. El corazón del muchacho se aceleró ante la expectativa jubilosa de contemplar pronto la ciudad y la casa de su Padre celestial.

124:6.9 (1375.3) Pararon a descansar en la ladera oriental del Olivete junto a un pueblecito llamado Betania. Sus hospitalarios vecinos salieron a atender a los peregrinos, y dio la casualidad de que José y su familia se habían parado cerca de la casa de un tal Simón que tenía tres hijos de edades parecidas a la de Jesús: María, Marta y Lázaro. Invitaron a la familia de Nazaret a que entraran a descansar, y surgió entre las dos familias una amistad que duraría toda la vida. Durante su memorable vida posterior Jesús estuvo muchas veces en esta casa.

124:6.10 (1375.4) Siguieron adelante y pronto llegaron al borde del Olivete. Jesús vio por primera vez (en su recuerdo) la Ciudad Santa, los pretenciosos palacios y el templo inspirador de su Padre. Nunca más en su vida volvió a sentir Jesús una emoción puramente humana comparable a la que lo cautivó por completo esa tarde de abril en el monte de los Olivos, embebido en su primera visión de Jerusalén. Años después, en este mismo lugar, lloraría por una ciudad que estaba a punto de rechazar a otro profeta, el último y el más grande de sus maestros celestiales.

124:6.11 (1375.5) Pero era ya jueves por la tarde, y se dieron prisa por llegar a Jerusalén. Al entrar en la ciudad pasaron por el templo, y Jesús pudo ver por primera vez en su vida una multitud tan grande de seres humanos. Meditó profundamente sobre los motivos que habían reunido ahí a esos judíos procedentes de los lugares más remotos del mundo conocido.

124:6.12 (1375.6) No tardaron en llegar al lugar previsto para alojarse durante la semana de la Pascua, la amplia casa de un pariente rico de María que sabía por Zacarías algo de la historia anterior de Juan y de Jesús. Al día siguiente, el día de la preparación, se dispusieron a celebrar apropiadamente el sabbat de la Pascua.

124:6.13 (1375.7) Aunque todo Jerusalén bullía con los preparativos de la Pascua, José encontró tiempo para llevar a su hijo a visitar la academia donde estaba previsto que reanudara su educación dos años más tarde, en cuanto llegara a la edad requerida de quince años. A José le extrañó mucho la falta de interés de Jesús por estos planes tan cuidadosamente diseñados.

124:6.14 (1375.8) A Jesús le impresionó profundamente el templo y todos los servicios y demás actividades relacionados con él. Por primera vez desde que tenía cuatro años, estaba demasiado absorto en sus propias meditaciones para preguntar muchas cosas, aunque no dejó de hacer a su padre varias preguntas incómodas (como en ocasiones anteriores) sobre por qué el Padre celestial exigía la matanza de tantos animales inocentes e indefensos. Por la expresión del rostro del muchacho su padre sabía muy bien que sus respuestas y sus intentos de explicación no lograban satisfacer la mente profunda y aguda de su hijo.

124:6.15 (1376.1) El día anterior al sabbat de la Pascua, oleadas de iluminación espiritual barrieron la mente mortal de Jesús y llenaron su corazón humano hasta hacerlo rebosar de afectuosa piedad por las multitudes espiritualmente ciegas y moralmente ignorantes reunidas para celebrar la antigua conmemoración de la Pascua. Este fue uno de los días más extraordinarios que pasó el Hijo de Dios en la carne. Esa noche se le apareció por primera vez en su carrera terrenal un mensajero de Salvington enviado por Emmanuel que le dijo: «Ha llegado la hora. Es tiempo de que empieces a ocuparte de los asuntos de tu Padre».

124:6.16 (1376.2) Y así, incluso antes de que las pesadas responsabilidades de la familia de Nazaret recayeran sobre sus hombros juveniles, llegó el mensajero celestial para recordar a este muchacho de apenas trece años que había llegado la hora de empezar a reasumir las responsabilidades de un universo. Fue el primer acto de una larga serie de acontecimientos que culminaron finalmente en la consumación del otorgamiento del Hijo en Urantia y el restablecimiento del «gobierno de un universo sobre sus hombros humano-divinos».

124:6.17 (1376.3) A medida que pasaba el tiempo el misterio de la encarnación se hacía cada vez más insondable para todos nosotros. Apenas podíamos comprender que este muchacho de Nazaret fuera el creador de todo Nebadon. Tampoco comprendemos hoy en día cómo el espíritu de este mismo Hijo Creador y el espíritu de su Padre del Paraíso están asociados con las almas de la humanidad. Con el paso del tiempo podíamos ver que su mente humana iba percibiendo cada vez mejor que, aunque vivía su vida en la carne, sobre sus hombros reposaba en espíritu la responsabilidad de un universo.

124:6.18 (1376.4) Así termina la carrera del muchacho de Nazaret y comienza el relato de ese joven adolescente —el humano divino cada vez más consciente de sí mismo— que empieza ahora a contemplar su carrera en el mundo, mientras se esfuerza por integrar el propósito cada vez más amplio de su vida con los deseos de sus padres y sus obligaciones hacia su familia y hacia la sociedad de su tiempo.

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