Documento 134 - Los años de transición

   
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El libro de Urantia

Documento 134

Los años de transición

134:0.1 (1483.1) DURANTE el viaje por el Mediterráneo Jesús estudió cuidadosamente a las personas que iba conociendo y los países que recorría, y fue por esa época cuando tomó su decisión definitiva sobre el resto de su vida en la tierra. Había considerado en todos sus aspectos, y ahora aceptaba sin reservas, el plan que le hizo nacer de padres judíos en Palestina, por eso volvió deliberadamente a Galilea para esperar el momento de iniciar el trabajo de su vida como maestro público de la verdad. Empezó a hacer planes para una carrera pública en el país del pueblo de su padre José, y lo hizo por su propio libre albedrío.

134:0.2 (1483.2) Por experiencia personal y humana, Jesús había llegado a la conclusión de que Palestina era el mejor lugar de todo el mundo romano para desarrollar los últimos capítulos y representar las escenas finales de su vida en la tierra. Por primera vez se sintió plenamente satisfecho con el programa de manifestar abiertamente su verdadera naturaleza y revelar su identidad divina entre los judíos y los gentiles de su Palestina natal. Decidió con total convicción terminar su vida en la tierra y consumar su carrera de existencia mortal en el mismo país donde había iniciado su experiencia humana como niño indefenso. Su carrera en Urantia había empezado entre los judíos de Palestina, y eligió terminar su vida en Palestina y entre los judíos.

1. El año trigésimo (24 d. C.)

134:1.1 (1483.3) Después de despedirse de Gonod y Ganid en Charax (en diciembre del año 23 d. C.), Jesús tomó la ruta de Ur para volver a Babilonia, donde se unió a una caravana del desierto que se dirigía a Damasco. De Damasco fue hacia Nazaret con unas horas de parada en Cafarnaúm para hacer una visita a la familia de Zebedeo. Allí se encontró con su hermano Santiago que llevaba ya tiempo trabajando en su lugar en el astillero de Zebedeo. Después de hablar con Santiago y con Judá (que estaba también por casualidad en Cafarnaúm), y después de entregar a su hermano Santiago la pequeña casa que Juan Zebedeo había logrado comprar, Jesús siguió hacia Nazaret.

134:1.2 (1483.4) Al final de su viaje por el Mediterráneo Jesús había cobrado dinero suficiente para cubrir sus gastos de subsistencia casi hasta el momento de empezar su ministerio público. Pero aparte de Zebedeo de Cafarnaúm y de las personas que conoció en este extraordinario viaje, el mundo no supo nunca que lo había hecho. Su familia creyó siempre que había pasado ese tiempo estudiando en Alejandría. Jesús no confirmó nunca estas suposiciones ni tampoco las desmintió abiertamente.

134:1.3 (1483.5) Durante su estancia de unas pocas semanas en Nazaret Jesús charló con su familia y sus amigos, pasó algún tiempo en el taller de reparaciones con su hermano José y, sobre todo, dedicó casi toda su atención a María y a Rut. Su hermana pequeña estaba a punto de cumplir los quince años, y esta era su primera oportunidad de hablar largamente con ella desde que se había convertido en una jovencita.

134:1.4 (1484.1) Tanto Simón como Judá querían casarse desde hacía algún tiempo y estaban esperando a que volviera su hermano mayor porque no querían hacerlo sin su consentimiento. Aunque todos consideraban a Santiago como el cabeza de familia en la mayoría de los asuntos, a la hora de casarse querían la bendición de Jesús. Simón y Judá se casaron en una doble boda a principios de marzo de ese año 24 d. C. Ya estaban casados todos los hijos mayores, solo Rut, la pequeña, seguía en casa con María.

134:1.5 (1484.2) Jesús se relacionaba con toda normalidad y naturalidad con cada uno de los miembros de su familia, pero cuando estaban todos reunidos tenía tan poco que decir que llegaron a comentarlo entre ellos. María era la que más se preocupaba por este extraño comportamiento de su hijo mayor.

134:1.6 (1484.3) Cuando Jesús se disponía a marcharse de Nazaret, el conductor de una importante caravana que pasaba por la ciudad cayó gravemente enfermo, y Jesús, que era políglota, se ofreció para sustituirlo. Este trabajo suponía un año de ausencia, y en vista de que todos sus hermanos ya estaban casados y solo quedaban su madre y Rut en la casa, Jesús reunió a la familia y propuso que su madre y Rut se fueran a vivir a la casa de Cafarnaúm que acababa de entregar a Santiago. Y así, a los pocos días de marcharse Jesús con la caravana, María y Rut se trasladaron a la casa de Cafarnaúm que Jesús les había proporcionado y vivieron allí durante el resto de la vida de María. José y su familia se instalaron en la casa familiar de Nazaret.

134:1.7 (1484.4) Ese fue uno de los años más excepcionales de experiencia interior del Hijo del Hombre; hizo grandes progresos en el logro de una armonía funcional entre su mente humana y su Ajustador interior. El Ajustador se había dedicado activamente a reorganizar su pensamiento y preparar su mente para los grandes acontecimientos que le esperaban en un futuro cercano. La personalidad de Jesús se estaba preparando para su gran cambio de actitud hacia el mundo. Eran los tiempos intermedios, la etapa de transición del ser que había empezado a vivir como Dios que aparece como hombre y ahora se preparaba a terminar su carrera en la tierra como hombre que aparece como Dios.

2. El viaje en caravana al Caspio

134:2.1 (1484.5) El uno de abril del año 24 d. C., Jesús salió de Nazaret con la caravana hacia la región del mar Caspio. La caravana a la que se incorporó Jesús como conductor iba desde Jerusalén hasta la región sudeste del mar Caspio, pasando por Damasco y el lago Urmía, y a través de Asiria, Media y Partia. Este viaje duró un año entero.

134:2.2 (1484.6) Para Jesús este viaje en caravana era otra aventura de exploración y de ministerio personal. La convivencia con los componentes de la caravana —pasajeros, guardias y camelleros— fue una experiencia interesante para él. Decenas de hombres, mujeres y niños que habitaban a lo largo de la ruta de la caravana vivieron vidas más ricas como consecuencia de su contacto con Jesús, el, para ellos, conductor extraordinario de una caravana ordinaria. No todos los que tuvieron estas oportunidades de beneficiarse de su ministerio personal sacaron provecho de ellas, pero la gran mayoría de los que lo conocieron y hablaron con él se hicieron mejores para el resto de sus vidas en la tierra.

134:2.3 (1484.7) De todos sus viajes por el mundo, este del mar Caspio fue el que llevó a Jesús más cerca del Oriente y le proporcionó una mayor comprensión de los pueblos del Lejano Oriente. Tuvo contactos íntimos y personales con cada una de las razas supervivientes de Urantia excepto la roja. Dispensó su ministerio personal con el mismo gozo a cada una de estas diversas razas y pueblos mezclados, y todos ellos fueron receptivos a la verdad viva que él les comunicaba. Desde los europeos más occidentales hasta los asiáticos más orientales, todos prestaron atención a sus palabras de esperanza y de vida eterna, y a todos les influyó por igual la vida de servicio de amor y ministerio espiritual que tan bondadosamente vivió entre ellos.

134:2.4 (1485.1) Este viaje en caravana fue un éxito en todos los sentidos. Fue uno de los episodios más interesantes de la vida humana de Jesús, pues ejerció durante ese año una tarea de carácter ejecutivo como responsable del material confiado a su cargo y de la seguridad de los viajeros que integraban la caravana. Cumplió con sus múltiples deberes con la máxima fidelidad, eficacia y sabiduría.

134:2.5 (1485.2) Al volver con su caravana de la región del Caspio, Jesús dejó su puesto de director en el lago Urmía donde se quedó algo más de dos semanas. Luego viajó a Damasco como pasajero de otra caravana y declinó la insistente propuesta de los propietarios de los camellos de que se quedara a trabajar para ellos. Siguió su viaje con la comitiva de la caravana hasta Cafarnaúm, donde llegó el uno de abril del año 25 d. C. Ya no consideraba Nazaret como su hogar. Cafarnaúm se había convertido en el hogar de Jesús, Santiago, María y Rut, pero Jesús no volvió nunca más a vivir con su familia. Cuando estaba en Cafarnaúm se alojaba en casa de los Zebedeo.

3. Las conferencias de Urmía

134:3.1 (1485.3) En el viaje de ida al mar Caspio, Jesús había hecho una parada de varios días de descanso y recuperación en la vieja ciudad persa de Urmía, situada en la orilla occidental del lago Urmía. En la isla más grande de un pequeño archipiélago cercano a la costa de Urmía había un gran edificio —un anfiteatro para conferencias— dedicado al «espíritu de la religión». Esta estructura era en realidad un templo de la filosofía de las religiones.

134:3.2 (1485.4) Este templo de la religión había sido construido por un rico mercader, ciudadano de Urmía, y sus tres hijos. El padre se llamaba Cymboyton, y sus antepasados procedían de una gran variedad de pueblos.

134:3.3 (1485.5) Las conferencias y debates de esta escuela de religión se abrían todos los días de la semana a las 10 de la mañana. Las sesiones de la tarde empezaban a las 3 y los debates nocturnos, a las 8. Cymboyton o uno de sus tres hijos presidía siempre estas sesiones de enseñanza, discusión y debate. El fundador de esta singular escuela de religiones vivió y murió sin desvelar nunca sus creencias religiosas personales.

134:3.4 (1485.6) Jesús participó en varios de esos debates, y cuando se disponía a reanudar la marcha, Cymboyton acordó con él que en su viaje de vuelta pasaría dos semanas con ellos y daría veinticuatro conferencias sobre «la hermandad de los hombres». Jesús aceptó además dirigir doce sesiones nocturnas de preguntas, discusiones y debates sobre sus conferencias en particular y sobre la hermandad de los hombres en general.

134:3.5 (1485.7) Y tal como habían acordado, Jesús paró en Urmía en su viaje de vuelta para dar sus conferencias. Esta fue la más formal y sistemática de todas las enseñanzas del Maestro en Urantia. Nunca, ni antes ni después, dijo tantas cosas sobre un mismo tema como en esas conferencias y debates sobre la hermandad de los hombres. En realidad, estas conferencias trataron sobre el «reino de Dios» y los «reinos de los hombres».

134:3.6 (1486.1) Más de treinta religiones y cultos religiosos estaban representados en el cuerpo docente de este templo de filosofía religiosa. Esos maestros eran elegidos, mantenidos y plenamente acreditados por sus respectivos grupos religiosos. En aquel momento había unos setenta y cinco maestros en el cuerpo docente, y vivían en casitas de campo con cabida para unas doce personas cada una. Estos grupos rotaban por sorteo cada luna nueva. La intolerancia, el espíritu polémico o cualquier otra predisposición a interferir en la buena marcha de la comunidad acarreaba la destitución sumaria e inmediata del infractor. Era despedido sin miramientos y sustituido en el acto por un suplente que estaba en espera.

134:3.7 (1486.2) Estos maestros de las diversas religiones se esforzaban mucho por subrayar los puntos en común que tenían sus religiones en cuanto a las cosas fundamentales de esta vida y de la siguiente. Para poder acceder a este cuerpo docente solo había que aceptar una doctrina: cada maestro debía representar a una religión que reconociera a Dios, a algún tipo de Deidad suprema. Había en la facultad cinco maestros independientes que no representaban a ninguna religión organizada, y en esa calidad de maestro independiente se presentó Jesús ante ellos.

134:3.8 (1486.3) [La primera vez que nosotros, los intermedios, preparamos el resumen de las enseñanzas de Jesús en Urmía, surgió un desacuerdo entre las serafines de las iglesias y las serafines del progreso sobre la conveniencia de incluir estas enseñanzas en la Revelación de Urantia. Las circunstancias que imperan en el siglo veinte, tanto en la religión como en los gobiernos humanos, son tan diferentes de las de la época de Jesús que era realmente difícil adaptar las enseñanzas del Maestro en Urmía a los problemas del reino de Dios y de los reinos de los hombres tal como se dan estas funciones mundiales en el siglo veinte. Nunca pudimos formular una exposición de las enseñanzas del Maestro que fuera aceptable para ambos grupos de serafines del gobierno planetario. Finalmente, el Melquisedec que preside la comisión reveladora nombró una comisión compuesta por tres de nosotros para exponer nuestro punto de vista sobre las enseñanzas del Maestro en Urmía adaptadas a las condiciones religiosas y políticas del siglo veinte en Urantia. Conforme a sus instrucciones, los tres intermedios secundarios hemos elaborado una adaptación de las enseñanzas de Jesús con una nueva formulación de sus declaraciones tal como las aplicaríamos a las condiciones del mundo en el momento presente. Esa es la exposición que presentamos a continuación una vez revisada por el Melquisedec que preside la comisión reveladora.]

4. La soberanía divina y humana

134:4.1 (1486.4) La hermandad de los hombres está fundada en la paternidad de Dios. La familia de Dios proviene del amor de Dios. Dios es amor. Dios Padre ama divinamente a sus hijos, a todos ellos.

134:4.2 (1486.5) El reino de los cielos, el gobierno divino, está fundado en el hecho de la soberanía divina. Dios es espíritu. Puesto que Dios es espíritu, este reino es espiritual. El reino de los cielos no es ni material ni meramente intelectual; es una relación espiritual entre Dios y el hombre.

134:4.3 (1486.6) Si diferentes religiones reconocen la soberanía de Dios Padre en el espíritu, todas esas religiones permanecerán en paz. Solo cuando una religión se pretende superior en algún sentido a todas las demás y se arroga una autoridad exclusiva sobre las demás religiones, se atreverá a ser intolerante con las demás religiones o tendrá la osadía de perseguir a sus creyentes.

134:4.4 (1487.1) La paz religiosa —la hermandad— nunca podrá existir a menos que todas las religiones estén dispuestas a despojarse por completo de toda autoridad eclesiástica y a renunciar plenamente a todo concepto de soberanía espiritual. Solo Dios es soberano en el espíritu.

134:4.5 (1487.2) No puede haber igualdad entre las religiones (libertad religiosa) sin guerras religiosas, a menos que todas las religiones consientan en transferir toda soberanía religiosa a algún nivel sobrehumano, a Dios mismo.

134:4.6 (1487.3) El reino de los cielos en el corazón de los hombres creará unidad religiosa (no necesariamente uniformidad) porque todos y cada uno de los grupos religiosos compuestos por esos creyentes religiosos estarán libres de toda noción de autoridad eclesiástica, de soberanía religiosa.

134:4.7 (1487.4) Dios es espíritu, y Dios da un fragmento de su yo de espíritu para que more en el corazón del hombre. Espiritualmente, todos los hombres son iguales. El reino de los cielos está libre de castas, clases, niveles sociales y grupos económicos. Todos sois hermanos.

134:4.8 (1487.5) Pero en el momento en que perdáis de vista la soberanía de Dios Padre en el espíritu, alguna religión empezará a afirmar su superioridad sobre las demás religiones. Entonces en lugar de paz en la tierra y buena voluntad entre los hombres, habrá disensiones, recriminaciones, incluso guerras religiosas, o al menos guerras entre personas religiosas.

134:4.9 (1487.6) Los seres con libre albedrío que se consideran iguales, a menos que se reconozcan mutuamente sometidos a alguna soberanía superior, a alguna autoridad que esté por encima de ellos, caen tarde o temprano en la tentación de poner a prueba su capacidad de imponerse sobre otras personas y otros colectivos. El concepto de igualdad no trae nunca paz, a no ser que exista un reconocimiento mutuo de la influencia sobrecontroladora de una soberanía superior.

134:4.10 (1487.7) Las personas religiosas de Urmía vivían juntas en relativa paz y tranquilidad porque habían renunciado por completo a todas sus nociones de soberanía religiosa. Espiritualmente, todos creían en un Dios soberano; socialmente, estaban sometidos a la autoridad plena e indiscutible de su presidente Cymboyton. Todos sabían muy bien lo que le pasaría a cualquier maestro que se atreviera a ser prepotente con sus colegas. No puede haber paz religiosa duradera en Urantia hasta que todos los grupos religiosos renuncien libremente a todas sus nociones de favor divino, de pueblo elegido y de soberanía religiosa. Solo cuando Dios Padre se convierta en supremo se convertirán los hombres en hermanos religiosos y vivirán juntos en paz religiosa sobre la tierra.

5. La soberanía política

134:5.1 (1487.8) [La enseñanza del Maestro sobre la soberanía de Dios es una verdad (solo complicada por la aparición posterior de la religión sobre su persona entre las religiones del mundo), en cambio sus exposiciones sobre la soberanía política se han complicado enormemente por la evolución política de la vida de las naciones durante los diecinueve últimos siglos. En tiempos de Jesús solo había dos grandes potencias mundiales —el Imperio romano en el oeste y el Imperio Han en el este— muy separadas entre sí por el reino de Partia y por otras tierras intermedias de las regiones del Caspio y del Turquestán. Por este motivo, en la exposición que sigue nos hemos apartado aún más de la sustancia de las enseñanzas del Maestro en Urmía sobre soberanía política para intentar describir la importancia de esas enseñanzas en su aplicación a la etapa particularmente crítica de la evolución de la soberanía política en el siglo veinte después de Cristo.]

134:5.2 (1487.9) Las guerras en Urantia no acabarán nunca mientras las naciones se aferren a las nociones ilusorias de una soberanía nacional ilimitada. Solo existen dos niveles de soberanía relativa en un mundo habitado: el libre albedrío espiritual del mortal individual y la soberanía colectiva de la humanidad como un todo. Entre el nivel del humano individual y el nivel del conjunto de la humanidad, todas las agrupaciones y asociaciones son relativas, transitorias y solo tienen valor en la medida en que aumentan la prosperidad, el bienestar y el progreso del individuo y del gran total planetario, es decir, del hombre y de la humanidad.

134:5.3 (1488.1) Los maestros religiosos deben recordar siempre que la soberanía espiritual de Dios está por encima de todas las lealtades espirituales interpuestas e intermedias. Los gobernantes civiles aprenderán algún día que los Altísimos gobiernan en los reinos de los hombres.

134:5.4 (1488.2) Este gobierno de los Altísimos en los reinos de los hombres no es para beneficio especial de ningún grupo de mortales particularmente favorecido. No hay un «pueblo elegido». El gobierno de los Altísimos, los sobrecontroladores de la evolución política, es un gobierno destinado a promover el mayor bien para el mayor número de todos los hombres y durante el mayor tiempo posible.

134:5.5 (1488.3) La soberanía es poder, y crece por la organización. Este crecimiento de la organización del poder político es bueno y conveniente, pues tiende a abarcar segmentos cada vez mayores del total de la humanidad. Pero este mismo crecimiento de las organizaciones políticas crea un problema en cada etapa intermedia entre la organización inicial y natural del poder político: la familia, y la consumación final del crecimiento político: el gobierno de toda la humanidad, por toda la humanidad y para toda la humanidad.

134:5.6 (1488.4) Partiendo del poder parental en el grupo familiar, la soberanía política evoluciona por organización a medida que las familias se superponen en clanes consanguíneos que se unen por diversas razones en agrupamientos políticos superconsanguíneos o unidades tribales. A partir de ahí, mediante negocios, comercio y conquistas, las tribus se unifican en naciones, y las propias naciones se unifican a veces en imperios.

134:5.7 (1488.5) A medida que la soberanía pasa de grupos más pequeños a grupos más grandes, las guerras disminuyen. Mejor dicho, disminuyen las guerras menores entre naciones pequeñas, pero aumenta el potencial para guerras mayores al hacerse cada vez más grandes las naciones que ejercen la soberanía. Y así, cuando todo el mundo haya sido explorado y ocupado, cuando las naciones sean pocas, fuertes y poderosas, cuando las fronteras de esas grandes naciones supuestamente soberanas lleguen a tocarse, cuando solo las separen los océanos, quedará preparado el escenario para las guerras a gran escala, para los conflictos mundiales. Las llamadas naciones soberanas no pueden codearse sin generar conflictos y provocar guerras.

134:5.8 (1488.6) La dificultad de la evolución de la soberanía política, desde la familia hasta toda la humanidad, reside en la inercia o resistencia que aparece en todos los niveles intermedios. Las familias han desafiado algunas veces a su clan, y a su vez los clanes y las tribus han impugnado con frecuencia la soberanía del Estado territorial. Cada evolución nueva y progresiva de la soberanía política está (y ha estado siempre) estorbada y dificultada por las «fases de andamiaje» de los desarrollos anteriores de la organización política. Esto es así porque las lealtades humanas, una vez movilizadas, son difíciles de cambiar. La misma lealtad que hace posible la evolución de la tribu hace difícil la evolución de la supertribu (el Estado territorial). Y la misma lealtad (el patriotismo) que hace posible la evolución del Estado territorial complica enormemente el desarrollo evolutivo del gobierno de toda la humanidad.

134:5.9 (1488.7) La soberanía política se va creando a partir de la renuncia al autodeterminismo, primero por el individuo dentro de la familia y después por las familias y los clanes con relación a la tribu y a las agrupaciones más grandes. Esta transferencia progresiva de la autodeterminación desde las organizaciones políticas más pequeñas a otras cada vez mayores ha avanzado casi ininterrumpidamente en Oriente desde el establecimiento de las dinastías Ming y Mogol. En Occidente ha imperado durante más de mil años, justo hasta el final de la Guerra Mundial, cuando un desafortunado movimiento retrógrado revirtió temporalmente esta tendencia normal al restablecer la sumergida soberanía política de muchos pequeños colectivos europeos.

134:5.10 (1489.1) Urantia no disfrutará de una paz duradera hasta que las llamadas naciones soberanas cedan plena e inteligentemente sus poderes soberanos a la hermandad de los hombres, al gobierno de la humanidad. El internacionalismo —las ligas de naciones— no podrá traer nunca una paz permanente a la humanidad. Las confederaciones mundiales de naciones impedirán eficazmente las guerras menores y controlarán aceptablemente a las naciones pequeñas, pero no podrán impedir las guerras mundiales ni controlar a los tres, cuatro o cinco gobiernos más poderosos. En situaciones de conflicto real, una de esas potencias mundiales se retirará de la liga y declarará la guerra. No se puede evitar que las naciones se lancen a la guerra mientras sigan infectadas con el virus ilusorio de la soberanía nacional. El internacionalismo es un paso en la buena dirección. Una fuerza policial internacional podrá prevenir muchas guerras menores, pero no será eficaz frente a las guerras a gran escala, los conflictos entre los grandes gobiernos militares de la tierra.

134:5.11 (1489.2) A medida que disminuye el número de naciones verdaderamente soberanas (grandes potencias), aumentan la oportunidad y la necesidad de un gobierno de la humanidad. Cuando solo hay unas pocas (grandes) potencias realmente soberanas, o bien tienen que embarcarse en una lucha a muerte por la supremacía nacional (imperial), o bien renunciar voluntariamente a ciertas prerrogativas de soberanía para crear el núcleo esencial de un poder supranacional que marque el comienzo de la verdadera soberanía de toda la humanidad.

134:5.12 (1489.3) La paz no llegará a Urantia hasta que todas las naciones llamadas soberanas pongan su capacidad de hacer la guerra en manos de un gobierno representativo de toda la humanidad. La soberanía política es innata a los pueblos del mundo. Cuando todos los pueblos de Urantia creen un gobierno mundial, tendrán el derecho y el poder de hacer a ese gobierno SOBERANO. Y cuando ese poder mundial representativo o democrático controle las fuerzas terrestres, aéreas y navales del mundo, la paz en la tierra y la buena voluntad entre los hombres podrá prevalecer, pero no hasta entonces.

134:5.13 (1489.4) A modo de ilustración podemos utilizar un importante ejemplo de los siglos diecinueve y veinte. Los cuarenta y ocho Estados de la Unión Federal Norteamericana viven en paz desde hace mucho tiempo. Ya no hay guerras entre ellos. Han cedido su soberanía al gobierno federal y, mediante el arbitraje de la guerra, han abandonado toda pretensión a las delusiones de la autodeterminación. Cada Estado regula sus asuntos internos sin ocuparse de las relaciones exteriores, los aranceles, la inmigración, los asuntos militares ni el comercio interestatal. Los Estados individuales tampoco se ocupan de las cuestiones de ciudadanía. Los cuarenta y ocho Estados solo sufren los estragos de la guerra cuando la soberanía del gobierno federal peligra en algún sentido.

134:5.14 (1489.5) Habiendo abandonado las sofisterías gemelas de la soberanía y la autodeterminación, estos cuarenta y ocho Estados disfrutan de paz y tranquilidad entre ellos. Así las naciones de Urantia empezarán a disfrutar de paz cuando pongan libremente sus soberanías respectivas en manos de un gobierno global: la soberanía de la hermandad de los hombres. En ese Estado mundial, las naciones pequeñas serán tan poderosas como las grandes, al igual que el pequeño Estado de Rhode Island tiene sus dos senadores en el Congreso norteamericano, exactamente los mismos que el populoso Estado de Nueva York o el extenso Estado de Texas.

134:5.15 (1490.1) La soberanía (estatal) limitada de estos cuarenta y ocho Estados fue creada por los hombres y para los hombres. La soberanía supraestatal (nacional) de la Unión Federal Norteamericana fue creada por los trece Estados originales en su propio beneficio y en beneficio de los hombres. Algún día las naciones crearán igualmente la soberanía supranacional del gobierno planetario de la humanidad en su propio beneficio y en beneficio de todos los hombres.

134:5.16 (1490.2) Los ciudadanos no nacen para beneficio de los gobiernos; los gobiernos son organizaciones creadas y concebidas para beneficio de los hombres. La evolución de la soberanía política no puede tener otro final que la aparición del gobierno de la soberanía de todos los hombres. Todas las demás soberanías tienen un valor relativo, un significado intermedio y un estatus de rango menor.

134:5.17 (1490.3) Con el progreso científico las guerras serán cada vez más devastadoras hasta aproximarse al suicidio racial. ¿Cuántas guerras mundiales tendrán que estallar y cuántas ligas de naciones tendrán que fracasar antes de que los hombres estén dispuestos a establecer el gobierno de la humanidad y empiecen a disfrutar de las bendiciones de una paz permanente y a prosperar en la tranquilidad de la buena voluntad —la buena voluntad mundial— entre los hombres?

6. La ley, la libertad y la soberanía

134:6.1 (1490.4) Si un hombre tiene ansias de independencia —de libertad— debe recordar que todos los demás hombres anhelan la misma independencia. Los colectivos de mortales amantes de la libertad no pueden vivir juntos en paz sin subordinarse a unas leyes, normas y regulaciones que aseguren a cada persona el mismo grado de independencia, al tiempo que salvaguardan ese mismo grado de independencia para todos sus semejantes mortales. Para que un hombre fuera absolutamente libre, otro tendría que ser absolutamente esclavo. La naturaleza relativa de la libertad es una realidad social, económica y política. La libertad es el regalo de la civilización hecho posible por la fuerza de la LEY.

134:6.2 (1490.5) La religión hace espiritualmente posible la hermandad de los hombres, pero será necesario que un gobierno de la humanidad regule los problemas sociales, económicos y políticos asociados a esa meta de felicidad y eficacia humana.

134:6.3 (1490.6) Habrá guerras y rumores de guerras —se levantará nación contra nación— mientras la soberanía política del mundo esté dividida y retenida injustamente por un grupo de Estados-nación. Inglaterra, Escocia y Gales estuvieron siempre luchando entre sí hasta que renunciaron a sus respectivas soberanías y las depositaron en el Reino Unido.

134:6.4 (1490.7) Otra guerra mundial enseñará a las llamadas naciones soberanas a formar algún tipo de federación, y este mecanismo podrá impedir las guerras a pequeña escala entre las naciones menores. Pero las guerras a gran escala persistirán hasta que se cree el gobierno de la humanidad. Solo la soberanía global impedirá las guerras globales. Ninguna otra cosa puede hacerlo.

134:6.5 (1490.8) Los cuarenta y ocho Estados norteamericanos libres viven juntos en paz. Entre los ciudadanos de estos cuarenta y ocho Estados hay gentes de todas las diversas nacionalidades y razas que en Europa están en guerra permanente. Estos norteamericanos representan a casi todas las religiones, sectas y cultos religiosos del mundo, y sin embargo en Norteamérica conviven en paz. Todo esto ha sido posible porque estos cuarenta y ocho Estados han renunciado a su soberanía y han abandonado toda noción de supuestos derechos de autodeterminación.

134:6.6 (1490.9) No es una cuestión de armamento ni de desarme. Tampoco influye la cuestión del servicio militar obligatorio o voluntario en estos problemas de mantener la paz mundial. Si quitarais a las naciones todo su armamento mecánico moderno y todos sus explosivos, pelearían con puños, piedras y garrotes mientras siguieran aferradas a sus falsas ilusiones del derecho divino a la soberanía nacional.

134:6.7 (1491.1) La guerra no es la gran y terrible enfermedad del hombre; la guerra es un síntoma, un resultado. La verdadera enfermedad es el virus de la soberanía nacional.

134:6.8 (1491.2) Las naciones de Urantia no han poseído nunca una soberanía real; no han tenido una soberanía que pudiera protegerlas de los estragos y devastaciones de las guerras mundiales. Al crear el gobierno global de la humanidad, las naciones no pierden soberanía sino que crean una soberanía mundial real, auténtica y duradera, que a partir de entonces será plenamente capaz de protegerlas de todas las guerras. Los asuntos locales serán gestionados por los gobiernos locales y los asuntos nacionales, por los gobiernos nacionales; los asuntos internacionales serán administrados por el gobierno global.

134:6.9 (1491.3) La paz mundial no se puede mantener a base de tratados, diplomacia, política exterior, alianzas, equilibrios de poder ni cualquier otro tipo de parche o malabarismo para lidiar con las soberanías del nacionalismo. Es necesario instaurar una ley mundial aplicada por un gobierno mundial: la soberanía de toda la humanidad.

134:6.10 (1491.4) Los individuos tendrán mucha más libertad con un gobierno mundial. Hoy en día los ciudadanos de las grandes potencias están gravados con impuestos, regulados y controlados de una manera casi opresiva. Gran parte de esta injerencia en las libertades individuales desaparecerá cuando los gobiernos nacionales estén dispuestos a depositar su soberanía, en materia de asuntos internacionales, en manos de un gobierno global.

134:6.11 (1491.5) Bajo un gobierno mundial los colectivos nacionales tendrán una verdadera oportunidad de hacer realidad las libertades personales de una auténtica democracia y de disfrutar de ellas. La falacia de la autodeterminación habrá terminado. Con una regulación global del dinero y de la industria llegará una nueva era de paz a escala mundial. Podría desarrollarse pronto un idioma mundial, y habrá al menos alguna esperanza de tener un día una religión global, o religiones con un punto de vista global.

134:6.12 (1491.6) La seguridad colectiva nunca podrá garantizar la paz hasta que la colectividad incluya a toda la humanidad.

134:6.13 (1491.7) La soberanía política del gobierno representativo de la humanidad traerá una paz duradera a la tierra, y la hermandad espiritual del hombre asegurará para siempre la buena voluntad entre todos los hombres. No hay otro camino para hacer realidad la paz en la tierra y la buena voluntad entre los hombres.

* * *

134:6.15 (1491.8) Después de la muerte de Cymboyton sus hijos tuvieron muchas dificultades para mantener la paz en la escuela de religión. Las repercusiones de las enseñanzas de Jesús habrían sido mucho mayores si los maestros cristianos que se incorporaron posteriormente al cuerpo docente de Urmía hubieran practicado más la tolerancia y mostrado más sabiduría.

134:6.16 (1491.9) El hijo mayor de Cymboyton pidió ayuda a Abner de Filadelfia, pero Abner no acertó en su elección, y los maestros que envió resultaron ser inflexibles e intransigentes. Estos maestros intentaron imponer su religión sobre las otras creencias. No sospecharon nunca que las conferencias del conductor de caravanas, a las que se referían con tanta frecuencia, habían sido dadas por el propio Jesús.

134:6.17 (1491.10) Tanto aumentó la confusión entre el cuerpo docente que los tres hermanos retiraron su apoyo financiero, y al cabo de cinco años la escuela cerró. Se volvió a abrir más tarde como templo mitraico y acabó incendiándose en una de sus celebraciones orgiásticas.

7. El año trigésimo primero (25 d. C.)

134:7.1 (1492.1) A su vuelta del mar Caspio Jesús sabía que sus viajes por el mundo estaban a punto de terminar. Ya solo saldría una vez más de Palestina para ir a Siria. Después de pasar por Cafarnaúm, fue a Nazaret donde se quedó unos días haciendo visitas. A mediados de abril salió de Nazaret hacia Tiro. Desde allí viajó hacia el norte y paró unos días en Sidón, pero su destino era Antioquía.

134:7.2 (1492.2) Ese fue el año de las andanzas solitarias de Jesús por Palestina y Siria. Durante todo ese año de viajes, fue conocido por varios nombres en diferentes partes del país: el carpintero de Nazaret, el constructor de embarcaciones de Cafarnaúm, el escriba de Damasco y el maestro de Alejandría.

134:7.3 (1492.3) El Hijo del Hombre vivió más de dos meses en Antioquía trabajando, observando, estudiando, visitando, ministrando y aprendiendo sin cesar cómo vive el hombre, cómo piensa, siente y reacciona al entorno de la existencia humana. Durante tres semanas de este periodo trabajó como fabricante de tiendas. En este viaje estuvo más tiempo en Antioquía que en ningún otro lugar. Diez años después, cuando el apóstol Pablo predicaba en Antioquía y oyó hablar a sus seguidores de las doctrinas del escriba de Damasco, nunca pudo imaginar que sus alumnos habían oído la voz y escuchado las enseñanzas del propio Maestro.

134:7.4 (1492.4) Desde Antioquía Jesús viajó hacia el sur por la costa hasta Cesarea donde pasó unas semanas. Después siguió hasta Jope, y desde allí fue tierra adentro hasta Jamnia, Asdod y Gaza. Luego fue de Gaza a Beerseba por el sendero del interior y pasó allí una semana.

134:7.5 (1492.5) Jesús emprendió entonces su último recorrido como individuo particular por el corazón de Palestina, desde Beerseba en el sur hasta Dan en el norte. En este viaje hacia el norte hizo paradas en Hebrón, Belén (donde vio su lugar de nacimiento), Jerusalén (no visitó Betania), Beerot, Leboná, Sicar, Siquem, Samaria, Geba, Enganim, Endor y Madón. Siguió hacia el norte por Magdala y Cafarnaúm, pasó al este de las aguas de Merón, y por Karahta hasta Dan, o Cesarea de Filipo.

134:7.6 (1492.6) El Ajustador del Pensamiento que moraba en su interior condujo entonces a Jesús a apartarse de los lugares habitados por los hombres y subir al monte Hermón para terminar allí su trabajo de dominar su mente humana y consumar su consagración plena al resto de la obra de su vida en la tierra.

134:7.7 (1492.7) Esta fue una de las épocas inusitadas y extraordinarias de la vida terrenal del Maestro en Urantia. Tuvo otra experiencia muy similar cuando estuvo a solas en las colinas cercanas a Pella inmediatamente después de su bautismo. Este periodo de aislamiento en el monte Hermón marcó el final de su carrera puramente humana, es decir, la conclusión efectiva de su otorgamiento como mortal, mientras que su aislamiento posterior marcaría el comienzo de la fase más divina de su otorgamiento. Jesús vivió a solas con Dios durante seis semanas en las laderas del monte Hermón.

8. La estancia en el monte Hermón

134:8.1 (1492.8) Después de pasar algún tiempo en las inmediaciones de Cesarea de Filipo, Jesús preparó sus provisiones y, tras adquirir una bestia de carga y contratar los servicios de un muchacho llamado Tiglat, llegó por la carretera de Damasco hasta una aldea conocida en otro tiempo como Beit Jenn, en las estribaciones del monte Hermón. Allí estableció su campamento hacia mediados de agosto del año 25 d. C., dejó sus provisiones al cuidado de Tiglat y subió por la solitaria ladera de la montaña. Tiglat acompañó a Jesús el primer día hasta un punto situado a unos 2000 metros sobre el nivel del mar donde construyeron un receptáculo de piedra en el que Tiglat debía depositar alimentos dos veces por semana.

134:8.2 (1493.1) Después de despedirse de Tiglat, Jesús ascendió un breve tramo de la montaña y se detuvo a orar. Entre otras cosas, pidió a su Padre que hiciera volver a su serafín guardiana para «quedarse con Tiglat». Pidió que se le permitiera subir solo a su última lucha con las realidades de la existencia mortal, y le fue concedida su petición. Acudió a la gran prueba con la única guía y ayuda de su Ajustador interior.

134:8.3 (1493.2) Jesús comió frugalmente durante su estancia en la montaña; solo hizo ayuno total un día o dos a la vez. Los seres sobrehumanos que se enfrentaron a él en esa montaña, con quienes luchó en espíritu y a quienes derrotó en poder, eran reales, eran sus enemigos acérrimos en el sistema de Satania. No eran fantasmas de la imaginación, fruto de los desvaríos intelectuales de un mortal debilitado y hambriento, incapaz de distinguir entre la realidad y las visiones de una mente trastornada.

134:8.4 (1493.3) Jesús pasó las tres últimas semanas de agosto y las tres primeras de septiembre en el monte Hermón. Durante estas semanas finalizó su tarea como mortal de conseguir los círculos de comprensión de la mente y de control de la personalidad. Durante todo este periodo de comunión con su Padre celestial, el Ajustador interior completó también los servicios que le habían sido asignados. Allí alcanzó su meta como mortal esta criatura terrestre. Solo quedaba por consumar la fase final de sintonización entre su mente y el Ajustador.

134:8.5 (1493.4) Después de más de cinco semanas de comunión ininterrumpida con su Padre del Paraíso, Jesús estuvo absolutamente seguro de su naturaleza y de la certeza de su triunfo sobre los niveles materiales de manifestación de la personalidad en el espacio-tiempo. Creía plenamente en el predominio de su naturaleza divina sobre su naturaleza humana, y no dudó en afirmarlo.

134:8.6 (1493.5) Cerca del final de su estancia en la montaña, Jesús pidió a su Padre que se le permitiera reunirse con sus enemigos de Satania como Hijo del Hombre, como Josué ben José, y le fue concedida su petición. La gran tentación, la prueba del universo, tuvo lugar durante la última semana en el monte Hermón. Satanás (en representación de Lucifer) y Caligastia, el Príncipe Planetario rebelde, estuvieron allí junto a Jesús, plenamente visibles para él. Esta «tentación», esta prueba definitiva de lealtad humana frente a las tergiversaciones de las personalidades rebeldes, no tuvo nada que ver con alimentos, pináculos del templo ni actos de atrevimiento. No tuvo que ver con los reinos de este mundo, sino con la soberanía de un universo glorioso y poderoso. El simbolismo de vuestros escritos iba dirigido al pensamiento infantil de las edades atrasadas del mundo, pero las generaciones posteriores deberían comprender la gran lucha que mantuvo el Hijo del Hombre aquel memorable día en el monte Hermón.

134:8.7 (1493.6) A las muchas propuestas y contrapropuestas de los emisarios de Lucifer, Jesús se limitaba a responder: «Que la voluntad de mi Padre del Paraíso prevalezca, y a ti, rebelde hijo mío, que los Ancianos de los Días te juzguen de forma divina. Soy tu Padre-creador, no puedo juzgarte con justicia y ya has desdeñado mi misericordia. Te remito al fallo de los Jueces de un universo más grande».

134:8.8 (1494.1) A todas las componendas y artimañas sugeridas por Lucifer, a todas sus proposiciones engañosas sobre el otorgamiento de la encarnación, Jesús se limitaba a responder: «Que se haga la voluntad de mi Padre que está en el Paraíso». Y cuando la dura prueba hubo terminado, la serafín guardiana que había sido apartada volvió para atender a Jesús.

134:8.9 (1494.2) Una tarde del final del verano, entre los árboles y en el silencio de la naturaleza, Miguel de Nebadon ganó la soberanía incuestionable de su universo. Aquel día concluyó la tarea establecida para los Hijos Creadores de vivir hasta la plenitud la vida encarnada a imagen y semejanza de carne mortal en los mundos evolutivos del tiempo y el espacio. El anuncio al universo de este logro trascendental no se hizo hasta unos meses más tarde, el día de su bautismo, pero ocurrió realmente aquel día en la montaña. Cuando Jesús descendió de su estancia en el monte Hermón, la rebelión de Lucifer en Satania y la secesión de Caligastia en Urantia estaban prácticamente liquidadas. Jesús había pagado el último precio exigido para alcanzar la soberanía de su universo, y eso regula de por sí el estatus de todos los rebeldes y determina que toda futura sublevación de ese tipo (si ocurre alguna vez) pueda ser zanjada de forma sumaria y eficaz. Y así podemos constatar que la llamada «gran tentación» de Jesús tuvo lugar algún tiempo antes, y no inmediatamente después, de su bautismo.

134:8.10 (1494.3) Cuando Jesús bajaba de la montaña al final de su estancia, se encontró a medio camino con Tiglat que le subía la comida y le dijo simplemente: «El periodo de descanso ha terminado; debo volver a los asuntos de mi Padre». Parecía muy cambiado y silencioso durante el camino de vuelta a Dan, donde se despidió del muchacho y le regaló el asno. Luego siguió hacia el sur por donde había venido hasta llegar a Cafarnaúm.

9. El tiempo de espera

134:9.1 (1494.4) El verano llegaba a su fin y se acercaba el día de la expiación y la fiesta de los tabernáculos. Jesús tuvo una reunión familiar en Cafarnaúm durante el sabbat y salió al día siguiente hacia Jerusalén con Juan, el hijo de Zebedeo; fueron por el este del lago y por Gerasa, y luego por el valle del Jordán. Aunque Jesús habló algo durante el camino, Juan notó un gran cambio en él.

134:9.2 (1494.5) Jesús y Juan pararon a pasar la noche en Betania con Lázaro y sus hermanas, y a la mañana siguiente fueron temprano a Jerusalén. Pasaron casi tres semanas en la ciudad y sus alrededores, o por lo menos eso fue lo que hizo Juan. Muchos días iba solo a Jerusalén mientras Jesús paseaba por las colinas cercanas dedicado a la comunión espiritual con su Padre del cielo.

134:9.3 (1494.6) Ambos estuvieron presentes en los solemnes oficios del día de la expiación. Juan quedó muy impresionado por las ceremonias de ese día tan señalado del ritual religioso judío, en cambio Jesús se mantuvo al margen pensativo y silencioso. Para el Hijo del Hombre era un espectáculo patético y lamentable. Lo veía todo como una tergiversación del carácter y los atributos de su Padre del cielo. Consideraba las actividades de ese día como una parodia de los hechos de la justicia divina y de las verdades de la misericordia infinita. Ardía en deseos de desahogarse declarando la auténtica verdad sobre el carácter amoroso y la conducta misericordiosa de su Padre en el universo, pero su fiel Monitor le advirtió que aún no había llegado su hora. Aquella noche en Betania Jesús dejó caer bastantes comentarios que perturbaron mucho a Juan, y Juan nunca llegó a captar del todo la verdadera relevancia de lo que Jesús dijo en su conversación de aquella noche.

134:9.4 (1495.1) Jesús había previsto pasar con Juan toda la semana de la fiesta de los tabernáculos. Esta fiesta era el periodo de descanso anual de toda Palestina, la época de vacaciones de los judíos. Aunque Jesús no participó de la alegría de la ocasión, era evidente que disfrutaba viendo a jóvenes y viejos entregarse a la diversión y a la alegría.

134:9.5 (1495.2) A mediados de la semana y antes de que terminaran las celebraciones, Jesús se despidió de Juan diciendo que deseaba retirarse a las colinas, donde podría comunicarse mejor con su Padre del Paraíso. Juan quería ir con él, pero Jesús insistió en que se quedara hasta el fin de las festividades diciendo: «A ti no te corresponde llevar la carga del Hijo del Hombre; solo el vigilante debe estar en vela mientras la ciudad duerme en paz». Jesús no volvió a Jerusalén. Después de pasar casi una semana solo en las colinas cercanas a Betania, se dirigió a Cafarnaúm. De camino a casa pasó un día y una noche solo en las laderas del Gilboa, cerca del lugar donde el rey Saúl se quitó la vida, y cuando llegó a Cafarnaúm parecía más alegre que cuando dejó a Juan en Jerusalén.

134:9.6 (1495.3) A la mañana siguiente Jesús fue al arcón que se había quedado en el taller de Zebedeo con sus objetos personales, se puso su mandil y se presentó a trabajar diciendo: «Me conviene estar ocupado mientras espero a que llegue mi hora». Trabajó en el astillero varios meses, hasta enero del año siguiente, junto a su hermano Santiago. Después de esta temporada de trabajo con Jesús, por muchas dudas que vinieran a nublar su comprensión de la obra del Hijo del Hombre en esta vida, Santiago nunca volvió a perder por completo su fe en la misión de Jesús.

134:9.7 (1495.4) Durante esta última etapa de trabajo en el taller de embarcaciones Jesús dedicó la mayor parte del tiempo al acabado de interiores de algunos de los barcos más grandes. Ponía mucho interés en todo su trabajo personal y parecía sentir la satisfacción del logro humano cuando salía de sus manos una pieza bien hecha. Aunque no perdía el tiempo en nimiedades, trabajaba meticulosamente los aspectos esenciales de todo lo que hacía.

134:9.8 (1495.5) Con el paso del tiempo llegaron rumores a Cafarnaúm sobre un tal Juan que predicaba y bautizaba a penitentes en el Jordán. Juan decía: «El reino de los cielos está cerca; arrepentíos y sed bautizados». Jesús se mantenía informado del avance de Juan a medida que iba remontando lentamente el valle del Jordán desde el vado del río más próximo a Jerusalén, pero siguió trabajando en el astillero hasta enero del año siguiente, el 26 d. C., cuando Juan llegó a un punto cercano a Pella. Entonces Jesús dejó las herramientas diciendo: «Ha llegado mi hora», y se presentó ante Juan para recibir el bautismo.

134:9.9 (1495.6) Pero en Jesús se había producido un gran cambio. Pocos de los que habían disfrutado de sus palabras y atenciones en sus idas y venidas por el país reconocerían en el maestro público a la misma persona que habían conocido y amado como individuo particular en años anteriores. Había una razón para que sus primeros beneficiarios no lo reconocieran en su papel posterior de maestro público lleno de autoridad: la transformación de su mente y de su espíritu, que había ido progresando gradualmente durante muchos años, se había consumado durante la memorable estancia en el monte Hermón.

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